El sol aun no había regresado cuando los
primeros disparos resonaron en la distancia, de golpe me incorporé destapando a
Alba que aun permanecía dormida. Aun un poco atontado miré a mi alrededor donde
la mayoría de la gente continuaba durmiendo, pero pude ver que algunas personas
ya estaban de pie mirando en todas direcciones desconcertadas por lo que
inmediatamente supe que no eran imaginaciones mías, enseguida los disparos
resonaron nuevamente confirmándome que eran reales, al principio eran ráfagas
cortas, que poco a poco ganaban cadencia, enseguida mis ojos buscaron la carpa
verde oliva donde divisé mucho movimiento de militares, algo estaba pasando y
no podía ser nada bueno.
Suavemente desperté a alba zarandeándola un
poco, ella se desperezó lentamente ignorante de que algo estaba ocurriendo.
-Alba despierta, está pasando algo,
¡Despieertaaa!- Le ordené algo alterado.
Ella mientras profería un enorme bostezo me
miró frunciendo el ceño algo confundida.
-¿Qué te pasa Jaime? ¿Qué ocurre?- Me
preguntó ella.
-Algo va mal, algo va muy, pero que muy mal,
escucha…- Le aclaré mientras señalaba con mi dedo índice mi oreja derecha.
Alba enseguida escuchó también los disparos
que ya habían ganado mucho en intensidad y en frecuencia. Inmediatamente se
incorporó como si un resorte hubiera saltado dentro de su columna vertebral,
miraba con ojos desorbitados en todas direcciones sin saber que hacer o que
decir.
En esos instantes ya casi todo el mundo
confinado en la plaza de toros se comportaba de una manera muy similar a la de
Alba. Lo que empezó siendo un murmullo fue subiendo de decibelios hasta
convertirse en gritos de desesperación, todo el mundo estaba aterrorizado y
cuando la gente se acojona suceden cosas malas.
“El individuo es
inteligente, pero la masa es sumamente estúpida.”
Una frase que escuché decir a mi padre en más de una
ocasión y que ahora estaba seguro que de quedarnos mucho tiempo en ese lugar la
podríamos ver materializada en todo su esplendor.
-Alba, ¡Vamos! Tenemos que ver qué es lo que
está pasando fuera.- Le dije mientras la cogía de la mano y tiraba de ella para
ponerla en pie.
Ella me miró aun confundida, pero obedeció al
instante. Mientras corríamos escaleras arriba en dirección al mirador varias
explosiones se escucharon lejanas, pero sumamente cercanas para mi gusto. Poco
tiempo después nos asomábamos juntos al mirador con la esperanza de descubrir a
qué se le estaba disparando, pero nada parecía ir mal en la barricada. Los no
muertos no habían conseguido superarla y los soldados seguían custodiándola,
aunque ya no miraban en dirección a los zombis, si no justo al contrario, su
atención ahora estaba fijada en la procedencia de los disparos, parecían estar
muy confusos y alterados. En un momento dado un camión militar con su parte
trasera cubierta por una lona verde llegó a toda velocidad deteniéndose a
escasos metros de la barricada que teníamos debajo y varios grupos de militares
subieron en él a toda prisa, después el vehículo reanudó su marcha en dirección
a la calle Rambla Méndez Núñez. Sin duda el camino al punto seguro estaba
sufriendo algún tipo de ataque y mandaban refuerzos para intentar controlar la
situación.
-¿Y qué puñetas está pasando ahora? ¿Esos
disparos no vienen de la ruta asegurada?-Me preguntó Alba agarrándome fuerte
del brazo y dándole algunos tirones como para obligarme a responderle.
-Creo que sí, parece que hay problemas en la
vía de escape al punto seguro, algo debe estar pasando, es posible que tengamos
problemas para llegar hasta él… ¡Joder! Tendríamos que habernos ido ayer como
me dijo el coronel… ¿Por qué cojones no le hice caso?- Respondí mientras
apretaba fuertemente mis puños contra la repisa del mirador.
En ese momento de frustración un sonido
lejano se mezcló con el de los disparos, pero algo llamó mi atención pues venía
del lado contrario al de estos, en un principio era como un débil rugido
lejano, pero poco a poco fue ganando fuerza, desconcertado saqué la cabeza por
el gran arco y miré a la derecha, Alba que también lo escuchaba hizo lo mismo,
seguimos el serpenteante río de cabezas muertas y lo que vimos en la distancia
nos heló la sangre.
Una enorme máquina de obra de color amarillo
y provista de una gigantesca pala frontal bajaba a una considerable velocidad
por la avenida de Jijona en dirección a la barricada, pero no solo era la
posibilidad de que pudiera reventar el muro que nos separaba de la ingente
cantidad de zombis que aguardaban tras él lo que me perturbaba, sino también el
hecho de que a su paso la inmensa mayoría de seres se apartaban dejándole vía
libre para que pasara, aun así algunos eran aplastados bajo las enormes ruedas,
pero el hecho de que le cedieran paso trajo a mi mente al repugnante ser que
había visto horas antes palpando con sus asquerosas manos nuestras defensas.
Inmediatamente los soldados que custodiaban
la barrera y que se habían percatado abrieron fuego contra el vehículo de
enormes proporciones en el que comenzaron a saltar chispas cuando las balas
impactaron en su pala de acero, era imposible que pudieran detenerlo con
simples fusiles de asalto y menos con la considerable distancia que aun les
separaba.
Varios
soldados llamaban por sus emisoras seguramente dando aviso de lo que se les
venía encima y menos de un minuto después un todo terreno descapotable de color
verde oscuro irrumpía a toda velocidad en la plaza de España cargado de
soldados, vi como en la espalda de dos de ellos colgaban lanza cohetes que me
parecieron del modelo alcotán 100 o de alguno similar, conocía perfectamente ese tipo de
lanzacohetes equipados con sistema de telemetría láser y sabía que si hacían
blanco sobre la frontal con un cohete anti carro reducirían a chatarra a esa
máquina. Tuve la sensación de estar viendo en primera fila el rodaje de una
película bélica en la que todo sucedía a cámara lenta, pero en la que sabía
perfectamente que si los buenos erraban el disparo las consecuencias no
quedarían tras la pantalla una vez concluyera el film.
Alba continuaba agarrada a mi brazo y seguía
en silencio el curso de los acontecimientos, yo no perdía de vista a los dos
soldados equipados con las enormes armas cargadas de esperanza que ya se
encaramaban a la barricada con la intención de detener a la infernal máquina
que ya estaba a menos de medio quilómetro de distancia.
Lo hicieron a la vez, se posicionaron a dos
metros el uno del otro y apuntaron, y cuando los primeros rayos de luz solar
asomaban por el horizonte abrieron fuego casi al unísono, un espeluznante
silbido resonó en el aire aplastando por completo cualquier ruido que pudiera
llegar de otro lugar, los proyectiles salieron de sus tubos dejando una estela
sobre las cabezas de los no muertos y se dirigieron a toda velocidad en dirección
a la frontal, el primero impactó justo en el centro de la pala haciéndola bolar
por los aires envuelta en una fuertísima explosión que esparció metal y fuego
en todas direcciones, las ruedas delanteras del pesado vehículo se elevaron un
par de metros en el aire, como un caballo asustado levanta sus patas delanteras
antes de emprender una desbocada carrera, pero en el caso de la frontal no fue
así, no reanudó la marcha, el segundo cohete impactó milésimas de segundo
después en sus bajos ahora enfrentados a la trayectoria del proyectil, y esta
vez la explosión fue de órdago, la máquina al recibir el segundo impacto
estalló en mil pedazos envuelta en una deflagración infernal, los zombis que en
aquellos momentos la rodeaban quedaron reducidos a míseros despojos humanos
churrascados y los que se encontraban un poco más alejados salieron despedidos
varios metros por los aires yendo a estamparse contra lo primero que se
encontraron a su paso.
Los militares gritaron celebrando su
victoria, varios se abrazaron y algunos levantaron sus puños al cielo, los dos
soldados que habían disparado contra la frontal chocaron sus manos, incluso yo
di un suspiro de alivio al ver qué el riesgo de que la barricada se viniera
abajo había pasado, así que lo que vino a continuación me cogió totalmente por
sorpresa al igual que a todos los soldados que celebraban la efímera victoria.
Unos
metros más allá, en el muro de chatarra que cerraba la avenida de Alcoy los
soldados disparaban incesantes ráfagas de proyectiles a diestro y siniestro,
era la barricada contra la que yo había estampado mi querido Rav4, una vez más
el peligro se cernía sobre nosotros y no podíamos hacer nada por evitarlo. Las
celebraciones cesaron inmediatamente y los soldados comenzaron a descender de
sus posiciones y a correr a toda velocidad en dirección a la otra barricada,
pero todo fue inútil, no hubo tiempo de que los fantásticos alcotán 100 obraran
su magia nuevamente, segundos después un poderoso estruendo llegaba hasta
nosotros, el cual no presagiaba nada bueno, un enorme camión tráiler de color
blanco nieve aparecía ante nuestros ojos e iba a volcar aparatosamente muy
cerca de la Plaza de España. Los tres coches aplastados que arrastraba por
delante de él hasta que quedó panza arriba indicaban claramente que la
barricada había caído y que los zombis tenían vía libre para entrar y danzar a
tropel tras ella, lo único que se interponía entre ellos y nosotros eran los
soldados que ahora venían de todas partes y corrían en dirección a la brecha
que había abierto el camión.
Los zombis que había bajo el mirador
empezaron a proferir alaridos histéricos y a mirar con ojos abiertos como
platos en todas direcciones, como si una antinatural llamada llegara a sus
oídos indicándoles que en algún lugar había un camino libre y que el desayuno
estaba listo. Giraban sobre sí mismos movidos por ese desconcertante impulso y
encaminaron sus pasos a una calle muy cercana a donde había explotado la
frontal en mil pedazos y que comunicaba las dos avenidas, los caminantes no
siguieron los pasos de los podridos , estos se lanzaron a toda velocidad contra
la barricada ahora desprotegida y se encaramaron por ella superándola pocos
segundos después, en apenas un minuto ya eran más de una centena los que habían
pasado sobre la majestuosa barrera de chatarra y se encaminaban a grandes y
desgarbadas zancadas en dirección a los militares que intentaban contener el
avance de los no muertos a toda costa en la otra posición. Cayeron sobre ellos
por la retaguardia y por sorpresa produciendo de esta manera un fuerte colapso
en las defensas militares que se veían irremediablemente asediadas desde todos los
flancos.
-¡Joder! ¡Están perdidos, el puesto armado va
a caer! ¡Tenemos que salir de aquí o estamos jodidos!- Le dije a Alba que
seguía mirando anonadada sin que pareciera dar crédito a lo que veían sus ojos.
-¿Y a donde vamos a ir? ¡No hay donde ir Jaime!-
Me respondió ella profundamente apesadumbrada y empleando un tono de voz del
que se desprendía tanta resignación que no me gustó nada. Me dio la sensación
de que Alba ya se preparaba para lo peor, pero yo no pensaba darme por vencido
y tampoco iba a permitir que ella se rindiera.
-No digas chorradas, siempre hay opciones… Lo
que no vamos a hacer es quedarnos encerrados en esta plaza que en pocos minutos
se va a convertir en una verdadera ratonera humana. ¡Iremos al punto seguro!
¡Sea como sea vamos a llegar a él! ¿Vale, Alba? ¿Estás conmigo?- Le dije
cogiendo su cara entre mis manos y mirándola fijamente a los ojos para que
centrara su atención en mis palabras, ella asintió en silencio con la cabeza,
después la besé en la frente, la cogí de la mano y salimos corriendo juntos
como alma que lleva el diablo en dirección al exterior de la plaza de toros.
Los escalones parecían volar bajo nuestros
pies mientras descendíamos de la parte más elevada de las gradas, casi toda la
gente ignorante de lo que sucedía fuera había descendido de sus lugares de
descanso y se concentraban sobre la arena del recinto taurino como borregos
esperando la matanza, pero intenté no pensar en ellos, nada podíamos hacer por
aquella muchedumbre, solo podíamos correr y no mirar atrás.
Rápidamente penetramos en el túnel que
discurría bajo las gradas y encaminamos nuestra carrera en dirección al
exterior, justo cuando podíamos divisar las grandes puertas observamos como
varios soldados comenzaban a clausurar la salida para proteger a los civiles
que estaban en el interior, apreté fuerte la mano de Alba y aceleré el paso
para llegar antes de que los grandes portones nos impidieran escapar.
<<
¡Y escapamos! ¡Vamos que si escapamos! >>
Cuando apenas quedaba espacio salimos, uno de
los soldados al vernos pasar nos ordenó que nos detuviéramos y regresáramos al
interior, pero su compañero le increpó para que se callara y siguiera empujando
y segundos después las puertas se cerraban definitivamente tras nosotros.
El nuevo panorama que se abría ante nuestros
ojos no era nada prometedor, el sonido de los disparos y las explosiones
llegaban hasta nosotros desde todas las direcciones, miré a Alba que permanecía
junto a mi sumida en un absoluto silencio, me pareció verla temblar, pero su
mirada era despierta, nada que ver con la mirada que tenía cuando cabeza bola
acabó con la vida de su hermano en los garajes de la urbanización, y eso era
bueno, no estaba en estado de shock, sino que era totalmente consciente del
peligro que nos rodeaba.
Hice un barrido con la mirada y busqué a los
soldados para ver cuál era su situación la cual no era nada prometedora, se
habían visto obligados a retroceder y a proteger su retaguardia con los
edificios colindantes a la desmoronada barricada, varios francotiradores les cubrían
desde las ventanas de esos mismos edificios, pero estaban acorralados y cada
vez el número de no muertos era mayor, era cuestión de tiempo que se vieran
superados por la interminable marea y sucumbieran bajo sus garras y dientes
para después levantarse de nuevo y unirse a sus filas del averno, cuando estaba
a punto de emprender la huida con Alba hacia el punto seguro algo llamó mi
atención, un bulto que permanecía inmóvil en el suelo a unos ciento cincuenta
metros de nuestra posición, pero más que la silueta del cuerpo inerte de un
soldado caído, lo que atrajo mi atención fue el fusil que descansaba en el
suelo junto a él, si conseguía hacerme con ese arma tendríamos muchas más
posibilidades de llegar a nuestro destino sanos y salvos, estaba convencido de
que los disparos que me habían despertado provenían de la zona a la que nos
íbamos a dirigir, quizá la situación no fuera tan caótica en esa zona, pero
estaba claro que no estaría exenta de peligros y el tener un arma podría marcar
la diferencia entre el éxito o el fracaso de nuestra nueva aventura.
-Alba, no te muevas de aquí…-Le dije mientras
soltaba su mano y me disponía a salir a la carrera con la intención de
recuperar el arma de aquel soldado muerto.
-¿Cómo
que no me mueva? ¿Qué vas a hacer, Jaime? ¿No pensarás dejarme…?- Pero no
terminó su frase pues yo ya había salido con toda la velocidad que mis piernas
me podían proporcionar, crucé la calle y penetré en la plaza de España donde
reposaba el cuerpo, llegué hasta él a tanta velocidad que casi me paso de
largo, viéndome obligado a derrapar sobre el húmedo pavimento como si fuera un
coche de fórmula1 con las ruedas desgastadas, mi mano se lanzó hacia el fusil Heckler & Koch G36E como
un torpedo y enseguida su correa colgaba de mi hombro, pero cuando me disponía
a regresar caí en la cuenta de algo…
-¿Y si
no tiene munición?- Me dije a mi mismo, entonces miré nuevamente al
soldado que permanecía tumbado de costado y mis ojos lo analizaron rápidamente,
en su espalda aun permanecía enganchada por las asas una pequeña mochila de
combate de colores de camuflaje a juego con su uniforme, sin dudarlo un momento
me coloqué sobre él y comencé a retirársela, su brazo fláccido salió fácilmente
liberando una de las dos cintas que retenían la mochila prendida a su espalda,
pero para quitarle la otra tenía que mover el cuerpo y ponerlo del otro
costado, con suma prudencia cogí al soldado que me daba la espalda por el
hombro y tiré de él para colocarlo en la postura contraria, al hacer esto su
cuerpo giró bruscamente y quedó boca arriba y entonces pude ver cuál había sido
la causa del fallecimiento de este, un disparo le había impactado en pleno
pecho el cual había dejado una gran flor roja en él y un gran charco de sangre
que hasta entonces había permanecido fuera de mi campo de visión quedó expuesto
frente a mis ojos, sin duda le había destrozado el corazón una bala perdida,
entonces caí en la cuenta de que en aquella zona de guerra no solo los zombis
representaban una amenaza, las balas que salían proyectadas en todas
direcciones de los fusiles de los soldados también eran un serio peligro,
entonces miré a Alba que permanecía inmóvil con las manos juntas tapando su
boca y fui consciente de que estaba expuesta ante un posible balazo, aceleré mi
tarea y retiré la mochila del soldado de una vez por todas y me la colgué de
los hombros, también le quité el ceñidor del que colgaban dos cartucheras con
cargadores en su interior y una funda de pistola con su pertinente Llama M-82 de
9mm enfundada dentro y me lo ajusté sin quitarme el que yo ya tenía en mi
cintura para ahorrar tiempo, una vez tuve todo el equipo del soldado conmigo no
pude evitar mirar el rostro del muchacho, era un chico joven, demasiado joven,
apenas contaría veintidós primaveras y no pude evitar sentir una profunda
lástima por aquel chaval que había muerto intentando proteger la vida de sus
semejantes, pero al menos jamás se levantaría para deshacer las buenas obras
que sin duda habría realizado en vida.
-Gracias amigo- Le dije en voz baja mientras
cerraba sus vidriosos ojos marrones ya carentes de vida, pero no tenía tiempo
de más ceremonias, tenía que salir de aquel lugar y cuando antes mejor.
Rápidamente me incorporé y reemprendí el camino de regreso junto a Alba, pero
cuando aun no estaba ni a mitad de camino algo en mi visión periférica me hizo
girar la cabeza a la izquierda. Un caminante que seguramente había saltado la
barricada mientras yo cerraba los ojos del soldado había emprendido una
frenética carrera en dirección a Alba que totalmente desconocedora de este
hecho seguía inmóvil presenciando mi carrera de regreso.
Estábamos a una distancia muy similar de
nuestro objetivo, pero el cabrón era realmente rápido, yo sentí como la
adrenalina invadía mi torrente sanguíneo haciéndome sacar fuerzas de flaqueza y
permitiéndome aumentar la velocidad de mis piernas considerablemente, viré un
poco mi trayectoria a la izquierda y puse rumbo de colisión directa con el
caminante que ya estaba casi encima de mi amiga, sabía que el impacto sería muy
fuerte y comencé a analizar en mi mente al individuo y mis posibilidades de
éxito, por suerte el zombi no era el de un tipo grande, realmente no debía de
tener más de diecinueve años antes de morir y lo cierto es que era un
delgaducho, yo le sacaba al menos una cabeza, así que el pequeño caminante que
vestía unos ensangrentados vaqueros azules y una chaqueta verde de deporte
tenía muy pocas posibilidades de salir victorioso en un impacto inicial contra
mí ya que le superaba considerablemente en peso y tamaño, otra cosa era lo que
sucediera una vez chocáramos, sabía que esos cabrones no sentían dolor, pero
tenía la esperanza de poder rematarle antes de que tuviera tiempo de ponerse en
pie, así que me dispuse a embestirlo con el hombro como si de una puerta se
tratase, con la intención de derribarle sin caer al suelo yo también en el
intento.
Alba se dio cuenta de que yo no la miraba a
ella y de que modificaba mi trayectoria, instintivamente siguió la dirección de
mi mirada dándose cuenta entonces de que un caminante se le venía
irremediablemente encima, me miró a mí, después a él y continuó inmersa en ese
partido de tenis sin pelotas esperando a que llegara el momento de la verdad.
Cuando el caminante estaba a apenas un metro
de Alba y ya estiraba sus mugrientas zarpas anticipándose al instante en el que
caería sobre ella llegó el impacto, yo agaché la cabeza, apreté fuertemente los
dientes y empleando una furia más allá de todo baremo estampé mi hombro en el
costado del zombi cual ariete humano se tratase, a lo que sus costillas
respondieron con un quejumbroso y desagradable crujido, un estallido de dolor
traspasó mi hombro derecho, y un latigazo bajó desde este hasta llegar a los
dedos de mi mano, pero no perdí el equilibrio y me mantuve en posición
horizontal, todo lo contrario que el caminante que se elevó un metro por el
aire y cayó de bruces en el suelo produciendo un sonido acuoso, pero para nada
quedando fuera de combate como yo ya había supuesto, enseguida reaccionó
desordenadamente intentando incorporarse, pero yo no pensaba permitirle que lo
consiguiera, cogí el fusil entre mis manos y sin comprobar ni siquiera si tenía
munición lo monté, apunté a su frente y apreté el gatillo sin dudarlo por un
momento, tres balas salieron súbitamente del cañón del arma, la primera impactó
en su cuello abriendo una gran cavidad de la que salieron esparcidos girones de
carne y cuajarones de oscura sangre corrupta, el segundo impactó en su
mandíbula haciendo saltar por los aires dientes, hueso y partes de su amoratada
lengua muerta y el tercero penetró por su ojo derecho haciendo explotar su
cráneo en la parte posterior de este y lanzando a diestro y siniestro masa
encefálica que quedó desparramada por toda la acera. Después de sacudir varias
veces sus extremidades el caminante quedó inmóvil en el suelo, una vez se
detuvo por completo miré con ojos acusadores el arma humeante con la que le
había mandado de vuelta al mundo de los muertos, como sospechaba el fusil
estaba puesto en modo ráfaga, de ahí los tres disparos que en un principio me habían
cogido por sorpresa.
Alba me observaba con ojos atónitos, yo
reaccioné enseguida y sin mediar palabra la cogí de la mano y reemprendimos
juntos nuevamente nuestra huida en dirección al punto seguro.
Fue como estar corriendo por una ciudad
muerta, no nos encontramos con nadie por el camino, tuvimos que sortear varias
maletas abandonadas en plena acera por sus dueños y la basura que se acumulaba
por todas partes dejaba de manifiesto que ya hacía varios días que nadie se
encargaba de la limpieza de la ciudad. Las lunas reventadas de los escaparates
vacíos indicaban claramente que en un momento dado se habían producido saqueos
en aquellas tiendas, algunas incluso habían ardido hasta los mismísimos
cimientos junto con los edificios en las que estaban ubicadas, seguramente sin
que nadie hubiera intentado extinguir las llamas que las habían consumido por
completo, cosa que ya no debía importarle a sus propietarios, pues o estaban
muy ocupados intentando devorar a sus antiguos clientes o estarían
preocupándose únicamente de salvar sus vidas y las de los suyos sin interesarse
ya por el estado de sus posesiones materiales.
En esos momentos y viendo el estado
lamentable de la ciudad no quise ni imaginarme como debían de haber sido las
horas previas al estallido definitivo de la pandemia y me alegré de haber caído
enfermo solo unos días antes ahorrándome de ese modo la situación caótica que
debió de vivirse en las primeras horas del brote.
Si antes hubo vigilantes en las pequeñas
barricadas junto a las que pasábamos y que cerraban los accesos a la calle de
San Vicente por la que huíamos, ahora sus defensores habían abandonado sus
puestos para atender algún asunto más importante. No pude evitar preguntarme
donde estarían ahora Eduardo y los demás. Ellos habían sido enviados a proteger
aquella vía de escape, si aun estaban vivos no deberían estar muy lejos…
Mientras miraba las abandonadas barricadas
comencé a deducir que si lo mismo que había pasado en el puesto armado estaba
sucediendo en otras posiciones era solo cuestión de minutos que nos topáramos
de frente con algún grupo de zombis.
Por delante nuestra se seguían escuchando
cientos de disparos que a cada zancada se volvían más y más atronadores, pero
no había rastro de ningún efectivo militar o policial dentro de nuestro campo
visual, por suerte tampoco nos topamos con zombis, por lo que pudimos avanzar
muy rápidamente hasta llegar a la altura del mercado central, entonces la
situación cambió radicalmente.
En
cuanto llegamos al final de la calle y nos vimos en plena avenida Alfonso
X el sabio, una explosión nos obligó a girar la cabeza a la derecha para
toparnos con al menos una de las fuentes de los disparos que habíamos
escuchado desde primeras horas de la mañana, ahí delante a tan solo un par de
cientos de metros un enorme carro blindado del modelo Leopard ardía
en llamas y seriamente dañado seguramente alcanzado por algún misil anticarro,
pero antes de haber terminado de esa manera tan catastrófica había derribado la
barricada.
Cientos
de efectivos de diversos cuerpos de las fuerzas del estado se posicionaban
frente a las puertas del monstruoso edificio que era el mercado central de
Alicante en perfecta formación y abrían fuego contra el hueco resultante de la
colisión del Leopard y por el
que continuamente emergían espectros que pasaban a través de él con una sola
idea en sus muertos celebros, llegar hasta los defensores.
La brecha abierta en la barricada había
sido rellenada casi hasta la mitad de cuerpos acribillados a balazos de no
muertos alcanzados por el fuego continuo que caía sobre ellos como una lluvia
de plomo, pero aun así, los estúpidos zombis ascendían sobre los cadáveres de
los suyos, solamente para pasar a formar parte de la gran pila funeraria en la
que se había convertido aquel acceso. De momento las cosas parecían estar
relativamente bajo control, pero teniendo en cuenta que el puesto armado había
caído era tan sólo cuestión de tiempo que desde la misma calle por la que
nosotros habíamos venido llegara un nuevo frente de enemigos acorralando a los
efectivos y finalmente haciendo que el camino al puerto deportivo estuviera
perdido por completo. Supuse que estarían al corriente de lo que estaba
sucediendo a tan solo un kilómetro de distancia de su posición, y la verdad no
terminaba de entender cómo se las arreglarían para retirarse si se veían
cercados por la retaguardia, pero no pensaba quedarme a comprobarlo. Teníamos
que seguir avanzando con la esperanza de que no hubiera caído ninguna barricada
más adelante, pues estaba convencido de que estas estarían desprotegidas al
igual que las que habíamos visto por el camino, los últimos efectivos debían de
estar concentrados taponando aquel hueco que el carro blindado había creado en
la enorme barrera por lo que el riesgo de que nos encontráramos zombis más
adelante era una posibilidad muy plausible.
-¿Cómo narices piensan salir de ahí? Van a
quedarse atrapados como los del puesto armado…- Dijo Alba para sí misma sin
apartar la mirada de la inmensa formación que aquellos valientes constituían.
Quise darle alguna respuesta pero no pude,
solo la observé en silencio sin saber que decir, pero no fue necesario que
dijera nada pues como respuesta a su pregunta el sonido de un fuerte trueno,
seguido de un segundo aun más poderoso se sobrepusieron al estruendo que
emitían los humeantes fusiles.
Alba y
yo miramos al cielo buscando la procedencia de aquel antinatural ruido y
entonces los vimos, dos flamantes aviones caza de combate Typhoon Eurofighter pasaron sobre nuestras cabezas surcando el cielo a baja
altura a velocidad supersónica, después sobrevolaron la dañada barrera para
luego describir un giro ascendente y separarse yendo uno a la izquierda y el
otro a la derecha hasta que los perdimos de vista, algo en ellos me llamó la
atención, bajo sus estilizadas alas vi que cargaban con dos enormes misiles de
color naranja cada uno. De delante nuestra un rugido furioso comenzó a ganar en
potencia sonora y desde el cielo un nuevo sonido llegó hasta nuestros oídos, un
potente palmoteo, “plaf, plaf , plaf, plaf, plaf” fue rebotando cada vez con
mayor frecuencia e intensidad en las fachadas de los edificios
circundantes. No sabía que era exactamente lo que se les venía encima a los
zombis, pero sin duda el ejército no había dicho su última palabra ante la
posibilidad de perder la vía de escape por la que tanto los efectivos como los
refugiados en la plaza de toros tendrían que seguir para poder llegar al puerto
sanos y salvos.