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Fan por Fan

domingo, 24 de junio de 2012

CAPÍTULO 11: Un paseo para cinco


Metí la reductora del Rav4 y pisé a fondo el acelerador, mi coche salió a toda velocidad en dirección a la rampa de salida. Los primeros cuatro zombis fueron fáciles de esquivar, pero en cuanto comencé el ascenso al exterior me di cuenta de que sería imposible salir sin llevarme a algunos por delante, y eso no me gustaba, no era lo mismo golpear a un no muerto con la parte trasera del 4x4 que de frente, era probable que el cuerpo pasara sobre el morro del vehículo y chocara contra la luna delantera, haciéndola añicos, con lo que nos quedaríamos completamente a ciegas, o lo que es peor, nos tocaría quitar el cristal haciéndonos vulnerables a un ataque en caso de quedarnos bloqueados.
Cinco zombis nos cortaban el paso, dos, un poco rezagados por la izquierda y otros tres por la derecha, no tenía suficiente espacio para pasar entre ellos, por lo que ajusté todo lo que pude la trayectoria para que el grupo de tres no impactara frontalmente, dos de ellos golpearon el foco derecho rompiéndolo en mil pedazos, y fueron lanzados por el aire hasta estamparse contra la pared, en la que dejaron un grafiti sanguinolento muy artístico dibujado en ella, al tercero pude eludirlo, pero el desgraciado estiró la mano y golpeó la luna, en la que dejó un cuajarón de sangre y una enorme grieta justo enfrente de la cara de Alba, que al verlo soltó un grito de espanto, seguí mi ascenso esquivando sin incidentes a los de la izquierda y por fin llegué a la carretera. No fue una salida limpia, pero al menos habíamos pasado.
Por unos instantes quedé deslumbrado por la luz diurna, pero enseguida mis ojos se acostumbraron, miré a izquierda y derecha, vi a varios zombis deambulando y a personas vivas corriendo en todas direcciones intentando escapar de los primeros.
El policía nacional que dirigía al grupo, al ver que yo no me decidía a emprender la marcha, me indicó que fuéramos en dirección a la plaza de toros, teníamos que llegar a uno de los puestos armados, me informó de que tenían órdenes de regresar, debían reagruparse con el resto de policías, guardia civiles y militares que aun quedaran operativos, pues era indispensable crear una vía segura de escape a los habitantes de la ciudad en su trayecto al puerto deportivo.
Una vez emprendí la marcha, no pude evitarlo y les pregunté como habían  terminado en el garaje de mi urbanización, el policía que me había encañonado, y aunque con muy pocas ganas, me hizo un breve resumen de lo acontecido. Horas antes, se habían desplazado a una calle relativamente cercana a mi casa en misión de evacuación, pero se habían visto obligados abortarla,  porque en muy poco tiempo, se vieron sobrepasados por un elevado número de esas cosas, cinco agentes cayeron cuando intentaban abrirse paso a través de una verdadera marea de zombis, el resto a duras penas consiguió escapar, después de estar huyendo a pie durante varias horas, ya que les fue imposible regresar a sus vehículos, buscaron  refugio en el garaje de un grupo muy numeroso de no muertos que les habían cercado, intentaron apuntalar la entrada, pero les fue imposible, cuando los zombis irrumpieron en las escaleras del garaje, a dos de los policías, no les dio tiempo a replegarse y fueron engullidos por la avalancha de brazos y dientes que se les echó encima, así que del equipo inicial de diez agentes, solo habían sobrevivido ellos tres.
La mujer policía se llamaba Yolanda y el compañero con quien había mantenido a ralla el ataque de los zombis en el garaje, Arturo, eran dos policías en prácticas, Yolanda, apenas tendría los veintidós años, era una chica de ojos marrones y mirada felina, tenía una larga melena castaña recogida en una coleta, no era muy alta, si no fuera porque vestía uniforme de la policía nacional, jamás abría imaginado que pudiera ser una agente, de habérmela cruzado de paisano, pero debía dar la talla muy por los pelos, ya que estaba en el cuerpo.
Su compañero que rondaría la misma edad, era un chico alto, de un metro setenta de estatura y ancho de espaldas, de pelo castaño claro y ojos a juego con sus cabellos, en su cara se percibía el miedo mucho más que en la de la mujer policía, aunque mantenía la compostura como un campeón.
Me gustaría saber qué cara debía de tener yo en esos momentos, porque si a ellos les podía notar el miedo reflejado en el rostro, yo tenía que tener la cara del cuadro el grito de Munch por lo menos.
El oficial de policía se llamaba Eduardo, tenía unos treinta y cinco años, era un hombre moreno de ojos negros y mirada penetrante, de constitución atlética y no menos de metro ochenta de estatura.
Una vez, Eduardo terminó de resumirme sus últimas horas, sacó su emisora de radio y se puso a utilizarla, por su tono de voz, comencé a notar como el nerviosismo aumentaba en él, intentaba sin éxito ponerse en contacto con varios compañeros, en su cara se percibía una profunda frustración.
Por fin, tras una larga espera, consiguió contactar con el puesto armado de la plaza de toros, que le informó de que teníamos que penetrar en la gran vía donde un grupo de camiones militares se dirigían en la misma dirección que nosotros, imagino que la unión hace la fuerza, y que el acoplarnos a ese convoy garantizaría un poco nuestra seguridad.
Una vez terminaron de darle las indicaciones oportunas, Eduardo me dijo cual era la ruta que teníamos que seguir. Giré a la izquierda para penetrar en una amplia calle de dos carriles que por suerte estaba completamente desierta y por la que de seguir por ella dos manzanas más, desembocaríamos en dicha avenida. Nada más llegar al cruce noté una gran diferencia con el estado habitual de esa vía, no había un solo coche circulando por esa arteria principal de la ciudad.
Eduardo me pidió que detuviera el 4x4, aguardaríamos ahí hasta que la caravana llegara y nos pudiéramos unir a ella. Podíamos descansar un poco.
Miré a Alba, que en todo ese trayecto había estado en silencio, seguía con la mirada perdida y aun tenía el pequeño bolso apretado contra su pecho.
-Alba, oye, Alba, ¿Por qué no llamas a tus padres ahora?-Le dije con intención de sacarla de ese estado ausente. Ella me miró sin decir una sola palabra y después bajó la vista, abrió el bolso y sacó un iphone protegido con una funda de silicona rosa adornada con dibujitos de gatos, tocó la pantalla táctil varias veces y seguidamente se puso el teléfono al oído, tras varios segundos nadie respondió a su llamada, ella siguió insistiendo.
Con todo ese ajetreo, ni me había acordado de mis hermanos, ¿Dónde cojones estarían? ¿Se encontrarían bien?, cogí mi teléfono y lo encendí, enseguida me pidió el número pin el cual introduje, nada mas reiniciarse el terminal, comenzaron a sonar tonos de sms entrantes, uno, dos, diez, quince, eran llamadas perdidas de mis hermanos y se remontaban desde varios días atrás, hasta la noche anterior.
Debían pensar que yo estaba muerto. Llamé a mi hermano Toni, era la llamada mas reciente que había recibido por parte de ellos, respondió casi en el acto, hablé con él un buen rato, me contó que habían intentado contactar conmigo muchas veces y que al no conseguirlo, quisieron venir a por mí, pero les habían cortado el paso en varios controles militares, así que les fue imposible llegar hasta mi casa, ahora mismo estaban de camino a un punto seguro, pero no al de la zona del puerto, si no al que se había creado dentro del cuartel militar de Rabasa, por que el trayecto hasta el primero no era transitable, yo le conté lo que me había pasado, lo de mi enfermedad y que no me había enterado casi de nada hasta esta misma mañana, a Toni le resultó gracioso que el mundo se estuviera desmoronando y yo tomando sopas calientes, ignorante de todo, pero estaba muy contento de que me encontrara bien, yo me quedé mucho más tranquilo al saber que estaban todos juntos, sanos y salvos, nos despedimos, no sin antes acordar que nos mantendríamos informados cada hora por whatsApp de nuestra situación hasta poder reunirnos.
Dejé el móvil para que siguiera cargando y miré a Alba que seguía intentando contactar con sus padres sin ningún éxito.
-Alba ¿no responden? Le pregunté.
Ella me miró con el ceño fruncido y negó con la cabeza, se le notaba que estaba muy preocupada.
-Es posible que salieran hacia el punto seguro y con las prisas o por cualquier otra razón no cogieran el teléfono, no te preocupes, seguro que están bien- le dije intentando quitarle importancia a la imposibilidad de contactar con ellos.
-No, eso no es posible, ellos jamás se abrían marchado sin nosotros…- me respondió ella, empleando un tono de voz que casi parecía un murmullo.
 -¿En qué zona de la ciudad se encontraban tus padres la última vez que hablaste con ellos, y cuándo fue eso?- Le preguntó Yolanda, que había estado atenta en todo momento a los intentos de Alba por contactar con sus progenitores.
-Pues…anoche fue la última vez, esperaban a que apareciera mi hermana Cristina para luego poder reunirnos todos, estaban en un chalet de ciudad jardín, en la calle regidor Ocaña…- contestó la chica.
A Yolanda le cambió la cara y meneó la cabeza cuando escuchó la localización, pero no dijo nada.
Eduardo, al ver que Yolanda no se explicaba, continuó, la noche en la que Alba había hablado con ellos, pero de madrugada, se habían efectuado varias evacuaciones de emergencia en ese barrio, ya que se había declarado como zona caliente, todos los evacuados habían sido trasladados al punto seguro de Rabasa.
-¿Ves Alba? Tus padres y tu hermana tienen que estar en el mismo sitio al que van mis hermanos, como les evacuaron de urgencia, no les debió ni dar tiempo de coger el teléfono- le dije para que se tranquilizara, aunque en mi interior el hecho de que donde estaban sus padres horas antes se hubiera declarado como “zona caliente” no me gustaba ni un pelo.
Alba me miró y sus bonitos labios dibujaron una leve sonrisa durante unos milisegundos, luego apoyó su cabeza en el cristal y se volvió a quedar ensimismada en sus propios pensamientos, estaba realmente preocupado por aquella mujer, me sentía en la obligación de protegerla y dado su estado, dudaba de que pudiera reaccionar positivamente en una situación de peligro, y teniendo en cuenta que el mundo que conocíamos se había convertido en el mismísimo infierno, no creía que ese momento pudiera tardar mucho en presentarse.
-¡Tenemos compañía!- dijo sin elevar demasiado la voz Arturo, señalando con su dedo índice el retrovisor del todoterreno. Un grupo de unos quince no muertos, habían aparecido tambaleantes por nuestra retaguardia y venían en dirección a nosotros.
-¿Qué hacemos?- dije yo, mirando a izquierda y derecha de la gran vía, con la esperanza de divisar el convoy que no aparecía por ninguna parte.  
Eduardo se dio la vuelta en silencio y miró por la luna trasera al grupo que a un paso renqueante, pero desconcertantemente rápido, se nos venía encima, sin perderlos de vista, cogió la emisora e intentó contactar con el convoy, tras un breve espacio de tiempo, consiguió hablar con él.
-Aquí convoy C5-Respondió una voz distorsionada a través del aparato de radio frecuencia  - no nos esperen, nos es imposible llegar a puesto plaza de toros atravesando la gran vía, varios accidentes cortan el paso sobre el puente rojo en ambas direcciones y los camiones no pueden abrirse camino, tenemos que buscar una nueva ruta, además esto es una zona muy caliente, hay cientos de esas cosas por todas partes, suerte-
 Pude distinguir claramente fuego de ametralladoras antes de que se cortara la transmisión.
-No tenemos escolta. ¡Qué mierda!- Dijo Arturo entre dientes.
Yolanda miró a Eduardo que permanecía petrificado observando a los no muertos, que ya estaban a apenas cien metros del vehículo, después posó respetuosamente su mano en el hombro de este, como para hacerle reaccionar.
- Eduardo… ¿Cuáles son las órdenes? Aquí somos carne de zombi- Le preguntó con tono preocupado.
Eduardo, como arrancado de un sueño profundo, se dio la vuelta y sin dudar un momento, me ordenó que penetráramos en la gran vía y siguiéramos por ella, estaba muy claro que no le hacía ninguna gracia que siguiéramos esa ruta solos, hasta un convoy lleno de soldados unos kilómetros más atrás estaba teniendo problemas para llegar al puesto por esa ruta y nosotros éramos cinco, tres policías, dos de ellos novatos, una chica casi en estado catatónico y un pobre kiosquero de barrio, me sentía tan seguro como bañándome en una piscina llena de tiburones, pero podía ser peor, al menos los polis estaban armados, aunque como ya había visto en el garaje, para tumbar a esos cabrones, había que afinar mucho la puntería, o se les volaba la cabeza o seguían andando hasta tenerlos encima, dentro de una zona caliente no quería ni imaginarme como tendría que ser.
Pude ver como se alejaba el grupo de no muertos cuando pisé el acelerador del 4x4 para penetrar en la gran avenida de cuatro carriles en dirección a nuestro destino, me dio la impresión de que los zombis se enfurecieron al vernos partir incapaces de seguirnos.
-Joderos, cabrones-dije en voz baja mientras los miraba perdiéndose en la distancia.
Pasamos junto a varios coches cruzados en la calzada, muchos de ellos presentaban enormes rastros de sangre y cristales rotos, otros sin embargo parecían haber sido abandonados deliberadamente y permanecían con sus puertas cerradas sin aparentes signos de violencia, no me costaba demasiado esquivar los vehículos, incluso en un principio me pareció que después de todo, Eduardo se había preocupado en exceso.
El sol ya estaba alto en el cielo y el ver la ciudad en ese estado a plena luz del día era algo que ponía los pelos de punta, todo presentaba un aspecto desolador miraras donde miraras.
Alba, a la que yo creía fuera de onda me sorprendió dirigiéndose a mí con una lucidez pasmosa, fue como si hubiera despertado de un largo sueño.
-Pero yo… no puedo ir a la plaza de toros… tengo que ir a Rabasa, tengo que ir a Rabasa, Jaime-Me dijo mirándome fijamente a los ojos. Yo sorprendido, no pude articular palabra, pero Yolanda intervino.
-Alba, el trayecto a ese punto seguro no es transitable desde el lugar en el que estamos ahora mismo, sería muy arriesgado intentar llegar a él, y eso siendo muy optimistas, una vez estemos en el puesto armado, intentaremos ayudarte para que te reúnas con tus padres, te lo prometo.-
Alba se giró y le dio las gracias a Yolanda, luego volvió a mirarme a mí y acto seguido sacó el móvil y se puso de nuevo a intentar llamar a sus padres, eso era bueno, parecía que estaba saliendo un poco del shock.
Al principio avanzamos relativamente rápido, nos encontrábamos con pocos no muertos a los que con un simple acelerón dejábamos atrás, pero ningún grupo de gran tamaño, nos cruzamos en alguna ocasión con algún vehículo que pasaba a toda mecha, pero el tráfico era casi totalmente nulo, también vimos a algunas personas, que aterrorizadas y desconcertadas, corrían de aquí para allá, cargados con maletas y bolsas, intentando llegar a sus coches, siempre asediados por grupos de zombis que intentaban darles caza, nosotros desde la relativa seguridad del 4x4, solo podíamos mirar impotentes como los no muertos caían sobre ellos como buitres hambrientos y les devoraban en plena calle, era un espectáculo grotesco y subrrealista, como sacado de una de las peores pesadillas del mismísimo Satán.
Conforme nos acercábamos a nuestro destino, el trayecto comenzó a dificultarse considerablemente.
Cada vez había más coches detenidos, cruzados y accidentados en la calzada, la marcha a cada minuto se hacía mucho más lenta, en varias ocasiones no me quedó mas remedio que empujar un poco algún vehículo con el morro de mi coche para abrirme paso o subirme a alguna mediana para esquivar un accidente múltiple que cortaba completamente la carretera, un poco más adelante llegué a un tramo especialmente complicado, a la derecha tenía una enorme camioneta y a la izquierda un monovolumen, el espacio era el justo para que pasara el Rav4, así que muy despacio fui avanzando por el estrecho corredor, todo parecía estar saliendo bien hasta que llegué a la altura de la puerta de la camioneta, en ese momento, un zombi salió por su ventana atravesando el cristal y yendo a caer rodeado de miles de fragmentos de vidrio sobre la luna delantera ya dañada de mi coche, destrozándola por completo y dejándome totalmente a ciegas. Lo que había intentado evitar a toda costa en la salida del garaje, ahora me había sido imposible de eludir.
 Instintivamente pisé el acelerador para quitármelo de encima, pude escuchar como el cuerpo del mal nacido pasaba dando tumbos sobre el techo hasta caer por la parte trasera, no veía lo que tenía delante y con los nervios del momento no me di cuenta de que me subía sobre la acera, un segundo más tarde había empotrado mi querido 4x4 contra un semáforo y una espesa columna de vapor salía por todas partes, sin duda alguna había dañado el radiador, en ese estado el coche no aguantaría mucho mas, los airbag sorprendentemente no se activaron y parecía que todos estábamos bien.
-¿Está usted idiota? Me gritó Arturo desde la parte trasera, el tipo no hablaba mucho, pero para lo que tenía que decir, mejor podía quedarse callado.
- Ni que hubiera sido culpa mía, ¡joder!- Le repliqué muy enojado.
Eduardo le mandó callar mientras abría la puerta del coche y bajaba, pude escuchar un atronador disparo y por la luna trasera vi desplomarse al zombi que nos había saltado encima instantes antes y que ya se había puesto de pie de nuevo con la intención de atacarnos, después de reconocer la zona subió otra vez.
-Bueno, ya no estamos muy lejos, ¿crees que aguantará el coche hasta la plaza de toros Jaime?- preguntó Eduardo educadamente, yo aun un poco desconcertado y de muy mala leche por haber dañado mi querido coche de esa manera tan estúpida, metí mi mano derecha en la manga de la chaqueta y di un puñetazo a la luna haciendo un agujero del tamaño de mi puño, el cual me permitía ver un poco por delante nuestra.
Estábamos muy cerca de la intersección en la que tenía que girar a la derecha para tomar la avenida de Alcoy, esa carretera después de un par de quilómetros desembocaba justo en la plaza de toros.
-El coche aguantará, o eso creo, pero tenemos que salir de aquí cagando hostias- Le dije acojonado, pues en ese momento observé como de varios puntos por delante nuestra, alertados por el impacto del coche y el disparo de Eduardo docenas de no muertos salían de todas direcciones y se dirigían hacia nosotros, estábamos entrando en una zona muy caliente, de eso no había duda.
Pisé el acelerador del todo terreno que rujió como un león herido, di marcha atrás y bajé el bordillo, al retirar el coche, el semáforo con el que había chocado se desplomó contra el suelo, un estrepitoso ruido de metales retorcidos y cristales rotos resonó en todos los alrededores cuando el amasijo impactó contra el asfalto, si antes ya habíamos llamado la atención de los zombis de nuestro alrededor, ahora ya se habían enterado todos los del barrio.
 Acto seguido salí disparado en dirección al cruce, esquivé a varios desgraciados que se interpusieron en nuestro camino y cuando llegué a la intersección giré sin detenerme a la derecha y lancé el Rav4 a toda mecha por la larga cuesta abajo en la que al fondo podían verse luces de policía y ambulancias. Casi habíamos llegado al final del viaje, aunque la cosa no pintaba bien, en esa avenida el número de no muertos era enorme, parecían dirigirse en nuestra misma dirección, no me iba a ser posible pasar sin llevarme a muchos de ellos por delante, con la luna en ese estado, solo era cuestión de tiempo que alguno pasara sobre el capó y se empotrase en el interior del vehículo, así que reaccioné como horas antes lo había hecho en el garaje, tiré del freno de mano e hice un trompo en medio de la carretera y seguidamente metí la marcha atrás y pisé a fondo enfilando mi vehículo pendiente abajo a toda velocidad.
-¡Agacharos todos!, el camino va a ser movidito-Les grité.
Puse la mano en la nuca de Alba que miraba asustada en todas direcciones y la empujé hacia abajo hasta que metió la cabeza entre sus piernas.
El Rav-4 expulsaba vapor a raudales por el capó, si el coche se decidía a gripar en ese momento podíamos darnos por muertos, esquivé a muchos de ellos, pero conforme el número comenzó a aumentar los impactos fueron resonando en la parte trasera como secos martillazos, uno, dos, cinco, diez, veinte. La velocidad aumentaba conforme la cuesta se hacía más pronunciada, veía como las luces se acercaban a toda velocidad.
-Soy Eduardo de la policía nacional, hemos conseguido llegar, dos civiles y tres agentes, ábrannos un paso, vamos a toda velocidad en un 4x4 negro, por avenida de Alcoy dirección plaza de toros, modelo Toyota Rav-4 matrícula Francia, Navarra, Dinamarca, ¡estamos limpios!- Repetía una y otra vez por la emisora de radio el policía muy alterado.
Los impactos seguían sucediéndose en la parte trasera del 4x4 hasta producir un estruendo que casi ni dejaba escuchar otra cosa, pero poco a poco empecé a distinguir otro sonido aparte del de los zombis estampados, eran tiros, muchos disparos. No sabía si nos disparaban a nosotros o no, pero ni loco pensaba detenerme entre esa marea de no muertos, si nos apuntaban a nosotros estábamos perdidos y si parábamos para averiguarlo nos comerían vivos, solo podía acelerar, esquivar a todos los zombis posibles y continuar.
Se comenzaron a escuchar explosiones, varias seguidas, parecía que nos abrían paso con granadas de mano y fuego de ametralladoras de gran calibre, lo íbamos a lograr, pero justo cuando creía que teníamos una pequeña esperanza el impacto de un maldito no muerto destrozó también nuestro cristal trasero dejándolo hecho pedazos y completamente ensangrentado, solo podía guiarme con los retrovisores exteriores y segundos después perdía el izquierdo al embestir con él a una oronda mujer de avanzada edad que salió disparada al estampárselo en su ensangrentada cara.
Casi no podía orientarme, el 4x4 daba enormes saltos y bandazos, tuve la sensación de que estábamos pasando sobre cientos de cuerpos justo antes de una tremenda colisión que nos frenó en seco, después de eso, todo es borroso, perdí la noción del tiempo, solo recuerdo el sonido de las balas silbando por encima de mi cabeza, la voz de Yolanda pidiendo auxilio, el llanto de Alba, luego la oscuridad me envolvió…

domingo, 17 de junio de 2012

CAPÍTULO 10: Compañia


-¡Hostia puta! ¿Qué está pasando en este parking?- Exclamé en voz alta. ¿Sería la policía? ¿El ejército? ¿O los zombis venían armados a vengar a sus compañeros caídos? Visto lo visto, ya me podía esperar casi cualquier cosa de este mundo de locos.
Me giré y le di el bolso a Alba, en ese momento las luces se encendieron, pero esta vez no había sido yo quien había pulsado ningún interruptor.
Sonaron disparos de nuevo, pero mucho más cerca que antes, sin duda, estaban disparando a algo que no parecía querer darse por vencido. Mezclado con el sonido de los tiros, distinguí de fondo unos gemidos que me recordaron desagradablemente a los de cabeza bola, luego voces humanas, estas ya las pude entender claramente, decían…  ¡Fuego a discreción!
Se había comenzado a librar una batalla dentro de ese garaje, y al parecer, no estaban ganándola los buenos.
Del carril que se extendía a la izquierda de la rampa de salida vi aparecer a varios individuos armados con fusiles de asalto, vestían uniformes azules de la policía nacional, eran tres, dos hombres y una mujer, que al ver mi coche con las luces encendidas y a un tipo de pie junto a la puerta abierta, corrieron en mí dirección.
La cosa, por lo visto, se comenzaba a poner realmente fea, pues esas tres personas a pesar de estar fuertemente armadas, huían despavoridas de algún peligro, y se acercaban a toda velocidad como alma que lleva el diablo mientras yo les miraba desconcertado.
 La mujer integrante del grupo, al pasar junto a mi vecino que continuaba tendido en el suelo, y que aun sacudía un poco las piernas, descargó dos disparos a poca distancia con su fusil, frenando en seco el más mínimo movimiento en las extremidades del alemán. Cuando estuvieron frente al 4x4, uno de ellos se dirigió a mí, apuntándome con su arma en pleno pecho.
-Policía, ¿están ustedes bien? ¿Algún herido?- me dijo con tono autoritario.
No me gustaba nada que me estuviera encañonando con ese fusil, pues se le notaba muy nervioso, así que, lentamente levanté mis manos y me dirigí a él, intentando guardar la calma, ni se me ocurriría decirle que la herida de mi brazo me la había hecho el ahora agujereado vecino, pues intuía que de hacerlo, el valor de mi vida se desplomaría rápidamente, además, dudaba que el explicarles que los dientes de cabeza bola no habían estado en contacto con mi carne les pudiera importar, así que simplemente omití información no necesaria.
-No agente, estamos los dos bien, al menos no nos ha herido ninguna de esas cosas…- dije convincentemente.
-¿Usted tiene llave para abrir el portón del garaje?- volvió a preguntarme el mismo agente que me apuntaba con el arma, los otros dos aguardaban unos metros atrás y apuntaban en la dirección a la rampa de salida, como esperando que de un momento a otro fuera a irrumpir un enemigo y a abalanzarse sobre todos nosotros.
-Por supuesto-  le respondí -en mi coche hay un mando para abrirla, si lo desean…- el agente me cortó.
-¡Suba inmediatamente al coche! Y prepárese, nos vienen pisando los talones, usted nos va a sacar de aquí- Dio un silbido y los otros dos agentes corrieron hasta reunirse con nosotros.
Rápidamente subí al Rav-4 y pulsé el botón de apertura de la puerta del garaje, la rampa comenzó a iluminarse con la luz diurna, pero varias sombras alargadas que se recortaron en la distancia ensombrecieron la claridad de la mañana, la salida no estaba despejada, para más complicaciones, de la zona de la que habían aparecido los agentes, seis figuras tambaleantes giraron en nuestra dirección, eran cuatro hombres y dos mujeres de edades muy dispares, en sus cuerpos los claros signos de violencia, dejaban de manifiesto que eran zombis. Los agentes al verlos, abrieron fuego inmediatamente, varias flores rojas aparecieron en los cuerpos de aquellos nuevos visitantes, dos de ellos, dos hombres, uno joven y el otro de avanzada edad, cayeron fulminados cuando sus sesos se esparcieron en todas direcciones, pero los otros cuatro a pesar de estar agujereados en diversos puntos vitales siguieron avanzando hacia nosotros sin inmutarse por los impactos recibidos.
Miré a Alba, que permanecía ausente, aferraba fuertemente su bolso contra el pecho, me dio la sensación de que su mente estaba a kilómetros de ese lugar, me incliné sobre ella y le abroché el cinturón de seguridad,  y seguidamente yo hice lo mismo, estaba seguro de que una vez en el exterior nos esperaría un agitado viaje.
El agente que claramente estaba al mando, se dirigió a los otros dos jóvenes policías que seguían apuntando a los tambaleantes zombis y les ordenó con tono muy alterado que subieran al 4x4, ellos al instante obedecieron y el los siguió cerrando la puerta tras ellos.
-¡Sácanos de aquí! ¿A qué esperas?- Me gritó la mujer policía, claramente muy asustada.
La cosa pintaba muy mal, por delante de nosotros tenía a cuatro de esas cosas y bajando la rampa del garaje al menos a otros cinco, que seguramente alertados por la apertura de la puerta mecánica y los disparos que se habían producido, marchaban curiosos hacia nosotros a paso lento pero seguro.
El portón estaba ya completamente abierto, era el momento, Alba y yo estábamos a punto de enfrentarnos con el nuevo mundo, el mundo de los no muertos.

domingo, 10 de junio de 2012

CAPÍTULO 9: El plan


El golpe no se hizo esperar, el sonido de un tremendo impacto de carne sobre metal resonó en la parte trasera de mi coche, el choque  hizo que cabeza bola saliera proyectado contra uno de los pilares del garaje, pude verle tirado en el suelo cuando pasé junto a él, pero al mirar por el retrovisor, recordé que solo la mitad del plan de rescate estaba completado.
 El niño ya en pie, estaba muy cerca de la chica, la cual se había tapado los ojos esperando un amargo final a manos de su mutilado hermano pequeño.
Yo iba por un estrecho parking a una velocidad considerable, con la intención de estampar mi enorme 4x4 contra un diminuto zombi que estaba a apenas medio metro de una muchacha en estado de shock. El margen de error era mínimo, así que ajusté todo lo que pude la dirección del Rav4 y recé porque a la chica no le diera por huir justo ahora.
 El pequeño zombi creo que ni se lo vio venir. Este no salió despedido, si no que cuando le impactó el vehículo se metió por debajo. El 4x4 dio un buen bote cuando la rueda trasera derecha pasó sobre el pequeño, pero al pisarle con la delantera no pude evitar perder el control momentáneamente y colisioné con el BMW plateado con el que había comenzado toda la historia.
El impacto fue muy fuerte, tanto que por unos instantes lo vi todo negro y los oídos me zumbaron. La maldita alarma del BMW había saltado de nuevo y algunos destellos anaranjados creaban sombras en el interior de mi coche. Los estruendosos bocinazos me tenían aturdido y las cervicales me dolían a horrores, impidiéndome mover el cuello con naturalidad. Perdí la noción del tiempo y no sé cuánto estuve en ese estado.
Lo siguiente que recuerdo es que miré a través de la luna delantera para ver el resultado de mi carrera, pero no se veía nada. Por lo visto, había estado un buen rato fuera de juego y el parking estaba de nuevo a oscuras y en silencio. Los destellos intermitentes solo me permitían ver sombras, así que encendí las potentes luces largas del 4x4.
Todo parecía haber salido según mis planes. Cabeza bola permanecía lejos de la chica tirado junto al pilar donde yo le había lanzado como a un pelele, sufría fuertes convulsiones, aparentemente estaba fuera de combate al igual que el pequeño zombi que yacía inerte en el suelo con el cráneo completamente aplastado y sus sesos desparramados por todos los alrededores, Parecía que hubiesen hecho estallar un bote muy grande de fabada “La asturiana”. El estómago se me revolvió al ver la escena del crío y creo que uniéndolo al latigazo que mis cervicales habían recibido en la colisión, me vi obligado a bajar del coche y vomitar hasta la primera papilla.
Una vez las náuseas cesaron subí de nuevo al coche, saqué unos pañuelos de papel de la guantera y me limpié la boca. Después metí la primera y rodé lentamente en dirección a la muchacha que aun permanecía sentada en el suelo con los ojos tapados. Creo que gracias a eso no perdió la cordura, lo que menos hubiera necesitado era ver como yo rodaba con mi coche sobre el cráneo de su pequeño hermano.
 Pasé sobre el cuerpo del niño entre los ejes del coche para no aplastarle esta vez, no creía que pudiera hacer nada con la cabeza en ese estado. Cuando estuve a la altura de la joven, detuve el vehículo y bajé, pasé por delante de mi accidentado coche y me arrodillé frente a la muchacha.
-Oye, escucha, tienes que ponerte en pie, reacciona- le dije, pero ella parecía ausente, seguía con los ojos tapados y llorando. Yo la cogí por los hombros y la zarandee un poco, ella al sentir mis manos reaccionó apartando las suyas de la cara y me miró en silencio con sus ojos empapados en lágrimas, su mirada reflejaba la viva imagen del terror. Creo que estaba esperando a que la devoraran viva, pero en vez de encontrar delante de ella a un zombi hambriento, me vio a mí, un podre kiosquero asustado, que solo tenía la intención de socorrerla, aunque no sabía muy bien cómo hacerlo.
-Ya ha pasado el peligro, ven conmigo- le dije mientras la ayudaba a ponerse en pie, ella no dijo nada, solo me siguió mientras se cubría los pechos nuevamente con las manos. Una vez estuvimos frente a la puerta la senté en el puesto del copiloto, temblaba de miedo, quise tranquilizarla, pero no articulé ni una sola sílaba, más que nada, porque no encontraba palabras, solo entré en el coche en silencio y cerré las puertas con el seguro.
 No tenía ni idea de cómo estaba la situación en las calles. Salir sin saber lo que me aguardaba a fuera era una locura, tenía que enterarme de lo que sucedía, hacerme una idea clara del panorama que nos aguardaba allá afuera, así que encendí la radio del coche con la esperanza de recibir información fresca de última hora. Pasé los diales, muchos de ellos no emitían nada, otros simplemente música, supongo que en automático, pues nadie presentaba las canciones, incluso en muchas emisoras sonaban marchas militares, lo cual me resultó muy curioso, la verdad. Al fin cuando sintonicé la Cope, pude escuchar emisiones de emergencia, consejos e indicaciones de que hacer.
 No se acerquen a los infectados, “eso ya lo sabía”, no permitan que les toquen o muerdan. En caso de no poder eludir un ataque, golpéenles con algo contundente en la cabeza, “eso era nuevo, pero jodidamente típico en las películas de terror”. Es lo único efectivo contra ellos. Eviten a toda costa las salpicaduras de su sangre en ojos y boca, en caso de mancharse con ella la piel, lávense rápidamente con legía o algún producto desinfectarse lo más rápidamente posible, la emisión seguía…
Intenten llegar a los puntos seguros o puestos armados para ser escoltados y daban indicaciones de los lugares donde estos estaban situados. No vallan en caso de haber sido atacados a ningún hospital o puesto médico, ni a los puntos seguros, de ser así permanezcan en casa y esperen ayuda ahí. La emisión se repetía una y otra vez, así que apagué la radio y el coche se quedó en el más absoluto silencio.
-Las emisoras están cerradas… ¿y yo queriendo ir a abrir mi kiosco el día del juicio final? ¡Qué cachondo…!- Murmuré en voz baja.
Un escalofrió me recorrió la nuca cuando algo en ese instante me vino a la cabeza, ¡la chica…! podía estar infectada. Al arrancarle la ropa, cabeza bola podía haberle arañado, si era así, no sabía cuánto podía tardar en transformarse. No podía hacer otra cosa, tenía que inspeccionar su pecho en busca de daños, estaba claro, no podía arriesgarme a que se convirtiera en el interior del coche.

-Oye, oye ¿Estás herida?- le pregunté tímidamente pensando en lo que iba a tener que hacer. La muchacha me miró con sus grandes ojos verdes empapados en lágrimas y negó con la cabeza, pero eso no era suficiente, tenía que asegurarme de que no había resultado herida y de ser así tendría que dejarla abandonada en ese garaje, idea que me hacía un nudo en el estómago.
-Tienes que apartar tus manos, tengo que mirar donde ese cabrón te agarró- le dije mientras ponía mi mano derecha sobre la izquierda de ella que cubría uno de sus pechos. La chica me miró y asintió con la cabeza, apartó las manos dejando al descubierto sus preciosos senos, yo con la mano izquierda encendí la luz interior del coche y acerqué mi cara para inspeccionar bien la zona. Ella avergonzada desvió su mirada hacia la ventanilla, pero se dejó hacer. No tenía aparentemente ninguna marca, al menos que me indicara que pudiera transformarse en un zombi en un futuro cercano.
-Estás perfectamente, o eso creo, no veo ninguna señal, parece que has tenido suerte…-Pero enseguida enmudecí al recordar el triste final que había tenido su pequeño hermano. Quizá físicamente estuviera bien, pero psicológicamente tenía que estar destrozada. Pensé que el sentirse desnuda no la ayudaría a recuperar su estabilidad mental y recordé que en el asiento trasero del coche descansaba la mochila que yo usaba para ir al gimnasio, dentro tenía que haber alguna prenda que pudiera prestarle, además de una botella de colonia con la que podría desinfectarle la zona donde ese asqueroso la había tocado. Agarré la mochila y rebusqué en su interior hasta encontrar una sudadera y el embase, acerqué la botella a su pecho y vaporicé varias veces sobre toda la zona. Cuando ella notó el frío líquido sobre su tersa piel se estremeció, su respiración se entrecortó un poco y luego vi como sus bellos se erizaban. Una vez esterilicé toda la piel que podía haber sido tocada por cabeza bola, guardé la botella y acerqué la prenda a mi nariz para olfatearla, un poco de olor a humedad y cerrado la impregnaba, pero nada insoportable. Mejor eso que pasearse con los pechos al aire el día en el que a los muertos les ha dado por salir a comer carne humana. Se la puse en la mano.
- Puedes ponerte esto- le dije. Ella me miró a los ojos y luego observó la sudadera que sostenía entre sus dedos y asintió con la cabeza. Sin articular palabra se desprendió de la chaquetilla y de los restos de la ropa desecha y se puso la prenda, una vez terminó de vestirse me habló con voz temblorosa.
-Tengo que hablar con mis padres, tengo que decirles lo que ha sucedido- me dijo entre sollozos…
-¿Cómo te llamas?- le pregunté. Ella tardó unos instantes en volver a hablar, pero finalmente respondió, se llamaba Alba.
-¿Sabes el número de teléfono de tus padres? Le dije mientras buscaba mi teléfono móvil en la chaqueta, estaba en el bolsillo interior izquierdo, pero en ese instante caí en la cuenta de que debía estar sin batería desde hacía días, no lo había puesto a cargar desde el miércoles por la noche. Segundos después al tenerlo en mi mano pude comprobar que estaba en lo cierto, completamente descargado. Saqué el cargador de la guantera, lo conecté a la toma del mechero, luego enchufé el teléfono, una vez vi que estaba recibiendo corriente, dejé el terminal sobre el salpicadero.
-¿Alba tú tienes teléfono?- le pregunté. Ella me dijo que sí, que lo tenía en su bolso. Pegué un vistazo alrededor nuestra buscándolo, pero no estaba en el interior del coche. Miré por la ventanilla y pude verlo tirado junto a la columna donde ella había estado apoyada. Tenía que recuperarlo. Antes de salir a por él, inspeccioné el garaje por las ventanas por si había alguna señal de peligro, pero no vi a nadie ni a nada, así que abrí la puerta y me dispuse a bajar. En ese momento Alba me cogió del brazo.
-No me dejes sola, por favor- me suplicó, la chica me miraba como te miraría un cachorrillo al que quieres dejar tirado en una cuneta.
-Tranquila Alba, es solo un momento, tu bolso está ahí, a tres metros, si lo cojo podrás llamar a tus padres y reunirte con ellos, no tengo ninguna intención de dejarte sola, te lo prometo- le dije transmitiéndole toda la confianza posible. Ella asintió con la cabeza y soltó mi brazo. Bajé del coche con todos mis sentidos alerta y rápidamente fui hasta la columna y me agaché para recoger el bolso de mi nueva amiga. Justo cuando ya regresaba al vehículo me pareció escuchar una vez más voces que venían de alguna parte del garaje. Aunque no podía situar su procedencia, no me parecía que vinieran de muy lejos y al parecer se acercaban a nuestra posición. Yo permanecí expectante junto a la puerta abierta del 4x4 mirando en todas direcciones.
- ¡Joder! ¡Esto es interminable!- Dije en voz alta. Eran voces masculinas, no entendía lo que decían, aunque se les notaba muy alterados, después disparos, ráfagas de disparos. Esa vez ya no los confundí con petardos, estaba muy claro que eran armas de fuego.

sábado, 2 de junio de 2012

CAPÍTULO 8: Shock


El cabrón de cabeza bola, no solo no estaba muerto, si no que parecía estar más activo y agresivo que antes. El hecho de tener delante de él a dos nuevas presas, en principio mucho más indefensas que yo pareció estimularle sobremanera.
 De su boca chorreaba un gran reguero de sangre oscura que le bajaba por el cuello hasta derramarse por su vientre, supuse que debido al puntapié que le había propinado hacía apenas diez minutos durante mi escapada de los bajos del vehículo, aunque... ¿quién coño lo sabe?, le había pasado por encima con el coche ¡Joder! podía proceder de cualquier parte de su interior. En su cuello y hombros una gran franja negruzca dejaba constancia de la trayectoria que había dibujado mi neumático sobre él, pero estaba como si nada.
A pesar de que ella y el niño se habían alejado todo lo posible, El jodido energúmeno les alcanzó y sin perder un segundo, se abalanzó sobre ella. La agarró con las dos manos de su blusa a la altura del pecho, ella al recibir el impacto del enorme Alemán soltó bruscamente la mano del niño y salió despedida hacia atrás medio metro yendo a estamparse con un Peugeot gris oscuro que estaba aparcado detrás de ella, en el que se golpeó fuertemente la cabeza. La blusa y el sujetador se le habían rasgado y una parte considerable de tejidos quedaron colgando de las manos de mi infectado vecino, el cual los tiró con furia al suelo. La chica resbaló por la parte trasera del coche, después cayó de bruces en el suelo notablemente conmocionada y con sus dos pechos prácticamente al aire. Durante unos instantes que a mí me parecieron horas permaneció inmóvil.
Su hermano que ahora estaba solo ante el peligro y solamente un poco más atrás que su atacante rompió a llorar asustado. Los llantos hicieron reaccionar a la chica que ayudándose de sus manos se incorporó con dificultad, quedando medio sentada en el suelo.
 En ese momento cabeza bola que había girado sobre sí mismo atraído por los llantos del pequeño avanzó dos pasos en dirección al niño. El pequeño salió corriendo en mi dirección un par de metros, pero cabeza bola estiró sus dos brazos y bruscamente agarró al chiquillo por los tirantes de su mono y lo levantó en peso. Sin dar tiempo a nada lanzó su ensangrentada boca a la yugular del niño. El pequeño intentó defenderse valientemente golpeando con su mochilita al enorme mastodonte. Cuando los dientes penetraron en la tierna carne de la pobre criatura, un ahogado yanto inundó todos los rincones del garaje.
 Fue una de las peores experiencias que he vivido. El niño pataleó un poco, pero enseguida sus piernas quedaron estáticas y vi como su bolsa caía a cámara lenta sobre el liso suelo cuando sus dedos inertes soltaron el asa.
 Un enorme río de sangre manaba de su cuello en la zona donde los dientes de cabeza bola habían penetrado, el alemán que parecía haber entrado en éxtasis dio varios pasos con el niño fundido a él en un mortal abrazo y se alejó unos metros de la chica, después se dejó caer en el suelo sobre el pequeño. Lanzó varias dentelladas más, arrancándole sin duda la tráquea y tragándola de un bocado. Sé lo estaba comiendo. La hermana que aun aturdida lo había presenciado todo en silencio, claramente había entrado en estado de shock, ella estaba tan indefensa como el pequeño, al que acababan de arrebatarle la vida delante de mis ojos y yo no había podido hacer absolutamente nada por evitarlo.
-¿Qué cojones de virus hace que un hombre devore a un niño pequeño vivo? –
-¿Por qué sigue en pie después de haberle apaleado y pasado con mi coche por encima?-
-¿Por qué tiene ese aspecto tan repugnante?-
Las preguntas se agolpaban en mi cabeza y solo una respuesta de locura me venía a la mente, era incomprensible, pero era algo que yo ya había visto en las películas, ese hombre se comportaba como un zombi, un muerto viviente de verdad.
Estaba muy claro que aquello no podía deberse a un simple virus y eso solo podía querer decir una cosa, lo que estaba sucediendo en el mundo era mucho más grave que una gripe-A o una epidemia de cólera, esto podía ser el Armagedón y yo hasta hoy sin enterarme de nada ¡joder!
Me sentía el hombre más estúpido sobre la faz de la tierra, si lo hubiera sabido, si solo hubiera mirado las noticias una vez durante el fin de semana, le podría haber aplastado con mi rueda hasta hacerle picadillo y ese crío ahora estaría vivo. No había podido ayudarle a él, pero tenía que hacer algo por aquella chica, tenía que intentar rescatarla de ese mal nacido, se lo bebía.
La muchacha que miraba con ojos aterrorizados como el Alemán que le daba la espalda seguía devorando a su pequeño hermano, se puso en pie de manera insegura y se tapó instintivamente los pechos con las dos manos. En una de ellas aun sostenía las llaves del coche que tendría que haberles llevado hasta el punto seguro, un trayecto que quizá podían haber completado de no haberles interrumpido yo.
 En un principio pensé que se disponía a hacer alguna locura, como intentar atacar a cabeza bola, pero no fue así, la chica se alejó del dantesco espectáculo retrocediendo varios pasos hacia atrás en silencio, hasta que su espalda chocó con una columna. Una vez ahí se dejó deslizar por ella hasta quedar de nuevo sentada en el suelo con los brazos cruzados. En ese instante toda la tensión acumulada en tan corto lapso de tiempo estalló en su interior, comenzó a chillar de puro terror, hasta ese momento creo que no había sido consciente de la situación. No puedo hacerme a la idea de cómo debió sentirse en ese momento de pura impotencia.
Mi maldito vecino al escucharla giró la cabeza y depositó de nuevo toda su atención en la indefensa muchacha que seguía gritando.
Cuando vi que cabeza bola intentaba incorporarse le chillé a la chica -¡levántate! ¡Ven aquí! ¡Corree! Ella al escucharme enmudeció y me miró, pero no reaccionó, solo se quedó sentada e inmóvil envuelta en un tembloroso silencio.
Mi vecino ya de pie, comenzó a avanzar hacia ella…No sabía cómo hacerlo, pero tenía que llamar la atención de ese mal nacido de alguna manera. Apreté los puños y me lancé a la carrera sin ningún plan en mente de cómo lo haría para salir de esa. Le di un puñetazo a un interruptor de la luz cuando pasé junto a él y me detuve a apenas dos metros de cabeza bola, que ya estaba muy cerca de ella.
-¡He, cabronazo! ¿Te acuerdas de mí?- Le grité, mientras hacía aspavientos con los brazos intentando llamar su atención.
El enorme Alemán al escucharme se frenó en seco y se giró en mi dirección,- ¡genial!- pensé. Ya tenía lo que quería, ella estaba de momento fuera de peligro, ¿pero ahora que leches podía hacer yo contra ese mastodonte? Su boca aun masticaba un trozo de la carne del pequeño, el cual descansaba en una postura imposible sobre el suelo del garaje rodeado de un enorme charco de sangre.
Cabeza bola dio varios pasos en mi dirección con los brazos extendidos apuntando a mi cuello, yo retrocedí intentando mantenerme fuera del alcance del infanticida. Al cuarto paso el capullo terminó perdiendo los ensangrentados calzoncillos que segundos antes ya estaban en sus tobillos, quedando tirados en el suelo, el cabrón casi completamente desnudo me mostraba sus ensangrentados genitales, pero estaba claro que él ya no tenía ningún tipo de pudor por esas cosas. Me recordó a su mujer cuando paseaba sus turgentes senos en la piscina, ha él ya no le preocupaba el qué dirán, su atención solo se centraba en una cosa ¡comer! Era lo único que parecía motivarle, hincar el diente y me daba la impresión de que a mí me veía como al segundo plato del menú del día.
-¿Qué? ¿Quieres morderme? ¡Pedazo de bola de sebo!- Le dije mientras me quitaba la bufanda con la intención de usarla como improvisado látigo, mientras yo retrocedía, lancé varias veces la prenda a su cara para enfurecerle, si es que tenía ese sentimiento y para que siguiera buscándome a mí y no a ella, que permanecía en el suelo con la mirada perdida. Entonces algo se me pasó por la cabeza, era la única solución, mi coche a pocos metros estaba con el motor arrancado y yo me movía mucho más rápido que cabeza bola, la idea era simple, alejaría al Alemán hasta medio camino entre la chica y el coche y luego correría a toda prisa al todo terreno, metería la marcha atrás y envestiría a ese mal nacido a toda velocidad, abría apostado la vida a que ese plan no podía salir mal, pero justo cuando pensaba ponerme en marcha algo sucedió. Escuché a la chica hablar, pronunciaba un nombre, la situación se complicaba aún más y el tiempo del que yo disponía para el rescate se acortaba drásticamente.
- David, David ¡Nooo! ¡Tu nooo!-Gritaba entre sollozos mirando espantada en dirección a donde hacía un segundo estaba tirado el cuerpo de su pequeño hermano.
 -¡Joder! ¡El niño!- Exclamé atónito. No daba crédito a lo que veían mis ojos. El crío ya no estaba tumbado e inerte sobre el charco de sangre, se arrastraba torpemente e intentaba incorporarse mientras avanzaba en dirección a su hermana. Si aun podía tener alguna duda de lo que estar infectado significaba, justo en ese momento se disipó. Ese pequeño era ahora un zombi y sin duda su intención era atacar a la indefensa muchacha.



 En ese momento de desconcierto cabeza bola hizo un intento por atraparme, que por los pelos pude esquivar. Gracias a eso reaccioné. Tenía que poner mi plan en marcha ya o la chica estaba perdida. Lancé mi bufanda a la cara de mi vecino y salí corriendo todo lo rápido que me permitieron las piernas hasta llegar a mi coche y salté en el interior. Una vez dentro miré por el retrovisor para localizar a mi objetivo. Cabeza bola estaba a apenas veinte metros de mi coche. Sin duda era una distancia más que suficiente para coger velocidad y darle tal impacto que le jodiera de mala manera. Sin pensármelo dos veces pisé a fondo el acelerador y salí marcha a tras chirriando ruedas a toda mecha.

-¡A ver si de esta te levantas maldito hijo de mala madre!- mascullé entre dientes. Podía notar como la furia y el deseo de venganza ardían de nuevo en mí.