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Fan por Fan

domingo, 16 de diciembre de 2012

CAPÍTULO 16: Colapso


El sol aun no había regresado cuando los primeros disparos resonaron en la distancia, de golpe me incorporé destapando a Alba que aun permanecía dormida. Aun un poco atontado miré a mi alrededor donde la mayoría de la gente continuaba durmiendo, pero pude ver que algunas personas ya estaban de pie mirando en todas direcciones desconcertadas por lo que inmediatamente supe que no eran imaginaciones mías, enseguida los disparos resonaron nuevamente confirmándome que eran reales, al principio eran ráfagas cortas, que poco a poco ganaban cadencia, enseguida mis ojos buscaron la carpa verde oliva donde divisé mucho movimiento de militares, algo estaba pasando y no podía ser nada bueno.
Suavemente desperté a alba zarandeándola un poco, ella se desperezó lentamente ignorante de que algo estaba ocurriendo.
-Alba despierta, está pasando algo, ¡Despieertaaa!- Le ordené algo alterado.
Ella mientras profería un enorme bostezo me miró frunciendo el ceño algo confundida.
-¿Qué te pasa Jaime? ¿Qué ocurre?- Me preguntó ella.
-Algo va mal, algo va muy, pero que muy mal, escucha…- Le aclaré mientras señalaba con mi dedo índice mi oreja derecha.
Alba enseguida escuchó también los disparos que ya habían ganado mucho en intensidad y en frecuencia. Inmediatamente se incorporó como si un resorte hubiera saltado dentro de su columna vertebral, miraba con ojos desorbitados en todas direcciones sin saber que hacer o que decir.
En esos instantes ya casi todo el mundo confinado en la plaza de toros se comportaba de una manera muy similar a la de Alba. Lo que empezó siendo un murmullo fue subiendo de decibelios hasta convertirse en gritos de desesperación, todo el mundo estaba aterrorizado y cuando la gente se acojona suceden cosas malas.
 “El individuo es inteligente, pero la masa es sumamente estúpida.”
 Una frase que escuché decir a mi padre en más de una ocasión y que ahora estaba seguro que de quedarnos mucho tiempo en ese lugar la podríamos ver materializada en todo su esplendor.
-Alba, ¡Vamos! Tenemos que ver qué es lo que está pasando fuera.- Le dije mientras la cogía de la mano y tiraba de ella para ponerla en pie.
Ella me miró aun confundida, pero obedeció al instante. Mientras corríamos escaleras arriba en dirección al mirador varias explosiones se escucharon lejanas, pero sumamente cercanas para mi gusto. Poco tiempo después nos asomábamos juntos al mirador con la esperanza de descubrir a qué se le estaba disparando, pero nada parecía ir mal en la barricada. Los no muertos no habían conseguido superarla y los soldados seguían custodiándola, aunque ya no miraban en dirección a los zombis, si no justo al contrario, su atención ahora estaba fijada en la procedencia de los disparos, parecían estar muy confusos y alterados. En un momento dado un camión militar con su parte trasera cubierta por una lona verde llegó a toda velocidad deteniéndose a escasos metros de la barricada que teníamos debajo y varios grupos de militares subieron en él a toda prisa, después el vehículo reanudó su marcha en dirección a la calle Rambla Méndez Núñez. Sin duda el camino al punto seguro estaba sufriendo algún tipo de ataque y mandaban refuerzos para intentar controlar la situación.

-¿Y qué puñetas está pasando ahora? ¿Esos disparos no vienen de la ruta asegurada?-Me preguntó Alba agarrándome fuerte del brazo y dándole algunos tirones como para obligarme a responderle.
-Creo que sí, parece que hay problemas en la vía de escape al punto seguro, algo debe estar pasando, es posible que tengamos problemas para llegar hasta él… ¡Joder! Tendríamos que habernos ido ayer como me dijo el coronel… ¿Por qué cojones no le hice caso?- Respondí mientras apretaba fuertemente mis puños contra la repisa del mirador.
En ese momento de frustración un sonido lejano se mezcló con el de los disparos, pero algo llamó mi atención pues venía del lado contrario al de estos, en un principio era como un débil rugido lejano, pero poco a poco fue ganando fuerza, desconcertado saqué la cabeza por el gran arco y miré a la derecha, Alba que también lo escuchaba hizo lo mismo, seguimos el serpenteante río de cabezas muertas y lo que vimos en la distancia nos heló la sangre.
Una enorme máquina de obra de color amarillo y provista de una gigantesca pala frontal bajaba a una considerable velocidad por la avenida de Jijona en dirección a la barricada, pero no solo era la posibilidad de que pudiera reventar el muro que nos separaba de la ingente cantidad de zombis que aguardaban tras él lo que me perturbaba, sino también el hecho de que a su paso la inmensa mayoría de seres se apartaban dejándole vía libre para que pasara, aun así algunos eran aplastados bajo las enormes ruedas, pero el hecho de que le cedieran paso trajo a mi mente al repugnante ser que había visto horas antes palpando con sus asquerosas manos nuestras defensas.
Inmediatamente los soldados que custodiaban la barrera y que se habían percatado abrieron fuego contra el vehículo de enormes proporciones en el que comenzaron a saltar chispas cuando las balas impactaron en su pala de acero, era imposible que pudieran detenerlo con simples fusiles de asalto y menos con la considerable distancia que aun les separaba.
Varios soldados llamaban por sus emisoras seguramente dando aviso de lo que se les venía encima y menos de un minuto después un todo terreno descapotable de color verde oscuro irrumpía a toda velocidad en la plaza de España cargado de soldados, vi como en la espalda de dos de ellos colgaban lanza cohetes que me parecieron del modelo alcotán 100 o de alguno similar, conocía perfectamente ese tipo de lanzacohetes equipados con sistema de telemetría láser y sabía que si hacían blanco sobre la frontal con un cohete anti carro reducirían a chatarra a esa máquina. Tuve la sensación de estar viendo en primera fila el rodaje de una película bélica en la que todo sucedía a cámara lenta, pero en la que sabía perfectamente  que si los buenos erraban el disparo las consecuencias no quedarían tras la pantalla una vez concluyera el film.
Alba continuaba agarrada a mi brazo y seguía en silencio el curso de los acontecimientos, yo no perdía de vista a los dos soldados equipados con las enormes armas cargadas de esperanza que ya se encaramaban a la barricada con la intención de detener a la infernal máquina que ya estaba a menos de medio quilómetro de distancia.
Lo hicieron a la vez, se posicionaron a dos metros el uno del otro y apuntaron, y cuando los primeros rayos de luz solar asomaban por el horizonte abrieron fuego casi al unísono, un espeluznante silbido resonó en el aire aplastando por completo cualquier ruido que pudiera llegar de otro lugar, los proyectiles salieron de sus tubos dejando una estela sobre las cabezas de los no muertos y se dirigieron a toda velocidad en dirección a la frontal, el primero impactó justo en el centro de la pala haciéndola bolar por los aires envuelta en una fuertísima explosión que esparció metal y fuego en todas direcciones, las ruedas delanteras del pesado vehículo se elevaron un par de metros en el aire, como un caballo asustado levanta sus patas delanteras antes de emprender una desbocada carrera, pero en el caso de la frontal no fue así, no reanudó la marcha, el segundo cohete impactó milésimas de segundo después en sus bajos ahora enfrentados a la trayectoria del proyectil, y esta vez la explosión fue de órdago, la máquina al recibir el segundo impacto estalló en mil pedazos envuelta en una deflagración infernal, los zombis que en aquellos momentos la rodeaban quedaron reducidos a míseros despojos humanos churrascados y los que se encontraban un poco más alejados salieron despedidos varios metros por los aires yendo a estamparse contra lo primero que se encontraron a su paso.
Los militares gritaron celebrando su victoria, varios se abrazaron y algunos levantaron sus puños al cielo, los dos soldados que habían disparado contra la frontal chocaron sus manos, incluso yo di un suspiro de alivio al ver qué el riesgo de que la barricada se viniera abajo había pasado, así que lo que vino a continuación me cogió totalmente por sorpresa al igual que a todos los soldados que celebraban la efímera victoria.
Unos metros más allá, en el muro de chatarra que cerraba la avenida de Alcoy los soldados disparaban incesantes ráfagas de proyectiles a diestro y siniestro, era la barricada contra la que yo había estampado mi querido Rav4, una vez más el peligro se cernía sobre nosotros y no podíamos hacer nada por evitarlo. Las celebraciones cesaron inmediatamente y los soldados comenzaron a descender de sus posiciones y a correr a toda velocidad en dirección a la otra barricada, pero todo fue inútil, no hubo tiempo de que los fantásticos alcotán 100 obraran su magia nuevamente, segundos después un poderoso estruendo llegaba hasta nosotros, el cual no presagiaba nada bueno, un enorme camión tráiler de color blanco nieve aparecía ante nuestros ojos e iba a volcar aparatosamente muy cerca de la Plaza de España. Los tres coches aplastados que arrastraba por delante de él hasta que quedó panza arriba indicaban claramente que la barricada había caído y que los zombis tenían vía libre para entrar y danzar a tropel tras ella, lo único que se interponía entre ellos y nosotros eran los soldados que ahora venían de todas partes y corrían en dirección a la brecha que había abierto el camión.
Los zombis que había bajo el mirador empezaron a proferir alaridos histéricos y a mirar con ojos abiertos como platos en todas direcciones, como si una antinatural llamada llegara a sus oídos indicándoles que en algún lugar había un camino libre y que el desayuno estaba listo. Giraban sobre sí mismos movidos por ese desconcertante impulso y encaminaron sus pasos a una calle muy cercana a donde había explotado la frontal en mil pedazos y que comunicaba las dos avenidas, los caminantes no siguieron los pasos de los podridos , estos se lanzaron a toda velocidad contra la barricada ahora desprotegida y se encaramaron por ella superándola pocos segundos después, en apenas un minuto ya eran más de una centena los que habían pasado sobre la majestuosa barrera de chatarra y se encaminaban a grandes y desgarbadas zancadas en dirección a los militares que intentaban contener el avance de los no muertos a toda costa en la otra posición. Cayeron sobre ellos por la retaguardia y por sorpresa produciendo de esta manera un fuerte colapso en las defensas militares que se veían irremediablemente asediadas desde todos los flancos.
-¡Joder! ¡Están perdidos, el puesto armado va a caer! ¡Tenemos que salir de aquí o estamos jodidos!- Le dije a Alba que seguía mirando anonadada sin que pareciera dar crédito a lo que veían sus ojos.
-¿Y a donde vamos a ir? ¡No hay donde ir Jaime!- Me respondió ella profundamente apesadumbrada y empleando un tono de voz del que se desprendía tanta resignación que no me gustó nada. Me dio la sensación de que Alba ya se preparaba para lo peor, pero yo no pensaba darme por vencido y tampoco iba a permitir que ella se rindiera.
-No digas chorradas, siempre hay opciones… Lo que no vamos a hacer es quedarnos encerrados en esta plaza que en pocos minutos se va a convertir en una verdadera ratonera humana. ¡Iremos al punto seguro! ¡Sea como sea vamos a llegar a él! ¿Vale, Alba? ¿Estás conmigo?- Le dije cogiendo su cara entre mis manos y mirándola fijamente a los ojos para que centrara su atención en mis palabras, ella asintió en silencio con la cabeza, después la besé en la frente, la cogí de la mano y salimos corriendo juntos como alma que lleva el diablo en dirección al exterior de la plaza de toros.
Los escalones parecían volar bajo nuestros pies mientras descendíamos de la parte más elevada de las gradas, casi toda la gente ignorante de lo que sucedía fuera había descendido de sus lugares de descanso y se concentraban sobre la arena del recinto taurino como borregos esperando la matanza, pero intenté no pensar en ellos, nada podíamos hacer por aquella muchedumbre, solo podíamos correr y no mirar atrás.
Rápidamente penetramos en el túnel que discurría bajo las gradas y encaminamos nuestra carrera en dirección al exterior, justo cuando podíamos divisar las grandes puertas observamos como varios soldados comenzaban a clausurar la salida para proteger a los civiles que estaban en el interior, apreté fuerte la mano de Alba y aceleré el paso para llegar antes de que los grandes portones nos impidieran escapar.
<< ¡Y escapamos! ¡Vamos que si escapamos! >>
Cuando apenas quedaba espacio salimos, uno de los soldados al vernos pasar nos ordenó que nos detuviéramos y regresáramos al interior, pero su compañero le increpó para que se callara y siguiera empujando y segundos después las puertas se cerraban definitivamente tras nosotros.
El nuevo panorama que se abría ante nuestros ojos no era nada prometedor, el sonido de los disparos y las explosiones llegaban hasta nosotros desde todas las direcciones, miré a Alba que permanecía junto a mi sumida en un absoluto silencio, me pareció verla temblar, pero su mirada era despierta, nada que ver con la mirada que tenía cuando cabeza bola acabó con la vida de su hermano en los garajes de la urbanización, y eso era bueno, no estaba en estado de shock, sino que era totalmente consciente del peligro que nos rodeaba.
Hice un barrido con la mirada y busqué a los soldados para ver cuál era su situación la cual no era nada prometedora, se habían visto obligados a retroceder y a proteger su retaguardia con los edificios colindantes a la desmoronada barricada, varios francotiradores les cubrían desde las ventanas de esos mismos edificios, pero estaban acorralados y cada vez el número de no muertos era mayor, era cuestión de tiempo que se vieran superados por la interminable marea y sucumbieran bajo sus garras y dientes para después levantarse de nuevo y unirse a sus filas del averno, cuando estaba a punto de emprender la huida con Alba hacia el punto seguro algo llamó mi atención, un bulto que permanecía inmóvil en el suelo a unos ciento cincuenta metros de nuestra posición, pero más que la silueta del cuerpo inerte de un soldado caído, lo que atrajo mi atención fue el fusil que descansaba en el suelo junto a él, si conseguía hacerme con ese arma tendríamos muchas más posibilidades de llegar a nuestro destino sanos y salvos, estaba convencido de que los disparos que me habían despertado provenían de la zona a la que nos íbamos a dirigir, quizá la situación no fuera tan caótica en esa zona, pero estaba claro que no estaría exenta de peligros y el tener un arma podría marcar la diferencia entre el éxito o el fracaso de nuestra nueva aventura.
-Alba, no te muevas de aquí…-Le dije mientras soltaba su mano y me disponía a salir a la carrera con la intención de recuperar el arma de aquel soldado muerto.
-¿Cómo que no me mueva? ¿Qué vas a hacer, Jaime? ¿No pensarás dejarme…?- Pero no terminó su frase pues yo ya había salido con toda la velocidad que mis piernas me podían proporcionar, crucé la calle y penetré en la plaza de España donde reposaba el cuerpo, llegué hasta él a tanta velocidad que casi me paso de largo, viéndome obligado a derrapar sobre el húmedo pavimento como si fuera un coche de fórmula1 con las ruedas desgastadas, mi mano se lanzó hacia el fusil Heckler & Koch G36E como un torpedo y enseguida su correa colgaba de mi hombro, pero cuando me disponía a regresar caí en la cuenta de algo…
-¿Y si no tiene  munición?- Me dije a mi mismo, entonces miré nuevamente al soldado que permanecía tumbado de costado y mis ojos lo analizaron rápidamente, en su espalda aun permanecía enganchada por las asas una pequeña mochila de combate de colores de camuflaje a juego con su uniforme, sin dudarlo un momento me coloqué sobre él y comencé a retirársela, su brazo fláccido salió fácilmente liberando una de las dos cintas que retenían la mochila prendida a su espalda, pero para quitarle la otra tenía que mover el cuerpo y ponerlo del otro costado, con suma prudencia cogí al soldado que me daba la espalda por el hombro y tiré de él para colocarlo en la postura contraria, al hacer esto su cuerpo giró bruscamente y quedó boca arriba y entonces pude ver cuál había sido la causa del fallecimiento de este, un disparo le había impactado en pleno pecho el cual había dejado una gran flor roja en él y un gran charco de sangre que hasta entonces había permanecido fuera de mi campo de visión quedó expuesto frente a mis ojos, sin duda le había destrozado el corazón una bala perdida, entonces caí en la cuenta de que en aquella zona de guerra no solo los zombis representaban una amenaza, las balas que salían proyectadas en todas direcciones de los fusiles de los soldados también eran un serio peligro, entonces miré a Alba que permanecía inmóvil con las manos juntas tapando su boca y fui consciente de que estaba expuesta ante un posible balazo, aceleré mi tarea y retiré la mochila del soldado de una vez por todas y me la colgué de los hombros, también le quité el ceñidor del que colgaban dos cartucheras con cargadores en su interior y una funda de pistola con su pertinente Llama M-82 de 9mm enfundada dentro y me lo ajusté sin quitarme el que yo ya tenía en mi cintura para ahorrar tiempo, una vez tuve todo el equipo del soldado conmigo no pude evitar mirar el rostro del muchacho, era un chico joven, demasiado joven, apenas contaría veintidós primaveras y no pude evitar sentir una profunda lástima por aquel chaval que había muerto intentando proteger la vida de sus semejantes, pero al menos jamás se levantaría para deshacer las buenas obras que sin duda habría realizado en vida.
-Gracias amigo- Le dije en voz baja mientras cerraba sus vidriosos ojos marrones ya carentes de vida, pero no tenía tiempo de más ceremonias, tenía que salir de aquel lugar y cuando antes mejor. Rápidamente me incorporé y reemprendí el camino de regreso junto a Alba, pero cuando aun no estaba ni a mitad de camino algo en mi visión periférica me hizo girar la cabeza a la izquierda. Un caminante que seguramente había saltado la barricada mientras yo cerraba los ojos del soldado había emprendido una frenética carrera en dirección a Alba que totalmente desconocedora de este hecho seguía inmóvil presenciando mi carrera de regreso.
Estábamos a una distancia muy similar de nuestro objetivo, pero el cabrón era realmente rápido, yo sentí como la adrenalina invadía mi torrente sanguíneo haciéndome sacar fuerzas de flaqueza y permitiéndome aumentar la velocidad de mis piernas considerablemente, viré un poco mi trayectoria a la izquierda y puse rumbo de colisión directa con el caminante que ya estaba casi encima de mi amiga, sabía que el impacto sería muy fuerte y comencé a analizar en mi mente al individuo y mis posibilidades de éxito, por suerte el zombi no era el de un tipo grande, realmente no debía de tener más de diecinueve años antes de morir y lo cierto es que era un delgaducho, yo le sacaba al menos una cabeza, así que el pequeño caminante que vestía unos ensangrentados vaqueros azules y una chaqueta verde de deporte tenía muy pocas posibilidades de salir victorioso en un impacto inicial contra mí ya que le superaba considerablemente en peso y tamaño, otra cosa era lo que sucediera una vez chocáramos, sabía que esos cabrones no sentían dolor, pero tenía la esperanza de poder rematarle antes de que tuviera tiempo de ponerse en pie, así que me dispuse a embestirlo con el hombro como si de una puerta se tratase, con la intención de derribarle sin caer al suelo yo también en el intento.
Alba se dio cuenta de que yo no la miraba a ella y de que modificaba mi trayectoria, instintivamente siguió la dirección de mi mirada dándose cuenta entonces de que un caminante se le venía irremediablemente encima, me miró a mí, después a él y continuó inmersa en ese partido de tenis sin pelotas esperando a que llegara el momento de la verdad.
Cuando el caminante estaba a apenas un metro de Alba y ya estiraba sus mugrientas zarpas anticipándose al instante en el que caería sobre ella llegó el impacto, yo agaché la cabeza, apreté fuertemente los dientes y empleando una furia más allá de todo baremo estampé mi hombro en el costado del zombi cual ariete humano se tratase,  a lo que sus costillas respondieron con un quejumbroso y desagradable crujido, un estallido de dolor traspasó mi hombro derecho, y un latigazo bajó desde este hasta llegar a los dedos de mi mano, pero no perdí el equilibrio y me mantuve en posición horizontal, todo lo contrario que el caminante que se elevó un metro por el aire y cayó de bruces en el suelo produciendo un sonido acuoso, pero para nada quedando fuera de combate como yo ya había supuesto, enseguida reaccionó desordenadamente intentando incorporarse, pero yo no pensaba permitirle que lo consiguiera, cogí el fusil entre mis manos y sin comprobar ni siquiera si tenía munición lo monté, apunté a su frente y apreté el gatillo sin dudarlo por un momento, tres balas salieron súbitamente del cañón del arma, la primera impactó en su cuello abriendo una gran cavidad de la que salieron esparcidos girones de carne y cuajarones de oscura sangre corrupta, el segundo impactó en su mandíbula haciendo saltar por los aires dientes, hueso y partes de su amoratada lengua muerta y el tercero penetró por su ojo derecho haciendo explotar su cráneo en la parte posterior de este y lanzando a diestro y siniestro masa encefálica que quedó desparramada por toda la acera. Después de sacudir varias veces sus extremidades el caminante quedó inmóvil en el suelo, una vez se detuvo por completo miré con ojos acusadores el arma humeante con la que le había mandado de vuelta al mundo de los muertos, como sospechaba el fusil estaba puesto en modo ráfaga, de ahí los tres disparos que en un principio me habían cogido por sorpresa.
Alba me observaba con ojos atónitos, yo reaccioné enseguida y sin mediar palabra la cogí de la mano y reemprendimos juntos nuevamente nuestra huida en dirección al punto seguro.
Fue como estar corriendo por una ciudad muerta, no nos encontramos con nadie por el camino, tuvimos que sortear varias maletas abandonadas en plena acera por sus dueños y la basura que se acumulaba por todas partes dejaba de manifiesto que ya hacía varios días que nadie se encargaba de la limpieza de la ciudad. Las lunas reventadas de los escaparates vacíos indicaban claramente que en un momento dado se habían producido saqueos en aquellas tiendas, algunas incluso habían ardido hasta los mismísimos cimientos junto con los edificios en las que estaban ubicadas, seguramente sin que nadie hubiera intentado extinguir las llamas que las habían consumido por completo, cosa que ya no debía importarle a sus propietarios, pues o estaban muy ocupados intentando devorar a sus antiguos clientes o estarían preocupándose únicamente de salvar sus vidas y las de los suyos sin interesarse ya por el estado de sus posesiones materiales.
En esos momentos y viendo el estado lamentable de la ciudad no quise ni imaginarme como debían de haber sido las horas previas al estallido definitivo de la pandemia y me alegré de haber caído enfermo solo unos días antes ahorrándome de ese modo la situación caótica que debió de vivirse en las primeras horas del brote.
Si antes hubo vigilantes en las pequeñas barricadas junto a las que pasábamos y que cerraban los accesos a la calle de San Vicente por la que huíamos, ahora sus defensores habían abandonado sus puestos para atender algún asunto más importante. No pude evitar preguntarme donde estarían ahora Eduardo y los demás. Ellos habían sido enviados a proteger aquella vía de escape, si aun estaban vivos no deberían estar muy lejos…
Mientras miraba las abandonadas barricadas comencé a deducir que si lo mismo que había pasado en el puesto armado estaba sucediendo en otras posiciones era solo cuestión de minutos que nos topáramos de frente con algún grupo de zombis.
Por delante nuestra se seguían escuchando cientos de disparos que a cada zancada se volvían más y más atronadores, pero no había rastro de ningún efectivo militar o policial dentro de nuestro campo visual, por suerte tampoco nos topamos con zombis, por lo que pudimos avanzar muy rápidamente hasta llegar a la altura del mercado central, entonces la situación cambió radicalmente.
En cuanto llegamos al final de la calle y  nos vimos en plena avenida Alfonso X el sabio, una explosión nos obligó a girar la cabeza a la derecha para toparnos con al menos una de las fuentes  de los disparos que habíamos escuchado desde primeras horas de la mañana, ahí delante a tan solo un par de cientos de metros un enorme carro blindado del modelo Leopard ardía en llamas y seriamente dañado seguramente alcanzado por algún misil anticarro, pero antes de haber terminado de esa manera tan catastrófica había derribado la barricada.
Cientos de efectivos de diversos cuerpos de las fuerzas del estado se posicionaban frente a las puertas del monstruoso edificio que era el mercado central de Alicante en perfecta formación y abrían fuego contra el hueco resultante de la colisión del  Leopard y por el que continuamente emergían espectros que pasaban a través de él con una sola idea en sus muertos celebros, llegar hasta los defensores.
La brecha abierta en la barricada  había sido rellenada casi hasta la mitad de cuerpos acribillados a balazos de no muertos alcanzados por el fuego continuo que caía sobre ellos como una lluvia de plomo, pero aun así, los estúpidos zombis ascendían sobre los cadáveres de los suyos, solamente para pasar a formar parte de la gran pila funeraria en la que se había convertido aquel acceso. De momento las cosas parecían estar relativamente bajo control, pero teniendo en cuenta que el puesto armado había caído era tan sólo cuestión de tiempo que desde la misma calle por la que nosotros habíamos venido llegara un nuevo frente de enemigos acorralando a los efectivos y finalmente haciendo que el camino al puerto deportivo estuviera perdido por completo. Supuse que estarían al corriente de lo que estaba sucediendo a tan solo un kilómetro de distancia de su posición, y la verdad no terminaba de entender cómo se las arreglarían para retirarse si se veían cercados por la retaguardia, pero no pensaba quedarme a comprobarlo. Teníamos que seguir avanzando con la esperanza de que no hubiera caído ninguna barricada más adelante, pues estaba convencido de que estas estarían desprotegidas al igual que las que habíamos visto por el camino, los últimos efectivos debían de estar concentrados taponando aquel hueco que el carro blindado había creado en la enorme barrera por lo que el riesgo de que nos encontráramos zombis más adelante era una posibilidad muy plausible.
-¿Cómo narices piensan salir de ahí? Van a quedarse atrapados como los del puesto armado…- Dijo Alba para sí misma sin apartar la mirada de la inmensa formación que aquellos valientes constituían.
Quise darle alguna respuesta pero no pude, solo la observé en silencio sin saber que decir, pero no fue necesario que dijera nada pues como respuesta a su pregunta el sonido de un fuerte trueno, seguido de un segundo aun más poderoso se sobrepusieron al estruendo que emitían los humeantes fusiles.
Alba y yo miramos al cielo buscando la procedencia de aquel antinatural ruido y entonces los vimos, dos flamantes aviones caza de combate Typhoon Eurofighter pasaron sobre nuestras cabezas surcando el cielo a baja altura a velocidad supersónica, después sobrevolaron la dañada barrera para luego describir un giro ascendente y separarse yendo uno a la izquierda y el otro a la derecha hasta que los perdimos de vista, algo en ellos me llamó la atención, bajo sus estilizadas alas vi que cargaban con dos enormes misiles de color naranja cada uno. De delante nuestra un rugido furioso comenzó a ganar en potencia sonora y desde el cielo un nuevo sonido llegó hasta nuestros oídos, un potente palmoteo, “plaf, plaf , plaf, plaf, plaf” fue rebotando cada vez con mayor frecuencia e intensidad  en las fachadas de los edificios circundantes. No sabía que era exactamente lo que se les venía encima a los zombis, pero sin duda el ejército no había dicho su última palabra ante la posibilidad de perder la vía de escape por la que tanto los efectivos como los refugiados en la plaza de toros tendrían que seguir para poder llegar al puerto sanos y salvos.

sábado, 15 de diciembre de 2012

CAPÍTULO 15: Nubes

Una vez me quedé nuevamente solo, comencé a deambular de un lugar a otro por el interior de la plaza ensimismado en mis propios pensamientos y sin tener un rumbo fijo a el que encaminar mis pasos. Pasé varias veces por delante de las carpas de la cruz roja donde el personal sanitario seguía con su incansable tarea de cuidar a los heridos, di una vuelta al recinto observando detenidamente a toda la gente que había en las gradas, muchos ya intentaban conciliar el sueño, otros en cambio habían formado pequeños grupos y charlaban entre ellos de manera tranquila.
Poco a poco los minutos pasaron sin que yo me diera demasiada cuenta de ello, en un momento dado un numeroso grupo de soldados que caminaban en fila de a dos irrumpieron en el recinto y se dirigieron a la carpa de los militares. Una vez llegaron frente a ella se detuvieron y a la orden del que dirigía la marcha rompieron la fila y realizaron una formación de a cinco por diez, en total eran cincuenta hombres los que permanecían firmes frente a la carpa. Una vez hecho esto el hombre que había dado la orden entró en el habitáculo verde oliva y tras unos minutos en los que yo permanecí expectante regresó acompañado del coronel Martínez, el cual habló durante unos minutos con aquel individuo, después este saludó militarmente al coronel el cual le devolvió el saludo sin hacer mucha reverencia, seguidamente Martínez regresó al interior de la carpa.
El militar desconocido permaneció durante un rato estático, me dio la sensación de que estaba intentando asimilar algo sin mucho éxito, después zarandeó la cabeza como intentando despejar algunos oscuros pensamientos de ella y mandó a las tropas formar de nuevo en fila de a dos, a lo que los soldados obedecieron inmediatamente, una vez concluyeron el individuo ordenó media vuelta y de frente ¡ar!, y la fila se puso en marcha en dirección al exterior.
Vi salir a los jóvenes soldados mientras me preguntaba cuales serían las órdenes concretas que abrían recibido por parte de Martínez, aunque estaba casi seguro de que la conversación que minutos atrás yo había mantenido con los tres oficiales tenía algo que ver con todo aquello, se me pasó por la cabeza la idea de que debía de tratarse de los refuerzos de los que me había hablado el coronel, y la verdad es que el saber que cincuenta hombres más velarían por nuestra seguridad durante toda la noche me tranquilizaba un poco. Me sentí realmente bien por haber contribuido a que toda la gente que allí se refugiaba estuviera más segura, aunque fuera solamente durante algunas horas.
Regresé al lugar de la grada donde reposaba el saco de dormir, lo cogí y lo extendí sobre el frío hormigón y después me tumbé sobre él para poder descansar un poco. La ceja me había empezado a doler y un calor intenso me recorría toda la zona del ojo produciéndome una desagradable sensación. Intentando no pensar en ello me esforcé por centrar mi atención en los girones de nubes que pasaban surcando el cielo a baja altura sobre mí, se veían de un color anaranjado debido al reflejo de las luces de la ciudad y así, viéndolas pasar mis párpados comenzaron a hacerse pesados y poco a poco fui cerrando los ojos y dejándome arrastrar plácidamente al mundo onírico.
Una suave caricia en mi mejilla hecha por una delicada y fresca mano me hizo salir del sueño ligero en el que había entrado, con un poco de esfuerzo abrí los ojos y miré hacia el cielo en el que ya no veía nubes, sino el rostro de Alba que me miraba desde lo alto obsequiándome una preciosa sonrisa a la cual yo no pude evitar responder con otra a pesar de estar aun medio dormido.
-Hola Jaime… ¿Ya estabas durmiendo?- me preguntó Alba empleando un tono de voz tan melodioso que en mis oídos sonó como una dulce musiquilla.
Yo carraspeé un poco y tragué saliva preparándome para responderle mientras intentaba incorporarme pero no pude, Alba me sujetó del hombro y empujó sobre mí hasta hacerme tumbarme de nuevo, seguidamente me hizo un gesto gracioso con la mano para que me apartara y le dejara un sitio, Yo un poco desconcertado reculé hasta que mi espalda topó con el escalón de la fila superior de las gradas y una vez estuve de lado y habiendo dejado suficiente espacio para que Alba cupiera ella se tumbó a mi lado dándome la espalda. Su cuerpo hizo contacto con el mío en varios puntos en los cuales pude sentir el calor que ella irradiaba, una sensación muy masculina se apoderó de varios de mis sentidos y noté como los latidos de mi corazón se aceleraban súbitamente hasta tal punto que se me pasó por la cabeza que si ella afinaba un poco el oído podría llegar a escucharlos. Intenté inmediatamente apartar de mí esa sensación que en esas circunstancias se me hacía enormemente incómoda, así que carraspeé nuevamente y le respondí a su pregunta, un poco a destiempo y empleando un tono de voz muy chillona al principio que me costó modular hasta conseguir que sonara natural.
-Pues la verdad es que sí… Creo que mi cuerpo no podía más y se ha desconectado él solo. Quería esperarte despierto pero se me cerraron los ojos…-
Alba no dijo nada, solamente dejó escapar un sonidito con el que me pareció que quería expresar una afirmación. Supuse que debía de estar muy cansada, después de todo lo que había pasado aun había tenido fuerzas y ganas de ayudar en el puesto de comida, y seguramente que la noche anterior no abría pegado ojo, ella sí que debía de tener sus fuerzas al límite, la verdad es que en aquellos momentos mirándola recostada junto a mí, no pude sentir otra cosa que no fuera admiración por ella. Alba era fuerte, mucho más de lo que ella misma creía y estaba seguro de que tarde o temprano ella misma sería consciente de su propia fuerza interior.
Recordé que antes de tumbarme había visto una gruesa manta marrón justo en la grada que teníamos sobre nosotros, me incorporé un poco y estiré mi brazo hasta que estuvo a la altura de esta y palpé con la palma de mi mano la lisa superficie hasta que mis dedos dieron con ella, la agarré y tiré hasta que de repente  la pesada manta cayó sobre nuestros cuerpos, con sumo cuidado fui extendiéndola hasta que nos cubrió por completo y después me acurruqué junto a ella nuevamente y cerré los ojos intentando no pensar en nada y volver a dormirme.
Noté como Alba giraba bajo la manta y sus ojos se encontraron con los míos que aunque parecían cerrados dejaban una pequeña rendija por la que aun podía observarla.
-¿Y tú…?  ¿Cómo te encuentras?- Me preguntó pausadamente.
Yo titubeé un poco antes de abrir los ojos del todo, podía sentir el embriagador calor de la respiración de ella acariciando mi rostro y esa incómoda sensación que aun no había desaparecido por completo comenzó a hacerse nuevamente fuerte, se apoderaba por momentos de mi estómago haciendo cientos de nudos en mis tripas, así que abrí los ojos que rápidamente se vieron enfrentados a los suyos y hablé, hablé con la esperanza de que una conversación alejara de mí aquellas sensaciones tan inapropiadas.
-Estoy bien… Me duele un poco la ceja, pero bien… ¿Y tú…? ¿Cómo estás?- Le pregunté.
Ella no respondió enseguida, en vez de eso respiró profundamente por la nariz y después liberó el aire de sus pulmones por sus labios entre abiertos lo que produjo  un leve siseo. Una vez exhaló todo el aire contenido e inhalo nuevamente aire fresco respondió a mi pregunta.
-Bueno… la verdad es que estoy muy cansada y además no puedo dejar de pensar en mis padres y mi hermana…  también en mi hermano… No sé qué va a ser de mí…de nosotros…- Respondió ella.
Sus enormes ojos verdes comenzaron a volverse muy brillantes humedecidos por lágrimas, pero ninguna consiguió derramarse de ellos y rodar por sus mejillas, fue como si la cantidad de salado líquido a derramar comenzara a escasear y ya le fuera difícil generar más en ellos, entonces recordé mi conversación con el coronel Martínez, los inhibidores de frecuencia, el atasco, los aviones a Canarias, el extraño caminante, y todo regresó a mi mente como una explosión, el breve sueño había conseguido que me olvidara todo lo que había descubierto hacía  tan poco tiempo y entonces tuve la imperante necesidad de contárselo todo.
-Alba… Es muy posible que tus padres y tu hermana estén bien, al igual que mis hermanos, pero es imposible que podamos hablar con ellos o al menos a corto plazo.-
Los ojos de Alba se abrieron como platos y me pidió que le explicara por qué decía eso tan convencido, entonces durante un largo rato le relaté todo, mi conversación con Martínez, el por qué de no poder hablar con la gente que estuviera en Rabasa, incluso el atasco en la carretera y los mensajes de mis hermanos, solamente omití mi encuentro con el extraño ser, para no empañar las buenas noticias. Ella escucho toda la historia muy atenta hasta que yo concluí.
-¿Entonces…? ¿Nos llevarán a las islas Canarias también a nosotros? Me preguntó ella notablemente reconfortada.
-Pues la verdad eso no lo sé, nosotros mañana iremos al punto seguro del puerto, de ese lugar Martínez no me ha dicho nada, pero es muy posible que se nos evacúe también a alguna isla, quizá a Ibiza si es factible o quizá a la misma que a nuestras familias, pero lo realmente importante es que estaremos bien, verás cómo vamos a salir de esta, Alba.-
Ella no respondió, solo me dedicó una fugaz sonrisa, después noté como una de sus manos se deslizaba bajo la manta, sus dedos se posaron sobre mi hombro y después bajaron acariciando mi brazo hasta llegar a mi muñeca y milésimas de segundo después a mi mano donde se cerraron sobre ella, seguidamente tiró y la acercó a su pecho y una vez la tuvo ahí suspiró y cerró lentamente sus ojos.
-Eso espero… Jaime…Eso espero…- Respondió ella bajando el tono de su voz en cada sílaba hasta que la última de ellas se hizo casi inaudible.
Ahora descansa preciosa, pensé, y me acomodé junto a ella. Durante un buen rato permanecí observándola en silencio, mirando detenidamente los contornos de su rostro, los poros de su piel, el color rosado de sus labios y no pude encontrar nada en ella que no me pareciera hermoso, y así permanecí, deleitándome con sus preciosos rasgos hasta que la somnolencia reapareció y yo también me sumí nuevamente en un profundo y reparador sueño.

domingo, 5 de agosto de 2012

CAPÍTULO 14: Realidades


 El aparato se encendió y su pantalla se iluminó como un fogonazo rompiendo sobre mi cara la penumbra que reinaba en el interior de la plaza de toros.

 Enseguida los mensajes comenzaron a llegar, algunos eran solo registros de llamadas perdidas de mis hermanos, pero los demás, eran mensajes de texto de mi hermano Toni, en ellos, y como habíamos acordado, me pasaba un informe de cuál era su posición y su situación.

12:30: Hola Jaime, seguimos de camino al punto seguro, hay un gran atasco, la cola de coches es interminable, aunque ya se ven a  lo lejos los muros del cuartel parece que podríamos tardar horas en llegar, Fran y yo hemos barajado la posibilidad de abandonar el coche en el arcén e ir a pie hasta allí, pero a Estefanía le da miedo bajar del vehículo. ¿Dónde estás?

13:21: ¿Estás bien? Nosotros seguimos metidos en este interminable atasco, apenas hemos avanzado doscientos metros en todo este tiempo. Hace un rato que Fran se bajó del coche y se subió al techo, parece que hay un accidente más adelante, si en treinta minutos la situación sigue igual caminaremos hasta el punto seguro aunque tengamos que llevar a rastras a Estefa.

13:35: ¡Joder Jaime! ¿Dónde coño estás metido?

14:10: Las cosas se han puesto muy feas, mucha gente nos adelanta corriendo, parece que escapan de algo, no sé lo que sucede al final de la cola, pero se escuchan disparos. Vamos a salir del coche y a continuar a pie.

14:39: Jaime espero que estés bien, Hemos perdido a Fran en la estampida de gente que corre hacia el cuartel, Estefanía sigue conmigo y está bien. Esas cosas vienen hacia aquí, los militares intentan contener su avance, pero son demasiados, vamos a seguir corriendo, nos queda muy poco para llegar, aunque por delante también hay problemas, se escuchan disparos por todas partes, pero vamos a intentarlo. Un abrazo de tus hermanos que te quieren.

 Una vez terminé de leer todos los mensajes me encontré apretando tan fuertemente el teléfono entre mis manos que incluso sentí como crujía el terminal entre mis dedos a punto de romperse en pedazos.

Rápidamente llamé a mi hermano Toni para poder explicarle que era lo que me había pasado y saber de ellos, pero su teléfono estaba apagado o sin cobertura, lo mismo sucedió con el de mis hermanos Fran y Estefanía.

Mis ojos se inundaron y dos lágrimas se deslizaron mejillas abajo. Sin duda ese último mensaje era una despedida, mi hermano Toni jamás me había dicho un te quiero, estaba claro que no tenía demasiadas esperanzas de conseguir llegar al cuartel.

La impotencia y la amargura se apoderaron de mi espíritu y una fantasmal imagen en la que mis hermanos ya formaban parte de una horda de zombis se instauró tan fuertemente en mi pensamiento que llegó a nublar por completo todos mis sentidos.

-No, no, no, ¡Noooooo!- Grité tan fuerte, que muchas de las personas que estaban sentadas en las gradas del recinto se giraron sobresaltadas y me miraron con expresión de espanto.

 A todas esas caras tan diferentes que me observaban en silencio, las unía algo, algo que las hacía a pesar de ser tan dispares a asemejarse las unas a las otras como si todas formaran parte de una misma familia. Lo que las hacía tan parecidas era que todas ellas reflejaban el terror y que sus ojos mostraban tristeza y angustia, tristeza por todos los seres queridos a los que habían perdido y angustia por la sensación de impotencia que este nuevo mundo generaba en todas y cada una de las personas que aun quedaban vivas, entonces entendí que yo era uno más de aquella gran familia, que a toda esa gente solo le quedaba una cosa por la que luchar, solo podían pelear por sus propias vidas y comprendí que yo no era diferente, ya no me quedaba nada, solo mi propia existencia, era el momento de ser fuerte y de no dejarse vencer por el desánimo, quizá mis hermanos estuvieran vivos o quizá muertos, pero eso no cambiaba la realidad, el hecho de que ya no podíamos hacer nada los unos por los otros era una realidad omnipresente y cuando conseguí asimilar eso me puse en pie lentamente y encaminé mis pasos escalinatas arriba en dirección al gran arco desde el que minutos antes Alba y yo habíamos contemplado a la marea de zombis. Tenía que verlos nuevamente, tenía que contemplar una vez más al enemigo, ver el mundo que me aguardaba tras los altos muros y que era lo que me esperaba de no luchar, de dejar que la amargura se apoderara de mí por completo.

Como un autómata realicé nuevamente el ascenso y en un santiamén me encontré nuevamente a tres pasos del  mirador. A pesar de que Alba me había dicho que algunas personas subían a mirar a los no muertos, esta vez tampoco había nadie observando, estaba completamente solo, pero no tenía miedo.

Avancé y me asomé a la calle. Ahora ya era casi de noche, pero la luz solar había dejado paso al anaranjado alumbrado público, lo que le daba a la marea un aspecto subrrealista y extremadamente siniestro. Los no muertos continuaban en el mismo lugar donde los habíamos dejado, los podridos  más adelantados seguían chocándose monótonamente una y otra vez contra la descomunal barricada de vehículos y los caminantes seguían moviéndose entre sus congéneres con su incansable ir y venir. Me dio la impresión de que con la oscuridad que brinda la noche los movimientos de aquellos seres se habían acelerado considerablemente.

Barrí con la mirada la interminable serpiente formada por cabezas tambaleantes que se perdía en la distancia, sentía la extraña sensación de que tenía que encontrar algo entre toda esa inmundicia, aunque no sabía exactamente el qué.

Ese era el enemigo, eran los enemigos, a los que tendría que sobrevivir quizá por el resto de mi vida, y tenía que comprender, algo se me escapaba, algo se le escapaba a todo el mundo.

-¿Cómo es posible que esta basura andante esté derrotando ejércitos bien armados? ¿Qué estamos haciendo mal…? – Me pregunté en voz alta mientras seguía expectante con mis ojos en hipnótico bamboleo de las miles de cabezas que lo abarrotaban todo, hasta que de golpe me topé con una que llamó mi atención, estaba estática, inmóvil.

 Agudicé la vista para inspeccionar lo mejor posible al individuo de larga melena negra que estaba de pie apoyado en la fachada del colegio Las Franciscanas, edificio que está frente a la plaza de toros,  justo en el otro extremo de la calle. Ese ser permaneció inmóvil durante un largo rato, noté algo muy extraño durante el tiempo en el que lo estuve observando con atención,  los demás engendros dibujaban una línea imaginaria entorno a él, respetando de esta manera al ser que en ningún momento era tocado o empujado por ningún otro.

 En un momento dado el extraño individuo al que no podía atribuirle género, comenzó a caminar de una extraña y antinatural manera, sus brazos caían hacia adelante y su cabeza se mantenía echada hacia atrás en una postura imposible, sus piernas permanecían semiflexionadas y su espalda describía una curva grotesca que le encorvaba hacia adelante, todo esto le hacía diferenciarse enormemente de los demás seres que le rodeaban, además de que su paso a pesar de ser raro era desconcertantemente firme y suelto.

El engendro caminó en dirección al muro de chatarra y a su paso los podridos se apartaban dejando un pasillo por el que él podía caminar libremente. Una vez llegó a la barricada miró a su alrededor como verificando que nadie le observaba, después levantó una de sus manos y palpó con ella la puerta de uno de los vehículos que conformaban la barricada.

 Un escalofrío recorrió mi nuca al tener la sensación de que estaba viendo algo que se le había pasado por alto a los demás, lo que me hizo apartarme a la izquierda y ocultarme por si ese ser me descubría observándole. Poco a poco asomé la cabeza por el arco y busqué nuevamente al extraño individuo, que ahora tenía puestas las dos manos en el vehículo y parecía que estaba empujando, comprobando la firmeza del muro.

 Los soldados que custodiaban la barricada no sedaban cuenta en absoluto de que uno de los seres parecía estar comprobando la solidez de nuestras defensas, pero yo sí, yo le había descubierto.

-¿Qué coño estás tramando desgraciado?- Susurré mientras le observaba regresar sobre sus pasos y alejarse de la barricada, justo en ese momento la luz de una de las farolas alumbró su rostro y lo que vi me obligó a poner la mano en mi boca para ahogar un grito de terror. Su piel era de un color oscuro, entre azulado y morado difícil de describir, su ceño fruncido estaba desprovisto de pelo y sus ojos eran dos enormes y brillantes esferas completamente negras como la noche, su mirada irradiaba un odio antinatural, en el interior de su extraña boca sin labios que permanecía entreabierta se dejaban ver unos enormes dientes de forma puntiaguda que me recordaron a los de un escualo, su perfil estaba casi desprovisto de nariz y en su lugar dos grandes oquedades la habían sustituido. Mi desconcierto era tal que cuando se adentró en la marea de no muertos y le perdí de vista, aun permanecí petrificado durante varios minutos presa del espanto y el asombro.

el extraño caminante

-¿Pero qué cojones es esa cosa? Tengo que informar a alguien de lo que he visto- Me dije a mí mismo.
 La sensación de que toda la gente que se refugiaba en el puesto armado estaba en peligro era tan intensa que me empujaba a dar la voz de alarma, pero no sabía exactamente a quien tenía que contarle esa información.

Giré sobre mí mismo y salí corriendo en dirección a las largas escalinatas que bajé a toda prisa, cuando llegué al final de estas di un salto sobre el burladero y entré en el ruedo. Una vez estuve dentro, un rápido vistazo me bastó para localizar a un grupo de tres oficiales militares que hablaban junto a la gran carpa verde oliva.

Sin dudarlo un segundo corrí atravesando la plaza hasta estar enfrente de ellos en donde me detuve jadeante.

Los Oficiales se giraron y me observaron en silencio mientras yo recuperaba el aliento. Uno de ellos, un hombre de unos cincuenta y cinco años, con  inmaculada barba blanca y que lucía en su pecho el rango de coronel, coronel Martínez, se dirigió a mí con voz profunda y tranquila.

-Respira, tranquilo muchacho. ¿Qué te ocurre soldado? ¿Qué es lo que pasa?- Me preguntó.

-¿Soldado yo? No, no. Soy civil, me dieron este uniforme en el puesto médico por que tuvieron que destruir mi ropa cuando llegué aquí.- Me apresuré a aclararle.

 Otro de los oficiales, un chico de unos treinta y dos años, el alférez Ortiz, expresó su disconformidad con el asunto de que estuvieran entregando vestuario militar a los civiles por que causaba confusión, pero enseguida el coronel levantó su mano a la altura de la boca del alférez a lo cual este enmudeció en el acto.

-Está bien, no es usted un soldado, pero parece que tienes algo urgente que contarnos, ¿no es así señor…?- Me preguntó el general pausadamente mientras sonreía fugazmente.

-¡Jaime! Me llamo Jaime Escudero, y si, coronel ¡Tengo que avisarles de una cosa que he observado! Algo muy raro pasa con esas cosas, he visto que hay diferencias significativas entre ellas, no todos son iguales…-
El tercer individuo rompió en carcajadas y se dirigió a mí.

-¡Claro que no son iguales! Unos son mujeres, otros hombres, unos son chinos, otros blancos y otros son jodidos gitanos… ¿eso es lo que tienes que decirnos?-

 Yo miré al desagradable individuo con mirada desafiante, era un tipo grueso, de unos cincuenta años, era el que menor estatura tenía de los tres, apenas medía un metro sesenta y cinco, en su rechoncha cara una negra barba de tres días se desparramaba por su protuberante papada hasta perderse en el interior del uniforme. Observé su pecho y vi que era el capitán Velázquez, después me dirigí a él un poco enojado por haber intentado hacerme quedar como si fuera un estúpido delante de los otros dos militares.

-¿Qué narices está diciendo? No me refiero a esa estupidez, capitán. Quiero decir que he notado que hay de varios tipos en lo que a comportamiento se refiere, pero dejando eso a aparte, he visto como uno de ellos inspeccionaba la barricada, los demás zombis le dejaban pasar, además era muy diferente, más que un no muerto parecía otra cosa, aunque no sabría decir el qué exactamente… ¡y parece que trama algo…!- dije empleando un tono de voz tan convincente que el capitán arqueó las cejas sorprendido.

 Los tres oficiales al escuchar mi relato se miraron los unos a los otros con cara de sorpresa y permanecieron en silencio durante unos instantes.

-¿Dónde y cuándo has visto eso? ¿Cómo era ese ser del que nos hablas?- Me preguntó por fin el coronel con un tono de voz un tanto más aguda que antes y con cara de preocupación.

-Hace solo un momento, ahí mismo, en el mirador que da a la barricada. Era extraño, andaba encorvado y sus ojos eran grandes y negros, sus dientes puntiagudos, estaba lejos y había poca luz, pero sé lo que he visto, ¡inspeccionaba la solidez del muro…! - Le respondí muy alterado.

 El coronel al escuchar eso se giró y miró a los otros oficiales que inmediatamente entraron a toda prisa en la carpa por uno de los laterales, después se dirigió a mí nuevamente.

-Le voy a contar una cosa, pero tiene que quedar entre usted y yo… ¿Lo ha entendido?- Me preguntó mirándome con los ojos entre abiertos y con cara muy seria, yo asentí con la cabeza.

-Esta mañana nos ha llegado un mensaje de un convoy militar que iba de camino al cuartel de Rabasa con armas y refuerzos, sufrieron una emboscada, o así al menos lo explicaron antes de que se cortara la transmisión, el que nos informaran de que les habían cortado el paso usando vehículos, es decir, que esas cosas demostraran algo de inteligencia, ya nos había parecido curioso, pero lo que más nos ha sorprendido de su historia es que usted ha descrito casi exactamente a una de las criaturas que lideró el ataque al convoy… no puede ser una coincidencia.- Me aclaró el coronel.

 Yo permanecí unos segundos sumido en un desconcertante silencio, bajé la mirada al suelo intentando asimilar esa información, como buscando en la arena alguna respuesta a todo aquello sin encontrarla, después miré a los ojos al oficial y le pregunté.

-¿Y qué quiere decir esto? ¿Qué van a hacer?-

 Él me miró durante un instante y después me puso una mano en el hombro y me respondió.

-Quiere decir que a lo mejor estamos más jodidos aun de lo que parece y que esas cosas quizá no sean los seres estúpidos que creemos que son, también quiere decir que es muy posible que no estemos seguros tras esa barricada, así que vamos a reforzar la guardia y a acelerar todo lo posible el traslado al punto seguro de los civiles heridos que aún quedan aquí. Le aconsejo que si no tiene a ningún familiar ingresado se marche lo antes posible al punto seguro mientras la ruta esté garantizada. -

 Yo me giré y miré las gradas donde cientos de personas se preparaban para pasar la noche envueltas en mantas o sacos de dormir, después sin apartar la vista de ellas le pregunté al coronel sobre el cuartel de Rabasa donde era posible que estuvieran mis hermanos y le expliqué lo de los mensajes de Toni y que me era imposible hablar con ellos.

 Él me relató que el atasco desgraciadamente se había convertido en una verdadera carnicería y que se había perdido a mucho personal militar y policial al querer contener a la legión de zombis que se abalanzaba sobre los civiles que intentaban llegar en sus vehículos al punto seguro. Miles de personas murieron devoradas en el interior de sus coches bajo la impotente mirada de las tropas a las que les era imposible frenar el avance de la horda. Luego me informó de que el punto seguro seguía sano y salvo y de que una vez que se recuperara el control del aeropuerto del Altet, se comenzaría a evacuar en helicópteros a los supervivientes que se encontraban en el cuartel y les llevarían en avión seguramente a las Islas Canarias, zona totalmente libre de la amenaza.


-Bueno, supongo que soy el único que queda vivo de mi familia…- Le comenté muy apesadumbrado.

El coronel me miró y sonrió, después me dio una palmada en el hombro.

-No dé aun a su familia por perdida… Si están a salvo en el punto seguro de Rabasa nunca podrá hablar con ellos por teléfono móvil…- Me dijo sonriéndome.

-¿Cómo? ¿Qué quiere decir con eso?- Le pregunté desconcertado.

 El coronel me dio una nueva palmada en el hombro y después se dio la vuelta encaminándose tranquilamente al interior de la carpa.

-Sencillamente porque en los cuarteles hay inhibidores de frecuencia para evitar atentados terroristas, en una base militar no funcionan los teléfonos móviles Jaime…- Terminó de explicarme antes de perderse tras la lona.

 Yo al escuchar esto recuperé un poco la esperanza, aunque me sentí como un verdadero gilipollas al no haber caído yo mismo en ese punto, recordé que en el cuartel donde yo serví ni siquiera podía cerrar las puertas de mi coche con el mando a distancia debido a esta tecnología. Aun era posible que mis hermanos estuvieran sanos y salvos, al igual que los padres de Alba, solo que era totalmente imposible contactar con ellos telefónicamente, quizá pronto nos reencontraríamos todos en alguna isla y pudiéramos abrazarnos de nuevo, aunque también era posible que no quedara vivo ninguno de ellos. Si es una cosa o la otra, solo el tiempo lo dirá.