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Fan por Fan

domingo, 17 de junio de 2012

CAPÍTULO 10: Compañia


-¡Hostia puta! ¿Qué está pasando en este parking?- Exclamé en voz alta. ¿Sería la policía? ¿El ejército? ¿O los zombis venían armados a vengar a sus compañeros caídos? Visto lo visto, ya me podía esperar casi cualquier cosa de este mundo de locos.
Me giré y le di el bolso a Alba, en ese momento las luces se encendieron, pero esta vez no había sido yo quien había pulsado ningún interruptor.
Sonaron disparos de nuevo, pero mucho más cerca que antes, sin duda, estaban disparando a algo que no parecía querer darse por vencido. Mezclado con el sonido de los tiros, distinguí de fondo unos gemidos que me recordaron desagradablemente a los de cabeza bola, luego voces humanas, estas ya las pude entender claramente, decían…  ¡Fuego a discreción!
Se había comenzado a librar una batalla dentro de ese garaje, y al parecer, no estaban ganándola los buenos.
Del carril que se extendía a la izquierda de la rampa de salida vi aparecer a varios individuos armados con fusiles de asalto, vestían uniformes azules de la policía nacional, eran tres, dos hombres y una mujer, que al ver mi coche con las luces encendidas y a un tipo de pie junto a la puerta abierta, corrieron en mí dirección.
La cosa, por lo visto, se comenzaba a poner realmente fea, pues esas tres personas a pesar de estar fuertemente armadas, huían despavoridas de algún peligro, y se acercaban a toda velocidad como alma que lleva el diablo mientras yo les miraba desconcertado.
 La mujer integrante del grupo, al pasar junto a mi vecino que continuaba tendido en el suelo, y que aun sacudía un poco las piernas, descargó dos disparos a poca distancia con su fusil, frenando en seco el más mínimo movimiento en las extremidades del alemán. Cuando estuvieron frente al 4x4, uno de ellos se dirigió a mí, apuntándome con su arma en pleno pecho.
-Policía, ¿están ustedes bien? ¿Algún herido?- me dijo con tono autoritario.
No me gustaba nada que me estuviera encañonando con ese fusil, pues se le notaba muy nervioso, así que, lentamente levanté mis manos y me dirigí a él, intentando guardar la calma, ni se me ocurriría decirle que la herida de mi brazo me la había hecho el ahora agujereado vecino, pues intuía que de hacerlo, el valor de mi vida se desplomaría rápidamente, además, dudaba que el explicarles que los dientes de cabeza bola no habían estado en contacto con mi carne les pudiera importar, así que simplemente omití información no necesaria.
-No agente, estamos los dos bien, al menos no nos ha herido ninguna de esas cosas…- dije convincentemente.
-¿Usted tiene llave para abrir el portón del garaje?- volvió a preguntarme el mismo agente que me apuntaba con el arma, los otros dos aguardaban unos metros atrás y apuntaban en la dirección a la rampa de salida, como esperando que de un momento a otro fuera a irrumpir un enemigo y a abalanzarse sobre todos nosotros.
-Por supuesto-  le respondí -en mi coche hay un mando para abrirla, si lo desean…- el agente me cortó.
-¡Suba inmediatamente al coche! Y prepárese, nos vienen pisando los talones, usted nos va a sacar de aquí- Dio un silbido y los otros dos agentes corrieron hasta reunirse con nosotros.
Rápidamente subí al Rav-4 y pulsé el botón de apertura de la puerta del garaje, la rampa comenzó a iluminarse con la luz diurna, pero varias sombras alargadas que se recortaron en la distancia ensombrecieron la claridad de la mañana, la salida no estaba despejada, para más complicaciones, de la zona de la que habían aparecido los agentes, seis figuras tambaleantes giraron en nuestra dirección, eran cuatro hombres y dos mujeres de edades muy dispares, en sus cuerpos los claros signos de violencia, dejaban de manifiesto que eran zombis. Los agentes al verlos, abrieron fuego inmediatamente, varias flores rojas aparecieron en los cuerpos de aquellos nuevos visitantes, dos de ellos, dos hombres, uno joven y el otro de avanzada edad, cayeron fulminados cuando sus sesos se esparcieron en todas direcciones, pero los otros cuatro a pesar de estar agujereados en diversos puntos vitales siguieron avanzando hacia nosotros sin inmutarse por los impactos recibidos.
Miré a Alba, que permanecía ausente, aferraba fuertemente su bolso contra el pecho, me dio la sensación de que su mente estaba a kilómetros de ese lugar, me incliné sobre ella y le abroché el cinturón de seguridad,  y seguidamente yo hice lo mismo, estaba seguro de que una vez en el exterior nos esperaría un agitado viaje.
El agente que claramente estaba al mando, se dirigió a los otros dos jóvenes policías que seguían apuntando a los tambaleantes zombis y les ordenó con tono muy alterado que subieran al 4x4, ellos al instante obedecieron y el los siguió cerrando la puerta tras ellos.
-¡Sácanos de aquí! ¿A qué esperas?- Me gritó la mujer policía, claramente muy asustada.
La cosa pintaba muy mal, por delante de nosotros tenía a cuatro de esas cosas y bajando la rampa del garaje al menos a otros cinco, que seguramente alertados por la apertura de la puerta mecánica y los disparos que se habían producido, marchaban curiosos hacia nosotros a paso lento pero seguro.
El portón estaba ya completamente abierto, era el momento, Alba y yo estábamos a punto de enfrentarnos con el nuevo mundo, el mundo de los no muertos.

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