Una vez me quedé nuevamente solo, comencé a
deambular de un lugar a otro por el interior de la plaza ensimismado en mis
propios pensamientos y sin tener un rumbo fijo a el que encaminar mis pasos.
Pasé varias veces por delante de las carpas de la cruz roja donde el personal
sanitario seguía con su incansable tarea de cuidar a los heridos, di una vuelta
al recinto observando detenidamente a toda la gente que había en las gradas,
muchos ya intentaban conciliar el sueño, otros en cambio habían formado
pequeños grupos y charlaban entre ellos de manera tranquila.
Poco a poco los minutos pasaron sin que yo me
diera demasiada cuenta de ello, en un momento dado un numeroso grupo de
soldados que caminaban en fila de a dos irrumpieron en el recinto y se
dirigieron a la carpa de los militares. Una vez llegaron frente a ella se
detuvieron y a la orden del que dirigía la marcha rompieron la fila y
realizaron una formación de a cinco por diez, en total eran cincuenta hombres
los que permanecían firmes frente a la carpa. Una vez hecho esto el hombre que
había dado la orden entró en el habitáculo verde oliva y tras unos minutos en
los que yo permanecí expectante regresó acompañado del coronel Martínez, el
cual habló durante unos minutos con aquel individuo, después este saludó
militarmente al coronel el cual le devolvió el saludo sin hacer mucha
reverencia, seguidamente Martínez regresó al interior de la carpa.
El militar desconocido permaneció durante un
rato estático, me dio la sensación de que estaba intentando asimilar algo sin
mucho éxito, después zarandeó la cabeza como intentando despejar algunos
oscuros pensamientos de ella y mandó a las tropas formar de nuevo en fila de a
dos, a lo que los soldados obedecieron inmediatamente, una vez concluyeron el
individuo ordenó media vuelta y de frente ¡ar!, y la fila se puso en marcha en
dirección al exterior.
Vi salir a los jóvenes soldados mientras me
preguntaba cuales serían las órdenes concretas que abrían recibido por parte de
Martínez, aunque estaba casi seguro de que la conversación que minutos atrás yo
había mantenido con los tres oficiales tenía algo que ver con todo aquello, se
me pasó por la cabeza la idea de que debía de tratarse de los refuerzos de los
que me había hablado el coronel, y la verdad es que el saber que cincuenta
hombres más velarían por nuestra seguridad durante toda la noche me
tranquilizaba un poco. Me sentí realmente bien por haber contribuido a que toda
la gente que allí se refugiaba estuviera más segura, aunque fuera solamente
durante algunas horas.
Regresé al lugar de la grada donde reposaba
el saco de dormir, lo cogí y lo extendí sobre el frío hormigón y después me
tumbé sobre él para poder descansar un poco. La ceja me había empezado a doler
y un calor intenso me recorría toda la zona del ojo produciéndome una
desagradable sensación. Intentando no pensar en ello me esforcé por centrar mi
atención en los girones de nubes que pasaban surcando el cielo a baja altura
sobre mí, se veían de un color anaranjado debido al reflejo de las luces de la
ciudad y así, viéndolas pasar mis párpados comenzaron a hacerse pesados y poco
a poco fui cerrando los ojos y dejándome arrastrar plácidamente al mundo
onírico.
Una suave caricia en mi mejilla hecha por una
delicada y fresca mano me hizo salir del sueño ligero en el que había entrado,
con un poco de esfuerzo abrí los ojos y miré hacia el cielo en el que ya no
veía nubes, sino el rostro de Alba que me miraba desde lo alto obsequiándome
una preciosa sonrisa a la cual yo no pude evitar responder con otra a pesar de
estar aun medio dormido.
-Hola Jaime… ¿Ya estabas durmiendo?- me
preguntó Alba empleando un tono de voz tan melodioso que en mis oídos sonó como
una dulce musiquilla.
Yo carraspeé un poco y tragué saliva
preparándome para responderle mientras intentaba incorporarme pero no pude,
Alba me sujetó del hombro y empujó sobre mí hasta hacerme tumbarme de nuevo,
seguidamente me hizo un gesto gracioso con la mano para que me apartara y le
dejara un sitio, Yo un poco desconcertado reculé hasta que mi espalda topó con
el escalón de la fila superior de las gradas y una vez estuve de lado y
habiendo dejado suficiente espacio para que Alba cupiera ella se tumbó a mi
lado dándome la espalda. Su cuerpo hizo contacto con el mío en varios puntos en
los cuales pude sentir el calor que ella irradiaba, una sensación muy masculina
se apoderó de varios de mis sentidos y noté como los latidos de mi corazón se
aceleraban súbitamente hasta tal punto que se me pasó por la cabeza que si ella
afinaba un poco el oído podría llegar a escucharlos. Intenté inmediatamente
apartar de mí esa sensación que en esas circunstancias se me hacía enormemente
incómoda, así que carraspeé nuevamente y le respondí a su pregunta, un poco a
destiempo y empleando un tono de voz muy chillona al principio que me costó
modular hasta conseguir que sonara natural.
-Pues la verdad es que sí… Creo que mi cuerpo
no podía más y se ha desconectado él solo. Quería esperarte despierto pero se
me cerraron los ojos…-
Alba no dijo nada, solamente dejó escapar un
sonidito con el que me pareció que quería expresar una afirmación. Supuse que
debía de estar muy cansada, después de todo lo que había pasado aun había
tenido fuerzas y ganas de ayudar en el puesto de comida, y seguramente que la
noche anterior no abría pegado ojo, ella sí que debía de tener sus fuerzas al
límite, la verdad es que en aquellos momentos mirándola recostada junto a mí,
no pude sentir otra cosa que no fuera admiración por ella. Alba era fuerte,
mucho más de lo que ella misma creía y estaba seguro de que tarde o temprano
ella misma sería consciente de su propia fuerza interior.
Recordé que antes de tumbarme había visto una
gruesa manta marrón justo en la grada que teníamos sobre nosotros, me incorporé
un poco y estiré mi brazo hasta que estuvo a la altura de esta y palpé con la
palma de mi mano la lisa superficie hasta que mis dedos dieron con ella, la
agarré y tiré hasta que de repente la pesada manta cayó sobre nuestros
cuerpos, con sumo cuidado fui extendiéndola hasta que nos cubrió por completo y
después me acurruqué junto a ella nuevamente y cerré los ojos intentando no
pensar en nada y volver a dormirme.
Noté como Alba giraba bajo la manta y sus
ojos se encontraron con los míos que aunque parecían cerrados dejaban una
pequeña rendija por la que aun podía observarla.
-¿Y tú…? ¿Cómo te encuentras?- Me
preguntó pausadamente.
Yo titubeé un poco antes de abrir los ojos
del todo, podía sentir el embriagador calor de la respiración de ella
acariciando mi rostro y esa incómoda sensación que aun no había desaparecido
por completo comenzó a hacerse nuevamente fuerte, se apoderaba por momentos de
mi estómago haciendo cientos de nudos en mis tripas, así que abrí los ojos que
rápidamente se vieron enfrentados a los suyos y hablé, hablé con la esperanza
de que una conversación alejara de mí aquellas sensaciones tan inapropiadas.
-Estoy bien… Me duele un poco la ceja, pero
bien… ¿Y tú…? ¿Cómo estás?- Le pregunté.
Ella no respondió enseguida, en vez de eso
respiró profundamente por la nariz y después liberó el aire de sus pulmones por
sus labios entre abiertos lo que produjo un leve siseo. Una vez exhaló
todo el aire contenido e inhalo nuevamente aire fresco respondió a mi pregunta.
-Bueno… la verdad es que estoy muy cansada y
además no puedo dejar de pensar en mis padres y mi hermana… también en mi
hermano… No sé qué va a ser de mí…de nosotros…- Respondió ella.
Sus enormes ojos verdes comenzaron a volverse
muy brillantes humedecidos por lágrimas, pero ninguna consiguió derramarse de
ellos y rodar por sus mejillas, fue como si la cantidad de salado líquido a
derramar comenzara a escasear y ya le fuera difícil generar más en ellos,
entonces recordé mi conversación con el coronel Martínez, los inhibidores de
frecuencia, el atasco, los aviones a Canarias, el extraño caminante, y todo
regresó a mi mente como una explosión, el breve sueño había conseguido que me
olvidara todo lo que había descubierto hacía tan poco tiempo y entonces
tuve la imperante necesidad de contárselo todo.
-Alba… Es muy posible que tus padres y tu
hermana estén bien, al igual que mis hermanos, pero es imposible que podamos
hablar con ellos o al menos a corto plazo.-
Los ojos de Alba se abrieron como platos y me
pidió que le explicara por qué decía eso tan convencido, entonces durante un
largo rato le relaté todo, mi conversación con Martínez, el por qué de no poder
hablar con la gente que estuviera en Rabasa, incluso el atasco en la carretera
y los mensajes de mis hermanos, solamente omití mi encuentro con el extraño
ser, para no empañar las buenas noticias. Ella escucho toda la historia muy
atenta hasta que yo concluí.
-¿Entonces…? ¿Nos llevarán a las islas
Canarias también a nosotros? Me preguntó ella notablemente reconfortada.
-Pues la verdad eso no lo sé, nosotros mañana
iremos al punto seguro del puerto, de ese lugar Martínez no me ha dicho nada,
pero es muy posible que se nos evacúe también a alguna isla, quizá a Ibiza si
es factible o quizá a la misma que a nuestras familias, pero lo realmente
importante es que estaremos bien, verás cómo vamos a salir de esta, Alba.-
Ella no respondió, solo me dedicó una fugaz
sonrisa, después noté como una de sus manos se deslizaba bajo la manta, sus
dedos se posaron sobre mi hombro y después bajaron acariciando mi brazo hasta
llegar a mi muñeca y milésimas de segundo después a mi mano donde se cerraron
sobre ella, seguidamente tiró y la acercó a su pecho y una vez la tuvo ahí
suspiró y cerró lentamente sus ojos.
-Eso espero… Jaime…Eso espero…- Respondió
ella bajando el tono de su voz en cada sílaba hasta que la última de ellas se
hizo casi inaudible.
Ahora descansa preciosa, pensé, y me acomodé junto a ella. Durante un buen rato
permanecí observándola en silencio, mirando detenidamente los contornos de su
rostro, los poros de su piel, el color rosado de sus labios y no pude encontrar
nada en ella que no me pareciera hermoso, y así permanecí, deleitándome con sus
preciosos rasgos hasta que la somnolencia reapareció y yo también me sumí
nuevamente en un profundo y reparador sueño.
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