PROMOCIONA TÚ SITIO GRATÍS!!!

Fan por Fan

domingo, 20 de enero de 2013

CAPÍTULO 17: Vía de escape


 Alba apretó fuertemente mi mano cuando una explosión potentísima llegó de alguna zona cercana hasta nuestros oídos, nos miramos confusos y pude notar en sus ojos que ella estaba esperando que yo tomara alguna iniciativa, un siguiente paso a seguir, pero yo por un momento no reaccioné. Miré a mí alrededor buscando la procedencia de los sonidos que a cada segundo se hacían más y más atronadores dejando de manifiesto que algo estaba a punto de pasar.

Cuatro helicópteros de combate del modelo Tigre aparecieron volando en formación sobre nuestras cabezas, segundos despues dos de ellos se desviaban en dirección a la plaza de toros y los otros dos se posicionaron estáticos a unos pocos metros de la dañada barricada y comenzaron a abrir fuego contra los zombis que se apiñaban en el otro extremo intentando cruzarla.

El rugido de unos potentes motores diesel nos obligó a girarnos sobre nosotros mismos para encontrarnos de frente con un convoy de tanques Leopard y varios BMR que se nos venía encima.

Rápidamente retrocedimos unos cuantos pasos hasta subirnos a la acera para quitarnos de la trayectoria de las cadenas de uno de los blindados que se detuvo a escasos metros de nuestra posición. El olor a gasoil quemado nos envolvió por completo y era tan insoportable que hacia tremendamente incomodo respirar con normalidad.

Los vehículos de transporte de tropas abrieron sus puertas y los efectivos que viajaban en su interior comenzaron a descender  de ellos y pusieron rumbo a paso ligero en dirección a la barricada de forma bastante desorganizada.

Los hombres y mujeres que hasta entonces habían estado defendiendo aquella posición al ver que llegaban los refuerzos comenzaron a dejar de disparar abandonando sus posiciones y conforme esto sucedió el fuego de los helicópteros se centró en el hueco abierto en el muro de chatarra a lo que enseguida se le unió la artillería de los tanques y las ametralladoras de los BMR.

-¿Qué estáis haciendo aquí vosotros dos?- Nos preguntó una voz femenina que provenía desde nuestras espaldas. Alba y yo que hasta entonces habíamos permanecido boquiabiertos como meros espectadores de todo aquel despliegue de recursos militares nos giramos dando un respingo. No podíamos creerlo, era Yolanda que nos miraba con cara de sorpresa, imagino que con la misma cara de bobo con la que yo la miraba a ella.

-¡Yolanda, estás viva!- le gritó Alba instantes antes de abalanzarse sobre la agente para abrazarla, la cual reaccionó rápidamente y se la apartó de encima.

-¡No podéis estar aquí! ¡Tenéis que salir inmediatamente de esta zona! Las barricadas están cayendo por todas partes, esos cabrones están organizados y tenemos que retirarnos, ¡la vía de escape está a punto de perderse definitivamente! ¿Cómo habéis llegado vosotros dos solos hasta aquí?- Dijo Yolanda analizando detenidamente mi uniforme y las armas que llevaba conmigo.

Yo miré a Yolanda, despues volví la vista hacia los helicópteros que continuaban abriendo fuego sobre los no muertos y durante unos segundos intenté procesar todos los datos en mi mente antes de responder.

-Pues estábamos intentando llegar al punto seguro, la barricada en la plaza de España fue asaltada como ya sabes y escapamos antes de quedarnos atrapados en la plaza de toros- aclaré con tono algo dubitativo. Alba no dijo nada, simplemente asintió con la cabeza.

-Chicos... estoy encantada de veros sanos y salvos, pero como os he dicho no tenemos tiempo, tenéis que salir de aquí y correr todo lo deprisa que podáis hacia el punto seguro, debéis llegar lo antes posible, no solo la barricada cayó, esos hijos de puta se las han arreglado para entrar y todos los que habían en la plaza de toros están muertos o lo que es peor, ya no lo están, ya vienen hacia aquí, vamos a tener compañía muy pronto, tenemos que retiramos definitivamente, no venimos a recuperar las barricadas, solo a salvar a los que podamos y tenemos muy poco tiempo porque esta zona va a ser bombardeada con napalm para dar algo de tiempo a los efectivos y supervivientes que quedan para que puedan retirarse.- Dijo Yolanda sumamente alterada.

-¿Napalm?, ¿Pero os habéis vuelto completamente locos? ¡Todo arderá! ¿Eso es lo que cargaban los aviones de combate que pasaron volando antes?- Le pregunté sorprendido.

-Justamente eso Jaime, ya han bombardeado otras localizaciones de la ciudad, ahora toca la plaza de España y lo siguiente es esta zona. No importa si arde todo hasta convertirse en cenizas si con eso ganamos tiempo y de paso eliminamos a unos cuantos miles de esos cabrones ¡Salir de aquí ya! ¡No hay más tiempo!- Me gritó Yolanda que ya  nos empujaba en dirección a la calle Rambla Méndez Núñez.

-¿Solos? ¿Qué nos vayamos solos? ¿Y tú qué vas a hacer?- Le preguntó Alba que se resistía a caminar a Yolanda.

-No vais solos, todos esos agentes y soldados se retiran al punto seguro, seguidlos hasta el, ellos os protegerán en el trayecto, también se va a evacuar un puesto médico que hay instalado en el banco de España con cientos de civiles que allí se encuentran, así que no vais solos, yo iré en uno de estos BMR en cuanto tengáis la suficiente ventaja y protegeremos vuestra retaguardia ¡Correr!- Respondió la agente.

Miré a Yolanda y despues a las tropas que se retiraban a la carrera, luego me fijé en Alba, parecía no querer dejar allí a Yolanda, cosa que entendí perfectamente, pero comencé a andar tirando de su mano para que me siguiera.

-¡Yolanda ten mucho cuidado! Nos vemos en el punto seguro, ¡Vamos Alba, tenemos que irnos ya!- Dije yo mientras observaba a la policía que nos miraba alejarnos en silencio sosteniendo su rifle entre las manos, la veía ahora tan distinta en comparación a cuando la vi por primera vez acabando en el garaje con cabeza bola, en aquellos momentos me trasmitió seguridad, fuerza, valor y a pesar de ello, de que seguía siendo la misma persona, ahora la veía tan vulnerable, tan superada por el curso de los acontecimientos en aquel entorno tan hostil que casi regreso y la obligo a venir con nosotros para alejarla de todo aquel peligro que se cernía sobre ella, pero sabía que de nada serviría, estaba seguro de que ella no se abría retirado jamás por mucho que Alba o yo hubiéramos insistido, por muy asustada que quizá pudiera estar, así que volví la vista al frente y apreté el paso tirando de Alba que me siguió a regañadientes y que no perdió a Yolanda de vista hasta que los edificios la ocultaron tras ellos.

Observé a mi amiga que corría junto a mí en silencio y por primera vez noté algo diferente en su mirada, en su gesto, su mandíbula estaba tensa y un fuego intenso ardía en sus ojos, la rabia comenzaba a aflorar en su interior, su instinto de supervivencia estaba despertándose y atrás empezaba a quedar aquella chica que lloraba con mirada perdida en la oscuridad de un garaje y que tan solo hacia unas horas ella había sido.

Enseguida nos vimos rodeados de muchísima gente que corría en nuestra misma dirección, policías, militares, también los civiles y personal sanitario del que nos había hablado Yolanda se apuntaron a la carrera. Todos huíamos en dirección al punto seguro que realmente no quedaba ya muy lejos. Tuve la morbosa sensación de estar participando en algún extraño maratón en el que la meta significaba el poder seguir viviendo un día más.



 Una nueva explosión nos obligó a darnos la vuelta y a mirar hacia arriba donde una gran columna de humo negro en forma de hongo se elevó cientos de metros en el cielo.

-Ya están bombardeando, ese humo viene de la zona de la plaza de toros… ¡joder!- Dije sin dar aun realmente crédito a lo que veían mis ojos, la ciudad estaba en llamas. Creo que en ese instante es cuando realmente fui consciente de que todo estaba perdido, no había esperanza, el ejército no podría recuperar las calles, a pesar de sus armas de fuego, de toda la tecnología armamentística con la que contaban no podían hacer frente a este enemigo que a cada momento que pasaba se hacía más y más numeroso, quizá algún día se encontraría la forma, pero comprendí que ese momento debía de quedar realmente distante en el tiempo…

-¡Vamos Joder! ¡No te pares ahora Jaime!- Me gritó Alba que ya se había vuelto y tiraba de mi mano para que continuara corriendo, yo enseguida la obedecí pero tras recorrer unos cien metros varios disparos y gritos que provenían de delante nuestra nos obligaron a detenernos nuevamente. No podíamos ver qué era lo que sucedía porque la gente que teníamos enfrente nos lo impedía, pero sin duda alguna estábamos en serios problemas.

 Varias personas pasaron corriendo en dirección opuesta a la que nosotros nos dirigíamos abriéndose paso a empujones entre la muchedumbre, uno de ellos, un tipo de raza negra y de amplias espaldas chocó conmigo obligándome a soltar bruscamente la mano de mi amiga y a hacer verdaderos malabarismos para no caer al suelo de bruces, inmediatamente la gente que empezaba a ser consciente de la situación comenzó a girar sobre sí misma y a regresar en desbandada sobre sus propios pasos entre gritos de terror y desesperación lo que me forzó a retroceder para no caer y ser pisoteado por aquella estampida humana, entre toda aquella confusión fue inevitable que perdiera a Alba de vista ya que fue engullida por aquella avalancha que la arrastró atropelladamente alejándola de mi.

 Los policías y militares que formaban parte de aquel gentío intentaban abrirse camino entre los civiles a trompicones para intentar recuperar el control de la situación pero les era prácticamente imposible ya que las personas les entorpecían el paso impidiéndoles realizar dicha función, incluso algunos cayeron y fueron pisoteados sin ningún miramiento.

 Después de varios minutos de brutal incertidumbre vi al primero, era un podrido, un hombrecillo de unos setenta años al que le faltaba el brazo derecho y en el que en su lugar únicamente quedaban unos pocos girones putrefactos de carne amoratada y ensangrentada salió de entre la aterrorizada muchedumbre y se abalanzó sobre una mujer madura de pelo cano que arrastraba un destartalado carrito de la compra, la tenía a mi derecha a tan solo unos tres metros de mi posición. El espectro la agarro del abrigo con la mano que aún le quedaba e intentó morderla, la pobre mujer que inmediatamente soltó sus últimas posesiones intentó liberarse del ropaje que la vinculaba mortalmente al putrefacto ser pero la empujaron y cayó al suelo de espaldas entre gritos de terror, intentó defenderse desesperadamente del desmembrado anciano zombi estirándole de su enmarañado pelo blanco y arañándole donde le era posible pero nada de lo poco que pudo hacer por defenderse fue suficiente e inevitablemente su atacante se colocó definitivamente sobre ella a la altura de sus piernas y se aferró tensamente a uno de sus muslos, por un instante pensé en socorrerla pero cuando vi que finalmente el obstinado anciano conseguía clavar los pocos y amarillentos dientes que aún conservaba en la carnosa ingle de aquella pobre señora supe que estaba perdida.

Vi repetirse aquella escena en varios puntos más cércanos a mí lo que me confirmó que la situación estaba completamente fuera de control. Toda mi atención se centró de nuevo en Alba a la que no podía ver por ninguna parte, estaba claro que era imposible llegar al punto seguro por aquella ruta que se estaba infestando de no muertos por momentos, teníamos que salir de la Rambla, tenía que encontrar a Alba entre todo aquel caos antes de que fuera demasiado tarde. Saqué la pistola de su funda la monté y me adentré entre la muchedumbre a empujones y agarrones con la única idea en mi cabeza de volver a coger la mano de Alba y de sacarla de todo aquel infierno fuera como fuera...

 Solo veía caos mirara donde mirara, pero ni rastro de ella. La llamé varias veces gritando su nombre con todas mis fuerzas mientras intentaba avanzar algunos metros con la idea de  llegar al lugar donde había visto a Alba por última vez, entre toda aquella confusión sabía que era casi imposible que escuchara mi llamada y además me costaba tremendamente orientarme, pero no me desanimé.

 Golpe tras golpe me abrí paso un poco más hasta que creí estar nuevamente en el lugar de nuestra separación entonces unos dedos sujetaron mi hombro con la firmeza de unas tenazas obligándome a retorcerme de dolor. Me giré bruscamente y me encontré cara a acara con un caminante que ya lanzaba sus dientes en dirección a mi yugular, pero instintivamente lancé un culatazo con mi pistola a su boca haciéndole saltar varios de sus dientes del lugar en el que hasta entonces habían estado firmemente anclados, el ser como ya imaginaba no acusó prácticamente el golpe, su cabeza simplemente se dobló hacia atrás pero inmediatamente como empujada por un antinatural muelle instalado en sus cervicales regresó rígidamente hacia mí. Yo repetí inmediatamente la operación, una, dos, cinco, diez, cambiando a cada golpe el punto de impacto, nariz, ojo, frente, barbilla, hasta que en uno de los golpes la culata impactó contundentemente en la sien del caminante produciendo un desagradable chasquido al romperse el hueso bajo el duro metal y el no muerto por fin liberó mi lastimado hombro y se desplomó de espaldas en el suelo.

 Giré sobre mi mismo aliviado por haberme desecho de mi atacante y con la intención de proseguir la búsqueda, pero nuevamente me encontré de frente con la no muerte. El zombi de una mujer joven a la que le habían arrancado toda la ropa de su parte superior y a la que le faltaba uno de los dos senos se lanzaba sobre mí con sus brazos completamente estirados y con sus crispadas manos apuntando directamente a mi cuello, no pude eludir el ataque porque cayó sobre mí como un rayo alcanza a un árbol en una tormenta.

 No tuve tiempo de apuntar y aun menos de disparar, ni siquiera de golpear en esta ocasión, únicamente pude soltar la pistola que se estrelló bruscamente contra el suelo para intentar sujetar las muñecas de mi atacante antes de que sus dedos hicieran presa en mi cuello terminando de esa manera con mi vida.

La acometida de la podrida fue muy fuerte y me obligó a dar varios pasos hacia atrás en mi afán por contenerla hasta que mis talones chocaron con los pies del cadáver del caminante que solamente unos segundos antes había rematado con los golpes de mi arma, tropecé con él y caí sobre el sanguinolento cadáver y mi nueva atacante a su vez sobre mí.

Menuda estampa, un bocadillo de Jaime listo para ser devorado por una guapa rubia y destetada zombi, pensé,  mientras comenzaba a notar que los resbaladizos miembros ensangrentados de la muerta viviente empezaban a escurrírseme entre los dedos.

Saqué fuerzas de flaqueza e hice un esfuerzo para juntar los dos brazos del engendro a la altura de su pecho antes de que se pudiera liberar, la empujé con todas mis fuerzas con lo que la elevé bruscamente y sin perder un segundo metí mi rodilla izquierda y la coloqué contra el abultado abdomen de esta y con una verdadera maña de escapista aficionado acomodé la planta de mi pie derecho sobre el repugnante hueco vacio de su pecho izquierdo y estiré mi pierna súbitamente al tiempo que solté sus muñecas  impulsándola de esta manera hacia atrás. Esta salió disparada elevándose considerablemente en el aire para luego estrellarse de espaldas sobre el asfalto a medio metro de mí.

 Me incorporé rápidamente y busqué la pistola por el suelo pero a primera vista no conseguí localizarla, en vez de eso solo logré que me pisotearan varias personas o quizá zombis que no repararon en mi cegados en la persecución de alguna otra presa que escapaba hacia algún lugar indeterminado.

A duras penas logré recuperar la posición vertical pero justo cuando intentaba pensar en que hacer la destetada rubia zombi ya estaba nuevamente sobre mí, esta vez su pequeña y fina mano descargó sobre mi antebrazo derecho la fuerza de una prensa hidráulica de tres toneladas produciéndome un dolor agudo y espantoso, sus dientes se lanzaron sin contemplaciones contra mi brazo prisionero, pero me anticipé y sujeté su mandíbula con la mano que tenia libre, ella al verse bloqueada en su ataque me agarró a la altura de las costillas  y clavó sus dedos haciendo que me doblara de dolor. La fuerza que estos seres son capaces de ejercer con sus dedos es brutal, desproporcionada y el dolor que producía la presión de estos me impedía pensar con claridad.

Retrocedí nuevamente unos metros enzarzado en una mortal y siniestra danza hasta que mis piernas comenzaron a flaquear bajo tanta tensión, dolor y tropiezos. Poco a poco mis rodillas empezaron a flexionarse, la zombi se me venía irremediablemente encima y en esa ocasión yo no dominaba a mi atacante, era ella la que me tenía a su total merced, ese podía ser perfectamente mi fin…
Cerré fuertemente los ojos y apreté mis dientes hasta que rechinaron bajo la presión ejercida y me dispuse a esperar el momento de la verdad…

¡¡¡BANG!!!

Mis oídos pitaban debido a una detonación que se había producido a escasa distancia de mis tímpanos, el dolor que producían las tenazas de la zombi se redujo radicalmente y esta quedó inmóvil y fláccida con lo que pude quitármela de encima fácilmente de un empujón.

-¿Piensas quedarte ahí todo el día o qué?- Me dijo una voz muy familiar a escasos centímetros de mi oreja derecha.

Yo giré la cabeza aun un poco aturdido para encontrarme cara a cara con Alba que armada con mi pistola me tendía la mano para ayudarme a ponerme en pie. Esta vez ella me había salvado a mí la vida al cargarse a la no muerta destetada de un certero disparo a bocajarro en plena sesera.

-Creo que jamás me he alegrado tanto de ver a alguien, Alba…- Le respondí completamente flipado mientras agarraba su mano y me ponía nuevamente en pie.

Ella me miró detenidamente y con una voz algo temblorosa y dubitativa me preguntó si me habían mordido, si estaba herido.

-Aun no Alba, solo dolorido, pero o nos vamos de aquí cagando leches o solo es cuestión de tiempo que se nos termine la suerte- Le respondí mientras descolgaba el rifle de mi espalda y lo cogía entre mis manos. Ella asintió con la cabeza y rápidamente reemprendimos la carrera abriéndonos paso entre la multitud para alejarnos de toda aquella carnicería.

- ¿Y dónde vamos ahora Jaime?- Me preguntó ella mientras ya trepábamos por una pequeña barricada que nos impedía el paso a una de las calles que daba acceso a la zona más vieja de la ciudad, el casco antiguo.

-Puede que creas que estoy loco, pero vamos a subir al castillo Santa Bárbara, creo que ahora mismo no tenemos otra alternativa- Le respondí.

-¡Pues si! Me parece una locura… Pero todo lo es desde el día en que nos conocimos…- Contestó Alba empleando un tono desconcertantemente burlón.

Yo la miré a sus verdes y grandes ojos e involuntariamente mis labios realizaron un puchero, mueca que no puedo evitar hacer cuando  no termino de entender algo como una respuesta a una pregunta, un sudoku o una película mala… Ella me miró y al ver mi gesto arqueo mucho las cejas y sorprendentemente estalló en carcajadas, el sonido de su risa fresca y limpia me impidió escuchar otra cosa que no fuera a ella misma, tanto fue así que por un momento me olvidé de todo y contagiado terminé riendo plácidamente junto a ella.

Ahí estábamos los dos tumbados panza arriba sobre el techo de uno de los coches que formaban parte del muro de chatarra, con un camino incierto por delante y con una verdadera matanza zombi por detrás y nosotros partiéndonos el culo.

– ¿Por qué no tomarse el fin del mundo con un poco de buen humor? ¡Olé, olé y olé!- Pensé.