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Fan por Fan

domingo, 10 de junio de 2012

CAPÍTULO 9: El plan


El golpe no se hizo esperar, el sonido de un tremendo impacto de carne sobre metal resonó en la parte trasera de mi coche, el choque  hizo que cabeza bola saliera proyectado contra uno de los pilares del garaje, pude verle tirado en el suelo cuando pasé junto a él, pero al mirar por el retrovisor, recordé que solo la mitad del plan de rescate estaba completado.
 El niño ya en pie, estaba muy cerca de la chica, la cual se había tapado los ojos esperando un amargo final a manos de su mutilado hermano pequeño.
Yo iba por un estrecho parking a una velocidad considerable, con la intención de estampar mi enorme 4x4 contra un diminuto zombi que estaba a apenas medio metro de una muchacha en estado de shock. El margen de error era mínimo, así que ajusté todo lo que pude la dirección del Rav4 y recé porque a la chica no le diera por huir justo ahora.
 El pequeño zombi creo que ni se lo vio venir. Este no salió despedido, si no que cuando le impactó el vehículo se metió por debajo. El 4x4 dio un buen bote cuando la rueda trasera derecha pasó sobre el pequeño, pero al pisarle con la delantera no pude evitar perder el control momentáneamente y colisioné con el BMW plateado con el que había comenzado toda la historia.
El impacto fue muy fuerte, tanto que por unos instantes lo vi todo negro y los oídos me zumbaron. La maldita alarma del BMW había saltado de nuevo y algunos destellos anaranjados creaban sombras en el interior de mi coche. Los estruendosos bocinazos me tenían aturdido y las cervicales me dolían a horrores, impidiéndome mover el cuello con naturalidad. Perdí la noción del tiempo y no sé cuánto estuve en ese estado.
Lo siguiente que recuerdo es que miré a través de la luna delantera para ver el resultado de mi carrera, pero no se veía nada. Por lo visto, había estado un buen rato fuera de juego y el parking estaba de nuevo a oscuras y en silencio. Los destellos intermitentes solo me permitían ver sombras, así que encendí las potentes luces largas del 4x4.
Todo parecía haber salido según mis planes. Cabeza bola permanecía lejos de la chica tirado junto al pilar donde yo le había lanzado como a un pelele, sufría fuertes convulsiones, aparentemente estaba fuera de combate al igual que el pequeño zombi que yacía inerte en el suelo con el cráneo completamente aplastado y sus sesos desparramados por todos los alrededores, Parecía que hubiesen hecho estallar un bote muy grande de fabada “La asturiana”. El estómago se me revolvió al ver la escena del crío y creo que uniéndolo al latigazo que mis cervicales habían recibido en la colisión, me vi obligado a bajar del coche y vomitar hasta la primera papilla.
Una vez las náuseas cesaron subí de nuevo al coche, saqué unos pañuelos de papel de la guantera y me limpié la boca. Después metí la primera y rodé lentamente en dirección a la muchacha que aun permanecía sentada en el suelo con los ojos tapados. Creo que gracias a eso no perdió la cordura, lo que menos hubiera necesitado era ver como yo rodaba con mi coche sobre el cráneo de su pequeño hermano.
 Pasé sobre el cuerpo del niño entre los ejes del coche para no aplastarle esta vez, no creía que pudiera hacer nada con la cabeza en ese estado. Cuando estuve a la altura de la joven, detuve el vehículo y bajé, pasé por delante de mi accidentado coche y me arrodillé frente a la muchacha.
-Oye, escucha, tienes que ponerte en pie, reacciona- le dije, pero ella parecía ausente, seguía con los ojos tapados y llorando. Yo la cogí por los hombros y la zarandee un poco, ella al sentir mis manos reaccionó apartando las suyas de la cara y me miró en silencio con sus ojos empapados en lágrimas, su mirada reflejaba la viva imagen del terror. Creo que estaba esperando a que la devoraran viva, pero en vez de encontrar delante de ella a un zombi hambriento, me vio a mí, un podre kiosquero asustado, que solo tenía la intención de socorrerla, aunque no sabía muy bien cómo hacerlo.
-Ya ha pasado el peligro, ven conmigo- le dije mientras la ayudaba a ponerse en pie, ella no dijo nada, solo me siguió mientras se cubría los pechos nuevamente con las manos. Una vez estuvimos frente a la puerta la senté en el puesto del copiloto, temblaba de miedo, quise tranquilizarla, pero no articulé ni una sola sílaba, más que nada, porque no encontraba palabras, solo entré en el coche en silencio y cerré las puertas con el seguro.
 No tenía ni idea de cómo estaba la situación en las calles. Salir sin saber lo que me aguardaba a fuera era una locura, tenía que enterarme de lo que sucedía, hacerme una idea clara del panorama que nos aguardaba allá afuera, así que encendí la radio del coche con la esperanza de recibir información fresca de última hora. Pasé los diales, muchos de ellos no emitían nada, otros simplemente música, supongo que en automático, pues nadie presentaba las canciones, incluso en muchas emisoras sonaban marchas militares, lo cual me resultó muy curioso, la verdad. Al fin cuando sintonicé la Cope, pude escuchar emisiones de emergencia, consejos e indicaciones de que hacer.
 No se acerquen a los infectados, “eso ya lo sabía”, no permitan que les toquen o muerdan. En caso de no poder eludir un ataque, golpéenles con algo contundente en la cabeza, “eso era nuevo, pero jodidamente típico en las películas de terror”. Es lo único efectivo contra ellos. Eviten a toda costa las salpicaduras de su sangre en ojos y boca, en caso de mancharse con ella la piel, lávense rápidamente con legía o algún producto desinfectarse lo más rápidamente posible, la emisión seguía…
Intenten llegar a los puntos seguros o puestos armados para ser escoltados y daban indicaciones de los lugares donde estos estaban situados. No vallan en caso de haber sido atacados a ningún hospital o puesto médico, ni a los puntos seguros, de ser así permanezcan en casa y esperen ayuda ahí. La emisión se repetía una y otra vez, así que apagué la radio y el coche se quedó en el más absoluto silencio.
-Las emisoras están cerradas… ¿y yo queriendo ir a abrir mi kiosco el día del juicio final? ¡Qué cachondo…!- Murmuré en voz baja.
Un escalofrió me recorrió la nuca cuando algo en ese instante me vino a la cabeza, ¡la chica…! podía estar infectada. Al arrancarle la ropa, cabeza bola podía haberle arañado, si era así, no sabía cuánto podía tardar en transformarse. No podía hacer otra cosa, tenía que inspeccionar su pecho en busca de daños, estaba claro, no podía arriesgarme a que se convirtiera en el interior del coche.

-Oye, oye ¿Estás herida?- le pregunté tímidamente pensando en lo que iba a tener que hacer. La muchacha me miró con sus grandes ojos verdes empapados en lágrimas y negó con la cabeza, pero eso no era suficiente, tenía que asegurarme de que no había resultado herida y de ser así tendría que dejarla abandonada en ese garaje, idea que me hacía un nudo en el estómago.
-Tienes que apartar tus manos, tengo que mirar donde ese cabrón te agarró- le dije mientras ponía mi mano derecha sobre la izquierda de ella que cubría uno de sus pechos. La chica me miró y asintió con la cabeza, apartó las manos dejando al descubierto sus preciosos senos, yo con la mano izquierda encendí la luz interior del coche y acerqué mi cara para inspeccionar bien la zona. Ella avergonzada desvió su mirada hacia la ventanilla, pero se dejó hacer. No tenía aparentemente ninguna marca, al menos que me indicara que pudiera transformarse en un zombi en un futuro cercano.
-Estás perfectamente, o eso creo, no veo ninguna señal, parece que has tenido suerte…-Pero enseguida enmudecí al recordar el triste final que había tenido su pequeño hermano. Quizá físicamente estuviera bien, pero psicológicamente tenía que estar destrozada. Pensé que el sentirse desnuda no la ayudaría a recuperar su estabilidad mental y recordé que en el asiento trasero del coche descansaba la mochila que yo usaba para ir al gimnasio, dentro tenía que haber alguna prenda que pudiera prestarle, además de una botella de colonia con la que podría desinfectarle la zona donde ese asqueroso la había tocado. Agarré la mochila y rebusqué en su interior hasta encontrar una sudadera y el embase, acerqué la botella a su pecho y vaporicé varias veces sobre toda la zona. Cuando ella notó el frío líquido sobre su tersa piel se estremeció, su respiración se entrecortó un poco y luego vi como sus bellos se erizaban. Una vez esterilicé toda la piel que podía haber sido tocada por cabeza bola, guardé la botella y acerqué la prenda a mi nariz para olfatearla, un poco de olor a humedad y cerrado la impregnaba, pero nada insoportable. Mejor eso que pasearse con los pechos al aire el día en el que a los muertos les ha dado por salir a comer carne humana. Se la puse en la mano.
- Puedes ponerte esto- le dije. Ella me miró a los ojos y luego observó la sudadera que sostenía entre sus dedos y asintió con la cabeza. Sin articular palabra se desprendió de la chaquetilla y de los restos de la ropa desecha y se puso la prenda, una vez terminó de vestirse me habló con voz temblorosa.
-Tengo que hablar con mis padres, tengo que decirles lo que ha sucedido- me dijo entre sollozos…
-¿Cómo te llamas?- le pregunté. Ella tardó unos instantes en volver a hablar, pero finalmente respondió, se llamaba Alba.
-¿Sabes el número de teléfono de tus padres? Le dije mientras buscaba mi teléfono móvil en la chaqueta, estaba en el bolsillo interior izquierdo, pero en ese instante caí en la cuenta de que debía estar sin batería desde hacía días, no lo había puesto a cargar desde el miércoles por la noche. Segundos después al tenerlo en mi mano pude comprobar que estaba en lo cierto, completamente descargado. Saqué el cargador de la guantera, lo conecté a la toma del mechero, luego enchufé el teléfono, una vez vi que estaba recibiendo corriente, dejé el terminal sobre el salpicadero.
-¿Alba tú tienes teléfono?- le pregunté. Ella me dijo que sí, que lo tenía en su bolso. Pegué un vistazo alrededor nuestra buscándolo, pero no estaba en el interior del coche. Miré por la ventanilla y pude verlo tirado junto a la columna donde ella había estado apoyada. Tenía que recuperarlo. Antes de salir a por él, inspeccioné el garaje por las ventanas por si había alguna señal de peligro, pero no vi a nadie ni a nada, así que abrí la puerta y me dispuse a bajar. En ese momento Alba me cogió del brazo.
-No me dejes sola, por favor- me suplicó, la chica me miraba como te miraría un cachorrillo al que quieres dejar tirado en una cuneta.
-Tranquila Alba, es solo un momento, tu bolso está ahí, a tres metros, si lo cojo podrás llamar a tus padres y reunirte con ellos, no tengo ninguna intención de dejarte sola, te lo prometo- le dije transmitiéndole toda la confianza posible. Ella asintió con la cabeza y soltó mi brazo. Bajé del coche con todos mis sentidos alerta y rápidamente fui hasta la columna y me agaché para recoger el bolso de mi nueva amiga. Justo cuando ya regresaba al vehículo me pareció escuchar una vez más voces que venían de alguna parte del garaje. Aunque no podía situar su procedencia, no me parecía que vinieran de muy lejos y al parecer se acercaban a nuestra posición. Yo permanecí expectante junto a la puerta abierta del 4x4 mirando en todas direcciones.
- ¡Joder! ¡Esto es interminable!- Dije en voz alta. Eran voces masculinas, no entendía lo que decían, aunque se les notaba muy alterados, después disparos, ráfagas de disparos. Esa vez ya no los confundí con petardos, estaba muy claro que eran armas de fuego.

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