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Fan por Fan

jueves, 24 de mayo de 2012

CAPÍTULO 7: Preguntas

  Justo en ese instante de incertidumbre escuché voces, alguien estaba hablando en el garaje, la voz de una mujer joven rebotó en las paredes y altos techos del lugar y había alguien más con ella. Durante un breve espacio de tiempo me quedé helado hasta que una mujer y un chiquillo de unos seis años cogido de su mano, aparecieron al fondo de la calzada. Debían de haber salido del mismo ascensor que minutos antes yo había usado para bajar a coger mi coche e ir al trabajo. Caminaban en dirección a alguna plaza de aparcamiento cercana a la mía.
No sabía qué hacer exactamente. Una sensación extraña y extremadamente desagradable me invadió. Por mi mente pasaron imágenes de mi mismo saliendo del parking esposado. Noté como mis pelotas se reducían al tamaño de canicas al ser consciente en ese instante de que seguramente había asesinado a un hombre a sangre fría. La cabeza me daba vueltas y noté como un sudor helado brotaba por los poros de mi piel.
 Dudé entre escapar del lugar o hablar con ella. Una cosa era aplastar con el coche en caliente a un tipo que quiere matarte y otra muy distinta es ver después y ya en frío, cómo van a descubrir que eres un homicida en vivo y en directo.
Mi subconsciente me decía que saliera de ahí a toda prisa, pero el sentido común me empujaba a advertirla del riesgo. Ese tipo estaba infectado y yo no sabía cómo se contagiaba esa maldita enfermedad, además estaba ese pequeño.
-¿Y si me hago el sorprendido? ¿Qué hay un tipo aplastado ahí? ¡No me diga…! ¡Qué narices! ¡Déjate de gilipolleces!- Me ordené mentalmente. El crío no podía ver esa grotesca escena, esos regueros de sangre podían ser un peligro para ellos, tenían que retroceder.
Dejé a un lado mis remordimientos y avancé en su dirección unos pasos sin dejar de prestar atención al hueco vacío de mi plaza de aparcamiento.
 La chica que me vio andar hacia ellos se frenó en seco, miró las luces intermitentes del coche de los cristales rotos y al ver que la salida estaba bloqueada por mi todo terreno negro dio un paso atrás. Estaba confusa. Su mirada se clavó en mí y me analizó de arriba abajo en silencio.
Yo sin saber bien que decirle, me dirigí a ella con lo primero que se me pasó por la cabeza -Señorita, quédese donde está, no avance más, junto a ese coche rojo, hay un infectado, creo que está muerto- le dije empleando la voz más calmada que pude sacar de mi boca, mientras le señalaba con mi dedo índice el coche al que me refería.
No conocía a esa muchacha de nada, quizá fuera nueva en la urbanización, era una chica de unos veinticinco años, de larga melena negra y de alrededor de un metro sesenta y cinco de altura, no podía distinguir bien su cara a esa distancia, pero me pareció muy guapa, vestía con unos ajustados pantalones color beige y en su parte superior tenía puesta una fina blusa blanca, la cual cubría con una ceñida chaquetilla negra que realzaba su busto, en sus pies calzaba unos bonitos zapatos negros de tacón no muy alto, que combinaban a la perfección con el resto del conjunto, estaba claro que tenía buen gusto para elegir la ropa.
 El niño que estaba junto a ella si me resultaba familiar, pero no sabía con exactitud donde lo había visto antes, su cabello era del mismo color que el de la muchacha, tenía puesto un pequeño mono vaquero y bajo los tirantes un gordito jersey verde, en su mano libre colgaba de un asa una pequeña mochilita de colegio azul, adornada con un dibujo de un famoso personaje de anime.
La chica que seguía inmóvil me observó en silencio un instante más y después miró el hueco vacío que antes ocupaba el Rav4. Desde su posición, no le era posible ver el cuerpo de cabeza bola, ya que los vehículos aparcados a la izquierda de mi plaza de aparcamiento le ocultaban.
 No sé si le transmití el mensaje de la manera apropiada, aunque… ¿Cómo coño se cuenta algo así correctamente? Lo cierto es que seguidamente su mirada se desvió a la derecha en dirección a un Volkswagen escarabajo amarillo aparcado dos plazas más a delante de la mía, pero en la fila contraria, aunque no se movió y enseguida fijó sus enormes ojos en mi de nuevo, había ganado unos segundos de su tiempo...
-¿Como que hay un muerto ahí? ¿Un infectado?- Preguntó la joven con tono dudoso y desconfiado.
- No se asuste, por favor, me llamo Jaime y vivo en el quinto de la escalera cuatro, este lugar no es seguro, regrese a su casa, no sé si está vivo o no, ni sé cómo se transmite esa enfermedad de la que hablan en la tele. Ese tipo me atacó y yo… pues le he atropellado, ha pasado todo muy deprisa…- Le dije intentando justificarme mientras avanzaba lentamente en su dirección.
-¡Quédese donde está!- Dijo la chica, más nerviosa que antes -¿Está usted herido? Tiene su mano izquierda empapada en sangre- La muchacha retrocedió dos pasos claramente alarmada.
Miré mi mano ensangrentada, estaba seguro que esa sangre la ponía muy nerviosa por alguna razón, pero no entendía el por qué.
-¿Esto?, no es nada, ese hombre consiguió morderme en el antebrazo, pero no es grave-  le dije, mientras movía el brazo de arriba abajo para que viera que no era nada serio… “Sé que es una reacción estúpida, pero no se me ocurrió nada mejor en ese momento.”
La chica al escuchar esto, ahora estoy seguro de que palideció.
-Por favor, aparte su coche de la salida, si ese hombre le ha mordido usted está también  infectado, ¿Es que no ve las noticias?, un ataque como ese le ha contagiado, déjeme salir de aquí, se lo ruego, tengo que llevar a mi hermano pequeño al punto seguro que han establecido en la zona del puerto marítimo- dijo la chica con un tono tan convincente que me estremeció.
-¡Joder! ¿Qué ha pasado en estos dos últimos días? ¿Qué me he perdido? -Le pregunté acojonado mientras miraba mi brazo con los ojos abiertos como platos. Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo, cuando me imaginé comportándome igual que mi vecino el alemán, paseándome en bata de baño e intentando morder al personal.
-Mire yo no le conozco- Dijo la chica, haciendo un gran esfuerzo por mantener la calma.- Pero ya que me da la impresión de que ha estado encerrado en una cueva estos últimos tres días, le informaré de lo que yo sé, pero le ruego que después nos deje marchar- Yo asentí con la cabeza sin articular una sola palabra y ella prosiguió.
 -El sábado el ejército y la policía comenzaron a evacuar a los ciudadanos de sus casas, los aeropuertos del país están cerrados, ya no hay cuarentenas, pero las autopistas y autovías principales permanecen bloqueadas debido a los accidentes que ya nadie atiende, así que escapar de Alicante por carretera es prácticamente imposible, el virus está completamente fuera de control y lamento decirle que una de las formas de contagio es por recibir una mordedura de un infectado, la saliva lo contagia, su sangre, incluso un simple arañazo puede ser suficiente.
Desde el domingo se está informando a la población, que no pudo ser evacuada en un principio, de cómo tienen que trasladarse a los puntos seguros por ellos mismos, ya que las autoridades están desbordadas. Fuera de esas zonas seguras ya no pueden garantizar nuestra seguridad. Mis padres fueron a buscar a mi hermana Cristina a su casa ayer, pero no ha regresado, la están esperando porque no tienen manera de contactar con ella telefónicamente y quieren estar ahí cuando regrese. Esta mañana he intentado hablar con ellos, pero no responden al teléfono, así que voy a buscarlos para que luego podamos ir al punto seguro todos juntos.-
Al escuchar toda esa información el alma se me cayó a los pies. La situación era mucho peor de lo que yo pudiera imaginar, era como estar viviendo una pesadilla.
La mirada de la muchacha volvió a buscar el escarabajo amarillo, sin duda mi mano ensangrentada le causaba terror, ella creía que yo estaba infectado, pero si el riesgo era la saliva y a pesar de estar herido, yo no me había podido contagiar.
Pegó un suave tirón de la mano del pequeño y le susurró algo que no pude entender en la distancia. Metió su mano derecha en un pequeño bolso de charol negro, en el que yo, hasta ahora no había recaído y que colgaba de su hombro derecho, después reemprendió a paso ligero su camino en dirección al vehículo, apartándose todo lo que pudo a la derecha, para alejarse lo máximo posible del peligro del que la había prevenido. Mientras caminaba rebuscaba apresuradamente en el interior de su bolso y enseguida sacó en su mano cerrada unas llaves. Estaba clara cuál era su intención, quería salir a toda costa y lo más rápidamente posible de ese subterráneo, de nada había servido el haberle contado lo que en mi plaza de aparcamiento y ya solo un poco más adelante de ella reposaba sobre el suelo.
 Las pequeñas piernas del niño se esforzaban por mantener el paso de su hermana sin éxito, haciendo que se viera forzado a quedarse un poco rezagado y teniendo que ser prácticamente remolcado por ella.
-¡De verdad, no lo haga!- Le grité al ver que ya estaba casi a la altura donde descansaba el cuerpo de nuestro vecino.-No he estado en contacto con la saliva, ¡Mi chaqueta! él no la ha atravesado con los dientes- Me apresuré a decirle intentando evitar por todos los medios que pasaran tan cerca del lugar donde tan dantesco espectáculo les aguardaba.
-¡Aparte su coche de la salida del garaje, por favor!- me voceó ella, ya con tono irritado y sin detenerse ni por un instante. Ya no tenía intención de pararse más a charlar, eso estaba claro. Por su tono de voz me di cuenta de que si no quitaba yo mismo el Rav4, ella sería capaz de envestirlo con su pequeño vehículo para abrirse camino si fuera necesario.
¡Pero vamos a ver! ¡¿Eres sorda?! ¡¿Te he dicho que está Mickey Mouse ahí?! ¡No! Te he dicho que hay un infectado posiblemente muerto ¡Joder! ¡Retrocede! ¡Coño! –Le grité haciendo un último y desesperado esfuerzo por que entendiera que estaba en peligro. Pero ella hizo caso omiso nuevamente y continuó con la carrera apretando aun más el paso.
Cuando la joven y su pequeño hermano estaban casi a la altura de mi plaza de aparcamiento, se desató el desastre. Mi vecino al que yo creía difunto les salió al encuentro, ella al ver que el enorme Alemán se les venía encima, se quedó petrificada. En ese momento imagino que se dio cuenta de que yo no era la verdadera amenaza y de que en todo momento mi única intención era la de protegerles, pero ya era demasiado tarde para rectificaciones. La chica me miró y a pesar de que su rostro reflejaba puro terror y de que de sus labios no salieron palabras, con su mirada me pidió perdón.

domingo, 20 de mayo de 2012

CAPÍTULO 6: Retirada


-¿Cómo puede ser que no se haya inmutado con la paliza que le he dado? Debería estar para el arrastre…- pensé, sin dar aún crédito a lo que estaba sucediendo.
 Descargué dos fuertes puntapiés más en su costado, con el mismo inocuo resultado. Mis últimos restos de valor y estupidez, se fueron con esos dos golpes, era la señal que me indicaba que el espectáculo había terminado y… En fin, Elvis tenía que abandonar el edificio.
 Supongo que el dicho es cierto “a situaciones desesperadas, medidas desesperadas”. Salté sobre los riñones de cabeza bola y un desagradable “crack” sonó bajo mis pies. Lo había visto claro, estando sobre él, le costaría más salir de su comprometida situación, ya que mí peso le aplastaría, haciendo que sus manos resbalaran en el pulido y ensangrentado suelo impidiéndole reptar, con lo que si la suerte me acompañaba, ganaría el tiempo suficiente para escapar. Durante un instante me pareció estar practicando un macabro surf en el que la tabla tenía piernas y brazos.
Sin perder un segundo, pulsé en la llave el botón de apertura de las puertas y un “bip, bip” me indicó que estaban abiertas, sin bajarme de cabeza bola, agarré la maneta y abrí la puerta dando un fuerte tirón. De un brinco me introduje en el Rav4 y cerré tras de mí dando un portazo.
La cabeza me funcionaba a mil por hora, fue como tener conectado una especie de piloto automático. Cerré las puertas por dentro, metí la llave en la cerradura todo lo rápido que me permitió mi temblorosa mano y arranqué el coche. Todo fue tan rápido, que no le di tiempo a ese condenado a salir de debajo de mi pesado vehículo antes de pisar el acelerador.
Mi rueda trasera estaba pasando sobre una persona, pero en esos momentos no pensé en ello, solo quería escapar de ahí fuera como fuera.




-¿Estará muerto…? ¡Joder!, le he pasado con el 4x4 sobre el melón. ¡No! estará mal herido, seguro que solo está herido, ¡jodidamente herido! -Dije en voz alta como para convencerme a mí mismo de que lo que decía tenía que ser verdad. Abrí la puerta del coche y bajé sin apagar el motor. Di unos pasos vacilantes hasta una columna de hormigón cercana donde había un interruptor de la luz y lo pulsé. No tenía ninguna intención de quedarme a oscuras de nuevo. No avancé mas, solo me quedé de pie junto al interruptor. Desde mi posición veía claramente el Opel Astra al que mi vecino Alemán había roto el cristal, sus intermitentes seguían parpadeando, pero ya no sonaban bocinazos, desde mi ángulo no podía ver a cabeza bola, pero tampoco me atrevía a acercarme a ver en qué estado se encontraba.

sábado, 19 de mayo de 2012

CAPÍTULO 5: ¿Venganza?



 De un salto me puse en pie, giré a la izquierda y sin dilación corrí hasta una columna cercana en la que estaba uno de los interruptores de la luz y lo pulsé, las luces se encendieron y fue como si el arcángel san Gabriel bajara con todo el coro de ángeles celestiales en mi ayuda. Sentí como el valor despertaba en mí. Rápidamente volví a los vehículos y busqué a mi vecino con la mirada, el cabrón seguía con la cabeza metida bajo el coche hasta los hombros.
Al parecer el tipo no pensaba con claridad, quizá debido al golpe que le había propinado, pues en vez de salir por donde se había metido, intentaba seguir mi camino de huida por debajo del Toyota.
Tenía su ridícula bata ladeada, lo que me dejaba una despejada vista panorámica de sus nalgas, encima, sus calzoncillos, al intentar meterse debajo del coche, se le habían bajado, dejando su orondo culo al aire, pude ver que su parte trasera estaba igual de sanguinolenta que la delantera y que había dejado grandes rastros de oscura sangre impregnando el suelo en las zonas donde se había restregado en sus intentos por atraparme.
La situación, en otras circunstancias podría haberme parecido incluso cómica, ahí con el trasero al aire, intentando deslizarse bajo el coche, pero sentí repulsión, todo en el me producía rechazo ya antes de infectarse, ahora chorreante en sangre, con ese color de piel y mostrándome sus venosas nalgas, me producía verdadero asco.
Noté correr algo caliente por mi muñeca izquierda, al mirar vi como un hilo de sangre fluía generosamente y ponía perdido mi pantalón, examiné la zona de mi antebrazo buscando el origen de la hemorragia, pero no pude ver nada. Mi chaqueta fabricada en recia piel de vaca, me había protegido del daño directo de los dientes de ese cretino, aunque la fuerte y repetida presión de sus dientes sin duda había producido lesiones en mi carne, tanto como para hacerme sangrar abundantemente.
El brazo me dolía a horrores, pero también las costillas, la llave que me había clavado al lanzarme apresuradamente al suelo, me tenía que haber causado un severo hematoma.
-¡La llave!, gracias a dios…- Susurré, al abrir mi mano derecha y comprobar que aun seguía ahí. En toda la refriega la había apretado tan fuertemente que se me había marcado el símbolo de Toyota en la palma de la mano.
No he sido jamás una persona agresiva, pero en aquellos momentos el miedo había dejado paso a la ira y me vi cegado, el sentirme en una posición ventajosa frente al ahora mi enemigo cabeza bola infló mi valor y por supuesto mi estupidez. Ya no pensaba en infecciones ni virus, solo quería vengarme, ahora era yo quien tenía la sartén por el mango y por impulso me lancé al ataque.
 Todo sucedía como en una película en la que yo era el héroe de acción buscando venganza. Penetré a toda prisa entre los dos coches y sin dudarlo lancé una fuerte patada sobre las costillas de mi vecino que aun pataleaba intentando reptar bajo el Toyota, un golpe que habría partido el costillar a más de uno, si es que no fue así… después otra y otra.
 -¡¿Qué?! ¡Hijo de la gran puta! ¡¿Quieres más?!- Le grité mientras seguía golpeando su costado sin cesar.
Cuanto más ostias le metía, mas asombrado me quedaba. Los impactos que yo pensaba que le dejarían fuera de combate, no solo no parecían hacerle nada, también terminaron confirmándome que no tenía nada que hacer contra ese tipo usando la fuerza bruta y de que las cosas, al menos en esa ocasión, no sucederían como en las películas. Mis golpes lejos de noquearle, solo consiguieron llamar su atención, Ahora se esforzaba por reptar marcha atrás e intentaba salir por donde había entrado. Sabía perfectamente que haría en cuanto quedara libre, regresar al ataque.

CAPÍTULO 4: La madriguera



Todo pasó muy deprisa y no tuve casi tiempo para reaccionar. Un fuerte tirón en mi brazo izquierdo hizo que me olvidara de mis esfuerzos por deshacerme de aquello que me mantenía prisionero bajo mi coche.
Cabeza bola, tumbado completamente en el suelo, había cogido firmemente mi brazo con su mano derecha e intentaba sacarme. Podía escuchar entre bocinazo y bocinazo un desagradable sonido que me puso los pelos como escarpias. Su mandíbula subía y bajaba a toda velocidad y sus dientes chocaban unos contra otros, dando la impresión de que pudieran llegar a quebrarse con cada impacto. Intenté liberarme tirando de mi brazo en la dirección contraria, pero el resultado fue funesto para mí. Estando atrapado, mi cuerpo ejercía mas resistencia que el de mi vecino, que permanecía tumbado sobre el liso suelo del parking, así que lo que sucedió fue inevitable. Al intentar escapar y no poder lograrlo, lo único que conseguí fue deslizarle un palmo y medio acercándole aún más a mí. Estando tan cerca el Alemán no perdió la oportunidad y lanzó su otra garra, haciendo también presa en la manga de mi chaqueta. Así que la resistencia que tenía que oponer ahora aumentó al doble. Aunque en esa posición él no podía hacer uso de la ventaja que su enorme peso le brindaba, tiraba con dos brazos y yo solo disponía de uno para resistir. Intentaba desesperadamente llevarse mi brazo a su boca…Quería morderme. En ese momento de terror le grité a la desesperada…
-¡Suéltame hijo de la gran puta!- Al tiempo que forcejeé para que me soltara, una vez más fue inútil, nada frenaba a ese tío en su intención de hacer presa de mi brazo. El bíceps izquierdo me ardía debido al enorme esfuerzo que estaba haciendo por mantener mi miembro flexionado y lejos del alcance de las dentelladas de mi obstinado atacante, pero poco a poco el ángulo cedía acercándolo peligrosamente a su boca.
Justo cuando creía que ya no podía aguantar un envite mas, algo sucedió, los tirones cesaron y mis músculos pudieron relajarse por unos instantes. Mi brazo seguía firmemente sujeto, pero ya no intentaba sacarme fuera. Desgraciadamente pronto descubrí cual era su nuevo plan. Supongo que al ver que no le resultaba fácil arrancarme de mi madriguera, mi atacante había pasado a utilizar la técnica del hurón, él entraría a buscarme. Empujaba frenéticamente para meterse debajo del Rav4 conmigo, incluso apoyando los pies en el coche de al lado para hacer más fuerza.
La situación se había complicado mucho. De estar intentando evitar que me arrastrara fuera, ahora yo tenía que impedir que él entrara. Si lo conseguía estaría realmente jodido. Intenté una vez más liberarme de lo que me mantenía sujeto bajo mi vehículo para poder defenderme, pero ya era demasiado tarde. Antes de que pudiera cambiar mi estrategia para oponer resistencia al nuevo tipo de ataque, él ya había metido su cabeza bajo el coche y sus dientes hicieron presa en mi antebrazo, un dolor punzante recorrió toda mi extremidad, después de este vino otro y otro. Yo instintivamente tiré fuertemente, lo cual solo complicó mas las cosas, pues con cada esfuerzo por liberar mi brazo, solo le atraía más y más a mí.
¡Joder! ¡Su cara! era terrorífica, me recordó desconcertantemente a la de una persona dormida, inexpresiva, con la diferencia de que en esa cara unos desorbitados ojos buscaban frenéticamente mi cuello.
 Sus dientes no me daban tregua y continuaban cerrándose una y otra vez en mi antebrazo sin piedad, lo cual me producía un ya insoportable dolor, estaba haciéndome carne picada la extremidad. En un último esfuerzo por escapar de aquella angustiosa locura, conseguí apoyar mis pies en uno de los neumáticos y empujé con todas mis fuerzas al tiempo que forcé al máximo los músculos de mi dolorido brazo. Supongo que el subidón de adrenalina era tal que mi fuerza era mayor que la de costumbre, ya que con el enorme esfuerzo conseguí no solo liberarme de mi atacante, sino también de lo que me mantenía sujeto bajo el vehículo.

miércoles, 16 de mayo de 2012

CAPÍTULO 3: Tinieblas




  Las piernas me flaquearon un momento, pero enseguida reaccioné dando dos pasos hacia atrás mientras rápidamente metía la mano en el bolsillo de mi pantalón. Buscaba la llave del todo terreno.
En ese instante recordé lo que decían en las últimas noticias que había escuchado, "¡No acercarse a ellos…!" -¡Pero coño! ¿Y si vienen ellos solitos? ¿Qué se hace?- Me pregunté.
Tenía que salir de ese parking y avisar a las autoridades, era lo que decían en la tele. Giré sobre mí mismo y corrí hacia el coche aún con la mano metida en el bolsillo, pero justo cuando estaba en la puerta del conductor y tenía la llave en la mano la pesadilla se cernió sobre mí.
Todas las luces se apagaron, me quedé completamente bloqueado de miedo, no me da vergüenza decirlo, si no hubiera entrado unos minutos antes al aseo me abría meado encima sin lugar a dudas.
Yo permanecía de pie entre mi coche y el de la plaza de al lado, no veía nada, escuchaba los pasos renqueantes de cabeza bola cada vez más cerca. Me sentía acartonado por el miedo, con lo que me costaba moverme. Podía sentir los acelerados latidos de mi corazón bombeando en todas y cada una de las partes de mi cuerpo. Haciendo un gran esfuerzo, puse la llave entre las dos manos y palpando con las yemas de los dedos, busqué el botón de apertura de las puertas, pero debido a los nervios y a lo sudadas que las tenía, la coordinación de mis dedos falló y se me resbalaron cayendo al suelo.
-Estoy completamente jodido- Pensé. No veía nada de nada, la llave podía estar en cualquier parte,  ¿Qué intentaría hacer ese mastodonte sanguinolento si me cogía? Era algo que desconocía, pero que no tenía intención de comprobar. Aparte de esto, no tenía ni puta idea de cómo se contagiaba la enfermedad.
¡Dios! Estaba delante de mí. Escuché su última pisada justo enfrente del capó de mi Rav4. Yo retrocedí lentamente andando de espaldas, pasando la mano por encima de mi coche para orientarme, pronto mi hombro chocó con la pared. Sabía que no tendría manera de pasar por detrás de mi coche, porque siempre aparco muy pegado a la pared. Así que di un paso a la izquierda y posé la mano sobre el maletero del Opel Astra estacionado en el lado contiguo, solo para descubrir que mi vecino de aparcamiento también compartía conmigo la manía de pegar su coche al ras del muro.
 Si quería salir de ahí, tendría que hacerlo por encima de uno de los dos vehículos, el problema es que haría mucho ruido y ese cabrón sabría donde estaba yo exactamente, eso si no saltaba la alarma de uno de ellos. Ahora mismo lo que menos necesitaba era que se encendieran las luces de alguno de los dos turismos descubriéndole mi posición al enorme Alemán. Qué curioso, ahora mi tan temida oscuridad era la única que podía ayudarme a salir de esa.
Un ruido procedente de la oscuridad, me heló la sangre, otra vez ese gemido, pero esta vez tan cerca que tuve la sensación de que podía oler su aliento…
-¿Por qué coño hace eso?- Pensé. Esa vez me pareció más furioso o ansioso que la anterior. El sonido de varios golpes a apenas dos metros de mí retumbó en mis oídos, aporreaba el capó de mi coche y se estaba acercando. No dudé un momento y rápidamente me lancé por debajo de mi todo terreno. Nada más aterrizar en el suelo, un dolor agudo en el costado me hizo ahogar un gemido de dolor, me había clavado algo duro en el costillar, deslicé mi mano derecha por debajo del pecho para ver qué era lo que me estaba hincando.- ¡Qué suerte!- Pensé, había encontrado la llave de mi coche, Ahora tenía el modo de escapar, pero había un gran problema, ese cabrón ya estaba entre los dos vehículos, justo a la altura de la puerta del conductor. No podía entrar por ella y si abría los seguros con el mando, para colarme en el todo terreno por la puerta del copiloto, debido al cierre centralizado, dejaría abierta por unos instantes la contraria, brindándole la oportunidad  a mi gordo vecino de entrar también conmigo al vehículo.
- Ni loco voy a correr el riesgo de verme encerrado dentro de mi coche con ese tarado, Tengo que hallar otra solución- Pensé, mientras intentaba hacer acopio de valor. Tenía que hacer algo y rápido. Era posible que simplemente por estar tan cerca del, ya pudiera estar en riesgo de infectarme, tenía que escapar a toda prisa de esa ratonera…
Afiné el oído para mantener localizado a mi perseguidor. Mi vecino seguía avanzando, supongo que pensaba que yo estaría al fondo, pues siguió andando hasta llegar a la pared, solo para darse cuenta de que yo no estaba ahí, se puso como un loco, gemía y golpeaba ambos vehículos a ciegas, podía escuchar perfectamente los impactos de su cuerpo  contra los cristales. Las alarmas de estos vehículos no eran tan sensibles como la del BMW y por unos minutos que parecieron horas no saltaron, pero en el momento que escuché romperse el cristal del Opel, la alarma se activó.
De nuevo comenzaron a parpadear luces naranjas en el aparcamiento que me permitieron ver miles de cristales rotos diseminados por el suelo, ya no estaba protegido por la oscuridad. Pude ver a menos de medio metro los pies de mi vecino dando pasos vacilantes con sus pies descalzos sobre los vidrios sin inmutarse. Claramente estaba confuso, por lo visto debía de estar convencido de que yo me encontraría ahí y mi desaparición al más puro estilo de David Copperfield le desconcertó.
Dio varias vueltas buscando algún rastro de mi con la mirada, pero a pesar de que no podía verme de alguna manera pareció intuir donde podía encontrarme. Poco a poco los dedos de sus pies fueron señalando en dirección a mi cara. Vi como sus pies se flexionaban, hasta me pareció escuchar crujir sus rodillas, el cabrón se estaba agachando y en pocos segundos lo tendría cara a cara y yo tumbado bajo el coche no tenía posibilidad alguna de defensa.
 Al ver que se me venía encima intenté deslizarme y salir por el otro lado del vehículo pero enseguida noté que algo no marchaba como yo quería, no podía moverme, mi gruesa chaqueta de cuero estaba enganchada con algún saliente de los bajos del 4x4 y me impedía llegar hasta el otro extremo, estaba atrapado.

domingo, 13 de mayo de 2012

CAPÍTULO 2: Llega el cambio



Toda mi vida cambió hace dos días. Esa mañana tenía mi despertador preparado para que sonara a las seis y media, como casi cada mañana desde hacía tres años, me tenía que despertar para poder ir a abrir mi kiosco de prensa, un pequeño negocio familiar situado junto al Corte Inglés, que tras el fallecimiento de mis padres tomé la decisión de dirigir.
Pero esa fría mañana de lunes, cuando sonó el despertador, dudé…
No tenía claro si ir o quedarme tapado hasta las orejas, había estado enfermo desde el viernes y me pasé metido tres días en la cama sin hacer caso a nada ni a nadie, la fiebre que comenzó a subirme el jueves anterior de madrugada me había mantenido en cama, solo me levanté para hacerme alguna sopa de sobre o un vaso de leche con Cola Cao caliente, esos días los había pasado como en una nube debido a la fiebre y dormí profundamente entre sudores casi en la totalidad de los tres días, menos él sábado, cuando varias veces ruidos como de petardos lejanos me habían despertado durante la noche en al menos dos ocasiones, también el domingo por la noche alguien tocó varias veces a mi timbre, pero ni me molesté en abrir.
 Pero ese lunes ya me encontraba mejor, siempre caigo enfermo por las mismas fechas, la garganta se me inflama y me sube mucho la fiebre, en unos días se me pasa y hasta el año siguiente gozo de una salud de hierro, es como un ritual por el que tengo que pasar cada comienzo de temporada, además quedándome en casa, solo podía hacer una cosa, ver la tele y las pésimas noticias que habían emitido hasta el jueves una y otra vez no aclaraban nada y solo me parecía que tenían por objeto, causar alarma social.
Soy extremadamente reticente a creer nada relacionado con pandemias. Todas hasta la fecha habían resultado ser una soberana mentira, ya fueran ideadas por empresas farmacéuticas o por otro tipo de entidades, siempre hay intereses económicos tras ellas y aunque esta vez todo parecía un poco diferente, yo pensaba que solo era cuestión de tiempo que dijeran que todo había sido un error y que el peligro había pasado, además, siempre podía leer en la prensa un resumen cuando llegara a mi negocio.
 La mañana transcurrió como la de cualquier otro día, me di una ducha rápida, afeité con la maquinilla eléctrica mi oscura barba de cuatro días, lavé mis dientes y me coloqué la ropa que había preparado antes de meterme en la bañera, una camisa negra de manga larga, unos vaqueros azules, mis cómodos zapatos negros 24h y para resguardarme del fresco que hace en Enero en Alicante, me puse mi chaqueta de cuero, color crema estilo americana y una bufanda gris de lana anudada a mi cuello aun convaleciente. Luego fui a la cocina y me senté a tomarme un café con leche bien cargado, mientras sorbía la caliente bebida me pareció escuchar cómo el sábado, ruido de fuegos artificiales en la distancia, la gente en Alicante siempre tiene cosas que celebrar y en la Comunidad Valenciana tiramos petardos por cualquier cosa, pero tirar fuegos artificiales a esas horas y con la que estaba cayendo en el planeta me pareció bochornoso. La curiosidad me pudo y me asomé a la ventana de la cocina, pero no vi nada que me llamara la atención exceptuando a un grupo de tres vecinos cargados con maletas que corrían junto a la piscina en dirección a una de las salidas de la urbanización, supuse que llegarían tarde a alguna parte, quizá ya se pudiera viajar otra vez, eso me pareció buena señal. Pude escuchar en la distancia más detonaciones, pero enseguida cesaron y cerré la ventana.
Dejé la taza en el fregadero, cogí las llaves de casa y del coche del recibidor y las metí en el bolsillo de mi pantalón. Me marché cuando aun no serian las siete.
 No suelo coger el coche para ir a mi trabajo, porque estoy a menos de un kilómetro de mi negocio.
Casi siempre paso más tiempo intentando encontrar aparcamiento, que en lo que tardo en llegar dando un paseo, pero en los últimos dos días que fui a trabajar no me había sentido seguro caminando por las calles, la gente estaba muy nerviosa, paseaban con mascarillas de papel puestas en la cara y un simple resfriado como el que yo había pasado era suficiente para que te trataran como a un apestado, eso me ponía nervioso. Daba la sensación de que en cualquier momento esa situación pudiera estallar de alguna manera inesperada y no me hacía gracia imaginarme  en pleno centro de Alicante, sin un medio de transporte cerca, en el que poder regresar a casa cagando leches si la cosa se salía de madre. Ya había leído en la prensa que en algunas ciudades se habían producido disturbios y en algunos lugares aislados algún saqueo, por lo que prefería dar algunas vueltas en coche a tener que caminar.
Esa mañana entré en el ascensor con la intención de bajar al garaje y sacar mi todo terreno de paseo, un Toyota rav4 de color negro, para ir con él al trabajo. Metí la pequeña llave en la cerradura de la botonera que hacía las veces de tecla de la planta del sótano, una medida de seguridad que siempre he visto estúpida, ya que se puede bajar perfectamente por la escalera hasta ese piso en la urbanización donde yo vivo.
El ascensor tardó muy poco en bajar las cinco plantas.
 Cuando las puertas se abren en ese nivel, casi no ves nada, solo la tenue luz que salía del ascensor me permitía percibir la leve silueta del interruptor un metro más adelante incrustado en la blanca pared de hormigón, así que como siempre salí y palpando con la mano derecha la pared y fui acercándola en la dirección del interruptor, hasta que lo tuve bajo mis dedos, pulsé y con un leve ¡clic! todo se iluminó.
¡La luz…! qué extraña seguridad causa en las personas y sobre todo en mí mismo.
Siempre he tenido una mala relación con la oscuridad, un miedo irracional, lo sé.
 De pequeño me producían pavor los lugares completamente oscuros, ahora de adulto, podría dejarlo en que me dan mucho respeto y ese parking hasta que la luz se enciende no es una excepción.
Salí de la zona del ascensor y giré a la izquierda avanzando por el amplio pasillo del parking escasamente iluminado  para mi gusto en dirección a mi coche.
Mi plaza de aparcamiento no estaba lejos de las plateadas puertas del elevador, la quinta plaza por la fila de la izquierda.
Cuando aun no estaba a la altura del primera aparcamiento me pareció ver moverse algo por el rabillo del ojo, al final de un pasillo que empezaba en el lado contrario en el que yo estaba, creí distinguir fugazmente la silueta de una persona, ese corredor estrecho y muy largo tenía un interruptor propio para iluminarlo, pero estaba completamente oscuro, en él están ubicados los trasteros, filas de pequeñas puertas de aluminio se extienden a ambos lados de las paredes, terminando en un callejón sin salida. Esos trasteros pertenecen a la segunda escalera de mi edificio, el mío está en la parte opuesta del garaje.
Al ver la sombra lo primero que pensé es en que sería un vecino intentando entrar en su trastero, pero…
-¿Qué coño hacía en ese angosto lugar casi completamente a oscuras? ¿Estará estropeada la iluminación en esa área?- Pensé.
En ese instante no le di demasiada importancia, no detuve el paso, pero dos metros más adelante algo me hizo que me detuviera en seco, Un golpe hueco, seguido de la alarma de un coche sonando detrás mía, me dio tal susto que el corazón casi se me sale del pecho.
Di la vuelta rápidamente y miré en la dirección de la procedencia del estridente sonido, un BMW 320 plateado. Emitía unos potentes bocinazos al mismo compás con el que todas sus luces intermitentes destellaban a la vez. Algo había activado la alarma, era el primer coche de la fila de la derecha, el que estaba justo alado del principio del oscuro pasillo de los trasteros. Deduje lo que podía haber sucedido… La persona que me había parecido ver, sería el dueño de ese coche, por alguna razón lo ha golpeado y a saltado la alarma… ¿Pero por qué no la paraba?, seguía sonando y sonando y no me parecía ver a nadie, al menos al principio, un minuto después de la zona del maletero vi aparecer una sombra, casi no veía nada, pero el oscuro bulto poco a poco siguió la línea del vehículo hasta llegar al capó y ahí pude verle con más claridad. Aunque esa zona está oscura, ya que ahí, justamente, no hay ningún tubo fluorescente que alumbre directamente, el escandaloso BMW le iluminó la cara con sus ráfagas intermitentes de color anaranjado. Le reconocí rápidamente, era un vecino al que solo conocía de vista, el típico vecino imbécil, el tipo al que le saludas y contesta cuando le apetece, unas veces sí y otras veces no, según le diera y al que yo, directamente, ya no le decía nada para ahorrarme la mala leche de que me negara el saludo a su antojo desde hacía meses.
Era un tipo más alto que yo, me sacaba una cabeza por lo menos y yo no soy bajito, mido un metro setenta y seis, de ojos azules y de unos noventa y cinco kilos de peso, amplio vientre y con la cabeza completamente afeitada como un balón de futbol, en su día, cuando tenía pelo, debió de ser pelirrojo o eso daban a entender sus rojizas y pobladas cejas y su oronda cara repleta de pecas. Creo recordar que era Alemán al igual que su mujer, que por cierto estaba tremendamente buena, una chica alta y voluptuosa, de larga melena rubia y con unos pechos de escándalo, en verano los ocultaba bajo diminutos bikinis que no dejaban demasiado a la imaginación y le encantaba lucirlos en la piscina de la urbanización, para deleite de los vecinos de género masculino y envidia de las esposas de estos.
 Nunca entendí como esa pedazo de hembra podía ser la pareja de semejante individuo, no pegaban ni con pegamento esos dos, misterios de la vida…
 No recuerdo el nombre del tipo con exactitud, aunque sé que era algo así como Eberhard o algo por el estilo…
-¿Pero qué le pasa a este tipo?- pensé.
Me miraba fijamente con ojos abiertos como platos. Avanzó tambaleante siguiendo la estilizada línea del vehículo hasta que desapareció detrás de la columna que delimitaba la plaza de aparcamiento que ocupaba el  BMW, pocos segundos después le vi reaparecer por detrás del pilar de hormigón e irrumpir en el pasillo del parking en el que yo me encontraba, estaba a cuatro plazas de mi, pero en la fila de coches contraria y avanzando directamente en mi dirección. Estaba seguro de que algo no marchaba bien en ese hombre, su andar era lento, renqueante pero continuo, el color de su piel me pareció muy amarillento y quizá de algunos colores más que no distinguía aun en la distancia, distancia que a cada paso se acortaba entre nosotros.
Primero supuse que mis ojos me gastaban una mala pasada por culpa de los destellos naranja de los intermitentes que me tenían un poco deslumbrado en la penumbra del garaje, pero cuando lo tenía tres metros más cerca, pude verlo con más claridad, su piel… toda su piel tenía un tono difícilmente descriptible, entre amarillo y naranja, podía ver su sistema de venas marcado en tonos amoratados y oscuros que parecían trazar extrañas formas sobre todo su cuerpo. Los ojos tenían la córnea amarillenta, me recordaron a los ojos de un pez pasado de fecha y el color azul claro de sus ojos, ahora era tan solo un recuerdo, un color grisáceo cubría su iris.



De repente, el tipo abrió la boca y un espeluznante sonido salió de la oscuridad que aguardaba tras sus dientes, indescriptible, gutural, eso me puso los pelos de punta. Justo después se apagó la alarma del BMW, me pareció que hasta el coche estaba acojonado ante tal y desagradable sonido. La adrenalina se disparó en mí y sentí que estaba en peligro.
Con la sorpresa no había recaído en la indumentaria del fulano hasta entonces, era ridícula. Tenía puesta una bata de baño de color azul turquesa que parecía que le venía muy pequeña y debajo lo que me parecieron unos calzoncillos, nada más. Algo en sus calzones me llamó la atención, la prenda que en su día debió de ser blanca, estaba sucia, repugnantemente sucia, en la zona de los genitales un oscuro manchurrón de color morado, cubría la tela casi por completo y ese mismo líquido le chorreaba por entre las piernas llegando casi a los tobillos. No pude evitar que se me viniera a la cabeza el nombre de Lorena Bobbitt, ¿Estaría herido? -¡No…! ¡Qué narices herido!- Me dije a mí mismo.
Las noticias de los últimos días no dejaban lugar a dudas. ¡Joder, todo era verdad esta vez…! errático, desorientado, irracional, herido… ¡Era un puto infectado! ¡Uno de verdad!

sábado, 12 de mayo de 2012

CAPÍTULO 1: A quien le pueda interesar





Estoy acorralado ¡Joder!

 No creo que dure mucho más tiempo si no consigo salir de aquí.
 He cogido de la mochila que le quité a un soldado caído, un bolígrafo y esta libreta, donde quiero plasmar mis últimos momentos.
Ya que por lo que veo es irremediable que este jodido mundo se vaya a la mierda, al menos, si alguien encuentra estos apuntes en un futuro podrá tener constancia de cuáles fueron mis últimas y agotadoras horas sobre la tierra.
Mi nombre es Jaime Escudero y tengo treinta y tres años, es muy posible que ya no quede nadie vivo de mi familia, aparte de mí, al menos de la más cercana.
No sé nada de mis dos hermanos mayores, ni de mi hermana pequeña Estefanía desde ayer, ya no responden a las llamadas que les hago desde mi teléfono móvil, lo último que supe por boca de mi hermano Toni, es que estaban de camino a un “punto seguro” y después de eso nada, no he podido contactar más con ellos.
Ahora que desde esta privilegiada posición puedo ver en lo que se está convirtiendo mí amada ciudad, tengo que reconocer que me alegra que mis padres no estén aquí para presenciarlo.
 Hace tres años, debido a un accidente de tráfico, dejaron este mundo por la vía rápida, fue visto y no visto, no se dieron ni cuenta. Como si eso cambiara lo sucedido y tuviera que alegrarme, pensé, cuando el capitán de la guardia civil de tráfico me informaba de lo sucedido. Aunque ahora lo veo un poco diferente, fue rápido… Todo lo contrario de lo que a mí me espera de no poder largarme lejos de esta ciudad.
Al igual que en el accidente de mis padres, todo ha pasado muy deprisa, demasiado deprisa. Hace solo unas pocas semanas creía que el telediario estaba nuevamente con otra farsa como la de la gripe-A, otro saca dineros y engaña bobos y una semana después lucho minuto a minuto por salvar mi vida, ¿Cómo hemos llegado a esta situación?. Joder…
Hace días que la ciudad se empezó a volver un poco loca, no sabíamos exactamente qué pasaba, llegaban noticias confusas que hablaban de un virus que se contagiaba de una manera que aun no sabían concretar, aunque aseguraban  que todo estaba bajo control y que podíamos seguir con nuestras vidas cotidianas, aun así los informes decían que si veíamos a alguien con comportamiento errático, agresivo o herido… avisáramos a las autoridades y que bajo ningún concepto nos acercáramos a ellos, aunque fueran conocidos o familiares, pues por lo visto, ese virus les hacía altamente agresivos. ¿Pero qué cojones?
La gente aunque nerviosa, al principio seguía haciendo su vida normal. Los días pasaron y en las noticias los políticos seguían asegurando que todo estaba bajo control, pero claramente ya se apreciaban cambios que dejaban de manifiesto que las cosas no marchaban bien. Sirenas de policía, bomberos y ambulancias sonaban muchísimo más que de costumbre por todas partes y camiones cargados de militares armados, imagino que provenientes de nuestro cuartel de Rabasa, pasaban a toda velocidad y en todas direcciones, lo cual no es precisamente algo que transmita confianza…
En esos momentos, algunos pensaban que estábamos en guerra, pero que el gobierno lo estaba ocultando, un ataque químico, bacteriológico, quien sabe…
-¡Los Marroquíes!, seguro que son los moros los que están detrás de todo esto…- Escuché decir a un ignorante hombre de unos cincuenta años, regordete y bigotudo muy convencido, mientras se tomaba un coñac mañanero en la barra del bar en el que yo solía desayunar mientras miraba las noticias de tele5.
Estaba claro que en esos momentos nadie tenía ni puta idea de lo que se nos venía encima y menos el borrachín del mostacho, que seguro ni sabría situar Marruecos en el mapa.
Las noticias cada vez llegaban más fragmentadas y eran más contradictorias, lo cual no ayudaba más que a crear confusión y a que la gente sacara conclusiones de lo más dispares.


Pese a toda la contradicción que reinaba entre unos informativos y otros, todos coincidían en una cosa, en que el problema había surgido una semana y media atrás y que se había originado en Rusia, en un lugar llamado Kubinka, a sesenta y tres kilómetros de Moscú. El “virus” de ahí había saltado a varios puntos del planeta a una velocidad vertiginosa y sin ningún control aparente por parte de las autoridades competentes, que se veían desbordadas una vez la pandemia tocaba a sus puertas.


Todas las medidas que los diferentes gobiernos habían tomado no parecían tener ningún efecto en la propagación de la enfermedad y cada día se informaba de la aparición de nuevos brotes en diferentes puntos del planeta, aunque jamás se televisaron imágenes de dichos países donde se suponía que la plaga estaba azotando, precisamente eso era una de las cosas que más me hacían dudar de la verdadera gravedad que suponía el virus.

De momento, en Alicante no parecía que se hubiese dado ningún caso grave por aquellos días y si ya los había no se informó de ello a la población, pero a pesar de eso se habían limitado los viajes entre comunidades autónomas a la mínima expresión, incluso no se podían realizar trayectos entre poblaciones cercanas, pues a no ser que te dirigieras a tu vivienda habitual y pudieras demostrarlo, lo más probable es que algún control policial te obligara a regresar  por donde habías venido. Todo esto eran medidas de “cuarentena” con las que el gobierno intentaba controlar la propagación de la pandemia.

Todos los países adoptaban estrategias muy similares una vez aparecían los primeros casos, pero no parecían estar funcionándoles a ninguno de ellos.