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Fan por Fan

jueves, 24 de mayo de 2012

CAPÍTULO 7: Preguntas

  Justo en ese instante de incertidumbre escuché voces, alguien estaba hablando en el garaje, la voz de una mujer joven rebotó en las paredes y altos techos del lugar y había alguien más con ella. Durante un breve espacio de tiempo me quedé helado hasta que una mujer y un chiquillo de unos seis años cogido de su mano, aparecieron al fondo de la calzada. Debían de haber salido del mismo ascensor que minutos antes yo había usado para bajar a coger mi coche e ir al trabajo. Caminaban en dirección a alguna plaza de aparcamiento cercana a la mía.
No sabía qué hacer exactamente. Una sensación extraña y extremadamente desagradable me invadió. Por mi mente pasaron imágenes de mi mismo saliendo del parking esposado. Noté como mis pelotas se reducían al tamaño de canicas al ser consciente en ese instante de que seguramente había asesinado a un hombre a sangre fría. La cabeza me daba vueltas y noté como un sudor helado brotaba por los poros de mi piel.
 Dudé entre escapar del lugar o hablar con ella. Una cosa era aplastar con el coche en caliente a un tipo que quiere matarte y otra muy distinta es ver después y ya en frío, cómo van a descubrir que eres un homicida en vivo y en directo.
Mi subconsciente me decía que saliera de ahí a toda prisa, pero el sentido común me empujaba a advertirla del riesgo. Ese tipo estaba infectado y yo no sabía cómo se contagiaba esa maldita enfermedad, además estaba ese pequeño.
-¿Y si me hago el sorprendido? ¿Qué hay un tipo aplastado ahí? ¡No me diga…! ¡Qué narices! ¡Déjate de gilipolleces!- Me ordené mentalmente. El crío no podía ver esa grotesca escena, esos regueros de sangre podían ser un peligro para ellos, tenían que retroceder.
Dejé a un lado mis remordimientos y avancé en su dirección unos pasos sin dejar de prestar atención al hueco vacío de mi plaza de aparcamiento.
 La chica que me vio andar hacia ellos se frenó en seco, miró las luces intermitentes del coche de los cristales rotos y al ver que la salida estaba bloqueada por mi todo terreno negro dio un paso atrás. Estaba confusa. Su mirada se clavó en mí y me analizó de arriba abajo en silencio.
Yo sin saber bien que decirle, me dirigí a ella con lo primero que se me pasó por la cabeza -Señorita, quédese donde está, no avance más, junto a ese coche rojo, hay un infectado, creo que está muerto- le dije empleando la voz más calmada que pude sacar de mi boca, mientras le señalaba con mi dedo índice el coche al que me refería.
No conocía a esa muchacha de nada, quizá fuera nueva en la urbanización, era una chica de unos veinticinco años, de larga melena negra y de alrededor de un metro sesenta y cinco de altura, no podía distinguir bien su cara a esa distancia, pero me pareció muy guapa, vestía con unos ajustados pantalones color beige y en su parte superior tenía puesta una fina blusa blanca, la cual cubría con una ceñida chaquetilla negra que realzaba su busto, en sus pies calzaba unos bonitos zapatos negros de tacón no muy alto, que combinaban a la perfección con el resto del conjunto, estaba claro que tenía buen gusto para elegir la ropa.
 El niño que estaba junto a ella si me resultaba familiar, pero no sabía con exactitud donde lo había visto antes, su cabello era del mismo color que el de la muchacha, tenía puesto un pequeño mono vaquero y bajo los tirantes un gordito jersey verde, en su mano libre colgaba de un asa una pequeña mochilita de colegio azul, adornada con un dibujo de un famoso personaje de anime.
La chica que seguía inmóvil me observó en silencio un instante más y después miró el hueco vacío que antes ocupaba el Rav4. Desde su posición, no le era posible ver el cuerpo de cabeza bola, ya que los vehículos aparcados a la izquierda de mi plaza de aparcamiento le ocultaban.
 No sé si le transmití el mensaje de la manera apropiada, aunque… ¿Cómo coño se cuenta algo así correctamente? Lo cierto es que seguidamente su mirada se desvió a la derecha en dirección a un Volkswagen escarabajo amarillo aparcado dos plazas más a delante de la mía, pero en la fila contraria, aunque no se movió y enseguida fijó sus enormes ojos en mi de nuevo, había ganado unos segundos de su tiempo...
-¿Como que hay un muerto ahí? ¿Un infectado?- Preguntó la joven con tono dudoso y desconfiado.
- No se asuste, por favor, me llamo Jaime y vivo en el quinto de la escalera cuatro, este lugar no es seguro, regrese a su casa, no sé si está vivo o no, ni sé cómo se transmite esa enfermedad de la que hablan en la tele. Ese tipo me atacó y yo… pues le he atropellado, ha pasado todo muy deprisa…- Le dije intentando justificarme mientras avanzaba lentamente en su dirección.
-¡Quédese donde está!- Dijo la chica, más nerviosa que antes -¿Está usted herido? Tiene su mano izquierda empapada en sangre- La muchacha retrocedió dos pasos claramente alarmada.
Miré mi mano ensangrentada, estaba seguro que esa sangre la ponía muy nerviosa por alguna razón, pero no entendía el por qué.
-¿Esto?, no es nada, ese hombre consiguió morderme en el antebrazo, pero no es grave-  le dije, mientras movía el brazo de arriba abajo para que viera que no era nada serio… “Sé que es una reacción estúpida, pero no se me ocurrió nada mejor en ese momento.”
La chica al escuchar esto, ahora estoy seguro de que palideció.
-Por favor, aparte su coche de la salida, si ese hombre le ha mordido usted está también  infectado, ¿Es que no ve las noticias?, un ataque como ese le ha contagiado, déjeme salir de aquí, se lo ruego, tengo que llevar a mi hermano pequeño al punto seguro que han establecido en la zona del puerto marítimo- dijo la chica con un tono tan convincente que me estremeció.
-¡Joder! ¿Qué ha pasado en estos dos últimos días? ¿Qué me he perdido? -Le pregunté acojonado mientras miraba mi brazo con los ojos abiertos como platos. Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo, cuando me imaginé comportándome igual que mi vecino el alemán, paseándome en bata de baño e intentando morder al personal.
-Mire yo no le conozco- Dijo la chica, haciendo un gran esfuerzo por mantener la calma.- Pero ya que me da la impresión de que ha estado encerrado en una cueva estos últimos tres días, le informaré de lo que yo sé, pero le ruego que después nos deje marchar- Yo asentí con la cabeza sin articular una sola palabra y ella prosiguió.
 -El sábado el ejército y la policía comenzaron a evacuar a los ciudadanos de sus casas, los aeropuertos del país están cerrados, ya no hay cuarentenas, pero las autopistas y autovías principales permanecen bloqueadas debido a los accidentes que ya nadie atiende, así que escapar de Alicante por carretera es prácticamente imposible, el virus está completamente fuera de control y lamento decirle que una de las formas de contagio es por recibir una mordedura de un infectado, la saliva lo contagia, su sangre, incluso un simple arañazo puede ser suficiente.
Desde el domingo se está informando a la población, que no pudo ser evacuada en un principio, de cómo tienen que trasladarse a los puntos seguros por ellos mismos, ya que las autoridades están desbordadas. Fuera de esas zonas seguras ya no pueden garantizar nuestra seguridad. Mis padres fueron a buscar a mi hermana Cristina a su casa ayer, pero no ha regresado, la están esperando porque no tienen manera de contactar con ella telefónicamente y quieren estar ahí cuando regrese. Esta mañana he intentado hablar con ellos, pero no responden al teléfono, así que voy a buscarlos para que luego podamos ir al punto seguro todos juntos.-
Al escuchar toda esa información el alma se me cayó a los pies. La situación era mucho peor de lo que yo pudiera imaginar, era como estar viviendo una pesadilla.
La mirada de la muchacha volvió a buscar el escarabajo amarillo, sin duda mi mano ensangrentada le causaba terror, ella creía que yo estaba infectado, pero si el riesgo era la saliva y a pesar de estar herido, yo no me había podido contagiar.
Pegó un suave tirón de la mano del pequeño y le susurró algo que no pude entender en la distancia. Metió su mano derecha en un pequeño bolso de charol negro, en el que yo, hasta ahora no había recaído y que colgaba de su hombro derecho, después reemprendió a paso ligero su camino en dirección al vehículo, apartándose todo lo que pudo a la derecha, para alejarse lo máximo posible del peligro del que la había prevenido. Mientras caminaba rebuscaba apresuradamente en el interior de su bolso y enseguida sacó en su mano cerrada unas llaves. Estaba clara cuál era su intención, quería salir a toda costa y lo más rápidamente posible de ese subterráneo, de nada había servido el haberle contado lo que en mi plaza de aparcamiento y ya solo un poco más adelante de ella reposaba sobre el suelo.
 Las pequeñas piernas del niño se esforzaban por mantener el paso de su hermana sin éxito, haciendo que se viera forzado a quedarse un poco rezagado y teniendo que ser prácticamente remolcado por ella.
-¡De verdad, no lo haga!- Le grité al ver que ya estaba casi a la altura donde descansaba el cuerpo de nuestro vecino.-No he estado en contacto con la saliva, ¡Mi chaqueta! él no la ha atravesado con los dientes- Me apresuré a decirle intentando evitar por todos los medios que pasaran tan cerca del lugar donde tan dantesco espectáculo les aguardaba.
-¡Aparte su coche de la salida del garaje, por favor!- me voceó ella, ya con tono irritado y sin detenerse ni por un instante. Ya no tenía intención de pararse más a charlar, eso estaba claro. Por su tono de voz me di cuenta de que si no quitaba yo mismo el Rav4, ella sería capaz de envestirlo con su pequeño vehículo para abrirse camino si fuera necesario.
¡Pero vamos a ver! ¡¿Eres sorda?! ¡¿Te he dicho que está Mickey Mouse ahí?! ¡No! Te he dicho que hay un infectado posiblemente muerto ¡Joder! ¡Retrocede! ¡Coño! –Le grité haciendo un último y desesperado esfuerzo por que entendiera que estaba en peligro. Pero ella hizo caso omiso nuevamente y continuó con la carrera apretando aun más el paso.
Cuando la joven y su pequeño hermano estaban casi a la altura de mi plaza de aparcamiento, se desató el desastre. Mi vecino al que yo creía difunto les salió al encuentro, ella al ver que el enorme Alemán se les venía encima, se quedó petrificada. En ese momento imagino que se dio cuenta de que yo no era la verdadera amenaza y de que en todo momento mi única intención era la de protegerles, pero ya era demasiado tarde para rectificaciones. La chica me miró y a pesar de que su rostro reflejaba puro terror y de que de sus labios no salieron palabras, con su mirada me pidió perdón.

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